Cada vez que escucho al presidente de la Nación pedir cuidado, empeño y profundización del aislamiento, me parece escucharlo decir, a la manera de una madre o padre preocupados, serios, comprometidos: ¿Cómo se los tengo que decir? Entonces, como una respuesta posible, y a mi cargo, digo: Alberto, no hay modo, no quieren escuchar otra cosa que a ellos mismos.
Fueron los opositores, los contreras, los oligarcas, los gorilas, los provocadores de siempre. Y lo siguen siendo. No hay que subestimarlos pensando que están equivocados o muy mal medicados. Ahora son los trolls, los espías de cuarta, los odiadores tiempos completo, una categoría ciudadana que no es nueva. Recordar, entre cientos de hechos posibles, los bombardeos sobre población civil indefensa en junio de 1955 o los varios y brutales ataques a los cadáveres de Evita y de Perón. Esta especie signada por el desamor y el despecho alcanzó entre 2015 y 2019 ribetes sorprendentes y alcances detestables. Mañana volverán a mostrar la hilacha.
El odiador siglo 21 es alguien capaz de oponerse al test detector de Covid llamado PCR imaginando que se trata de un avieso recurso de infiltración de aquél setentista Partido Comunista Revolucionario. O negarse a una vacuna salvadora solo porque proviene de China o de Rusia. Odiador es el que menciona a la vicepresidenta de la Nación democráticamente elegida como “el cáncer de la Argentina”, una frase con estatuto de crueldad similar a aquella tristemente célebre expresión, supercampeona en el torneo de odios contemporáneos, la “Viva el cáncer” dedicada a Evita cuando el final de su vida estaba próximo.
Los herederos de esas historias infames volvieron con todo: son los violentos, los esgrimistas del lawfare, los protagonistas de abusos personales y persecuciones judiciales, los artífices de las fake news. Son los que descreen de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, aunque al mismo tiempo sean capaces de hacerse gárgaras de dióxido de cloro por televisión. Son los que practican el ‘Me opongo’ como principal y única metodología política y los que desde la más impura ignorancia sostienen que vivimos una infectadura o que nos conduce un gobierno de infectólogos. Lo más grave es cuando nos damos cuenta que esa clase de vituperaciones son articuladas, consentidas y legitimadas desde los medios de comunicación más influyentes. Ojalá fueran únicamente opositores. Son desavenidos manifiestos, defensores de los argumentos más irracionales y la representación cabal de cuánto sinónimo de la palabra odio figure en el diccionario: están hechos de encono, de rencor, de desprecio, de racismo, de xenofobia. Ojalá fueran solamente adversarios. Son enemigos capaces de tomar las colectoras más rebuscadas con tal de defender ideas que, por otro lado, no quieren discutir en el Congreso. Mañana volverán a salir a la calle, para decirle no a los riesgos, a las advertencias, al distanciamiento, a los tapabocas, para convertirse en los satánicos Doctor NO de los tiempos de pandemia. Para ignorar cualquier clase de recomendación que provenga del gobierno y para seguir haciendo, lo que se les cante las pelotas.
Reyes de la negación, príncipes y princesas de las tinieblas, con un grado de inmadurez más preocupante que el de un infante en pleno crecimiento, opinan sobre lo que no saben, cuestionan el conocimiento científico y médico, descreen de los efectos tremendos de un virus que aquí y en el resto del mundo, ya contagió a más 17 millones de personas y mató a otras 750 mil y pico. Y que no tiene el propósito de quedarse quieto. Desde el tinglado de la anticuarentena terminan transformados en provocadores antitodo. Son los que frente a conceptos como “La patria es el otro”, se perturban y enfurecen, agreden y sabotean hasta lo más elemental, como es respetar las más entendibles medidas sanitarias. Mañana esta sociedad de irresponsabilidad ilimitada protagonizará una nueva y pública tropelía, pasándole por encima a toda lógica sugerencia de los expertos, volviendo aún más crítica a la emergencia y faltándonos el respeto a todos los que sí cumplimos con el aislamiento obligatorio. Vaya a saber uno las consecuencias próximas, inmediatas de este regreso a las calles que solo ellos y algunos medios auspician, ignorando todos los protocolos, asintomáticos de solidaridad, esparciendo, como si hiciera falta , su contagioso pesimismo.