Lo que se pierde se tiene para siempre cuenta la historia de una familia, sus grandes dolores y sus encuentros. Lo hace con el lenguaje rico y poético de Alejandra Kamiya, una de las más talentosas cuentistas que tiene la literatura argentina. En un gran trabajo dramatúrgico, Javier Berdichesky y Andrés Gallina toman como base el cuento “Separados” e incluyen elementos de otros siete textos para construir una trama uniforme con la estética personal de la escritora.

Sofía Gala Castiglione interpreta a la hija de esa familia, quien desde pequeña une la vida y la casa de sus padres, separados por una historia dolorosa, y va sosteniéndolos hasta el final de sus días, donde sus caminos vuelven a encontrarse. Una foto que nunca habían tenido, será posible de una manera impredecible y bella. Y es ofrendada a los espectadores, en un trabajo que sutilmente siempre los incluye.

-¿Cómo llegaste a Lo que se pierde se tiene para siempre?

-Me llamó Anahí (Berneri, la directora), con quien desde la película Alanis tenemos un vínculo de amor muy fuerte y creemos la una en la otra. Me gusta mucho trabajar con ella. Me contó sobre la obra, me la mandó, la leí en el día y enseguida nos juntamos con los dramaturgos. En ese momento estaba trabajando en el San Martín, pero arrancamos cuando terminé. Fue todo muy orgánico. Una de mis mejores amigas y también amiga de Anahí, es Carolina Fernández, la asistente de dirección. Así que hay algo medio familiar y vincular en este proyecto. Y los vínculos son de las cosas más que más me interesa explorar. Son casi todo en cualquier historia que estés contando. Si no hay vínculos, cualquier historia es un embole. No importa lo que cuentes, va a ser interesante si lo vincular se ve. A Anahí le gusta ir con los vínculos a fondo, por eso no me cuesta nada entrar en su universo o en lo que ella propone. Al contrario, lo disfruto muchísimo. 

Lo que se pierde se tiene para siempre.

-¿Habías leído alguna vez los textos de Alejandra Kamiya?

-Había leído unos cuentos. Después Anahí me mandó el libro, el cuento principal y otros en los que también está inspirada esta obra. Alejandra fue parte del proceso. Vino a los ensayos y participaba en lo que necesitábamos para que la obra siguiera manteniendo su lenguaje. Fue un trabajo colectivo muy groso, somos un montón, pero todos tiramos para el mismo lado, que es lo más difícil y lo más importante.

«Hicimos un trabajo colectivo muy groso. Somos un montón y todos tiramos para el mismo lado».

-A vos te toca llevar adelante el relato, con un texto de un alto valor poético.

-Trabajé con Anahí y con los otros actores. Vas viendo qué traen los otros compañeros y, más allá de lo poético, tratás de encontrar la verdad en el texto. Creo que lo mejor para acercar la poesía en un guion interpretativo de teatro, donde uno se tiene que acercar al espectador, es tratar de encontrar la verdad. Por ahí vos estás diciendo un texto y sentís que se te escapa un toque la tortuga, pero lo dice otro actor y le crees todo. Yo necesito llegar a creerme lo que estoy diciendo. Es un proceso que va sucediendo con el trabajo. El teatro es un trabajo de movimiento y repetición, es algo que se va construyendo de a poco. Por sobre todas las cosas en el escenario uno tiene que estar cómodo y para encontrar esa comodidad tenés que sacar ese texto adelante  y encontrar el lugar donde te resulte natural decirlo. Para eso hay algo del juego que es importante. Cuando estás mostrando tu trabajo se lo estás mostrando a otros, aunque creo muy fervientemente en trabajar para uno. Ese juego teatral en particular y actoral en general es lo único que sé hacer y lo que me salva de ser una loca psiquiátrica. Si lo tomás de un modo solemne, dejás de entender que estás ahí jugando con el público que te viene a ver. Hay un acuerdo entre las partes, el que paga una entrada para verte y vos que decidís darle tu verdad. Ahí es donde me parece que puede situarse una cierta comodidad de caminar en ese patio de juegos que es el escenario.

-Hablás del juego y la relación con el público. En esta obra en particular ese vínculo está muy presente.

-Siempre tiene que haber una gran conexión con el público. El espectador, aunque esté quieto y expectante, siempre está siendo parte y contribuye a que el arte suceda. Si la gente entra con vos, si está escuchándote y está jugando con vos, lo sentís. Para mí tenemos que estar todos, ser casi revueltos y sentirnos todos en la misma habitación. Yo trato de sentir el pulso de la gente que me viene a ver y trato de que nos acomodemos todos y hagamos “música” juntos. Esta obra, particularmente, es una obra relatada. Acá no hay cuarta pared. De golpe estoy narrando y después soy parte de la historia. De golpe le estoy hablando al público, de golpe le estoy hablando a Teresa, la chica que cuida a mi mamá. Cuando suceden estas posibilidades de acercarte al público concretamente, les hablas mirándonos a los ojos. Eso es mucho más jugoso para jugarla con el público. Cada función es diferente y depende de cómo llegaste hoy, de cómo llegaron los que te vienen a ver. Se arma una conjunción que es re potente, que está buenísima y a la cual hay que estar atenta. Por eso te digo que hay que abrirse al juego. Como los nenes que cuando juegan, que están atentos a todo, mirando lo que hace el otro y trabajan con lo que el otro les da. Se trata un poco de eso.

Sofía Gala Castiglione.

-Tu personaje trabaja con el paso del tiempo. Es una niñita y, en menos de una hora, una adulta. Aunque no cambiás tonos, hay algo de tu actitud corporal que va cambiando, pasando por distintas formas del cansancio, yendo de una casa a otra, sosteniendo la responsabilidad de cuidar a un ser humano frágil.

-Me encanta que me hables del cansancio porque re trabajamos eso con Anahí. Me indicó tenerlo en cuenta en el proceso, reflejar las distintas etapas del trabajo con los padres, y que esta chica nace un poco para suplantar a otro hijo. Hay algo de un deber familiar, de haber nacido para eso y ella lo asume. Esta mujer deja todo para cuidar a su familia,  y no sé si lo está eligiendo directamente o simplemente le pasa. Creo que todos somos eso, no existen buenos y malos o mártires, sino que existimos en este mundo de grises en donde a veces estamos siguiendo algo que queremos, lo que tenemos que hacer, y nos cansamos, y nos gusta más y nos gusta menos, y nos frustramos. Era importante para nosotros mostrar este trabajo, que creo que pasa cuando los papás crecen, esa vuelta en donde uno se tiene que empezar a encargar, y tiene también que ver con cuando tenés un bebé. Hay algo del cansancio de cuidar a un familiar que se ama, que es en un punto hermoso, y no lo podés dejar de hacer, y en otro punto es agotador porque te succiona la existencia.

«El espectador, aunque esté quieto y expectante, siempre es parte y contribuye a que el arte suceda».

-En escena trasmiten una relación muy cercana con tus compañeros de actuación, ¿pasa algo de eso?

-Sí, nos llevamos muy bien. A pesar de que no fue un proceso fácil, siempre entre nosotros hubo unión y crecimiento. Nos queremos, nos llevamos bien. Para mí es muy importante estar ahí, respetar a tu compañero, trabajar juntos. A mí el método maltrato no me cabe. Para mí actuar es como garchar, cuando termina todos quieren repetir lo más rápido posible. Eso lo decía (Marcello) Mastroianni, aunque creo que de una forma más poética (risas). Para eso uno tiene que estar cómodo, tiene que estar suelto, entregarse. Siempre trato de tener una buena unión con los compañeros, de conectar, de mirar a los ojos, cosas muy básicas que hemos perdido como humanidad también. Evitar la desconexión, mirar al otro a la cara, escucharlo, tirar todos para el mismo lado. Eso que cada vez funciona menos, porque la gente está en cualquiera. «

Gala Castiglione en escena, junto a Marita Ballesteros, Enrique Amido y Camila Marino Alfonsín.

«El juego actoral es lo único que sé hacer y lo que me salva de ser una loca psiquiátrica».




Lo que se pierde se tiene para siempre

Dirección: Anahí Berneri. Dramaturgia de Javier Berdichesky y Andrés Gallina. Actúan: Sofía Gala, Marita Ballesteros, Enrique Amido y Camila Marino Alfonsín. Viernes a las 20 en Dumont 4040, Santos Dumont 4040.



Odio, escraches y persecuciones

Gala Castiglione es una actriz de carácter que no tiene inconvenientes en hablar de la realidad que vivimos los argentinos. 

-¿Cómo estás viviendo todo lo que pasa en relación con la cultura, con el arte y el odio las redes? 

-A mí que me bardeen en las redes me importa tres chotos, porque a mí me bardearon toda la vida. Lo que no me gusta es la persecución política, que también la he vivido. Con respecto al arte y la situación que estamos viviendo, está pasando en todos los ámbitos. Estamos trabajando cada vez más y nos alcanza cada vez menos: tenemos cada vez menos tiempo, en un sistema que solo nos deja ver qué podemos hacer para sobrevivir. Es algo que está pasando globalmente y hay mucha gente que quiere esto. Lo que pasa con el arte es una manera de controlarnos, y tenemos experiencia de las formas de control por la cultura. En el Medioevo si 14 personas decían que eras bruja, te quemaban viva. Siempre fuimos una humanidad cruel. Hay algo en nosotros que nos lleva a destruir todo, míralo en la naturaleza, no solamente en el ámbito social, político y cultural. La historia de la humanidad demuestra que siempre fuimos unos hijos de puta. Hay posibilidad de construir, si, pero sacándonos las caretas.



Homofobia, una reina traidora y los grises

Sofía protagoniza Lo que se pierde se tiene para siempre y asume el cuidado de sus hijos con dedicación, pero los proyectos no cesan. Lo que se viene en su futuro inmediato es la adaptación de una obra del autor que se considera el antecedente inmediato de Shakespeare. “En octubre estrenamos Eduardo II”, dirigida por Alejandro Tantanian. Es una adaptación de la obra de (Christopher) Marlowe, adaptada por él y Carlos Gamerro.

-Es el comienzo de la tragedia inglesa.

-Exacto, y también es una de las primeras historias abiertamente homosexuales, la de un rey caído por ser gay. Yo soy casi la única mujer en el elenco, la Reina Isabel.

-La reina traidora…

-Sí, traidora… ¡Andá a vivir en ese mundo de hombres que te quiten al marido la corona y al pibe! Hay que ver quién es traidora ahí. Pero como te digo, hay que ir a los grises (risas)

-¿Están ensayando mucho?

-Sí, como locos. La verdad, es un trabajo súper arduo. Estoy muy feliz de volver a trabajar con Ale. Es un amigo, es alguien a quien admiro y quiero mucho, que está haciendo algo espectacular. Estoy muy orgullosa de ser parte de nuestro teatro popular, al que la gente pueda acceder. Feliz de estar ahí y de seguir contando historias.