En un 2024 en el que la selección volvió a ganar un título, la Copa América de Estados Unidos, La Scaloneta para chicas y chicos recuerda por qué el fútbol es una excusa para hablar de lo que realmente importa. Escrito por Ayelén Pujol y Nadia Fink, y con ilustraciones de Pitu Saá, el nuevo libro de Editorial Chirimbote también se ocupa del rol de los clubes y una mirada de género.

–El libro arranca con la Copa América 2021 y lógicamente enfatiza en el Mundial, pero también alcanza la Copa América 2024. ¿Qué es La Scaloneta para chicas y chicos?

Nadia Fink:–Es un libro para las infancias, para recordar o conocer la historia de cuando fuimos campeones del mundo. Y también es un viaje a las infancias. Un hijo le pide a su mamá que le cuente la Scaloneta, pero desde que los ídolos eran chiquitos. Es un recorrido desde esos sueños que nacen en clubes de barrio o de pueblo y que se concretan. Lo encaramos porque Aye había hecho un libro que se llama Cartas para Gino, para su hijo, que nació unos días antes del Mundial. Retomamos eso con la idea del libro Semilleros, de Revista Meta, para conocer a los ídolos y también para reforzar la idea de que sin clubes de barrio no habría campeones del mundo.

–Estamos en un momento en el que eso es cuestionado incluso desde el Estado. ¿Por qué remarcan en el libro el rol de los clubes?

Ayelén Pujol:–En los pueblos y los barrios, los clubes son espacios de sociabilización. Hacés amigos, aprendés a compartir, a pasar la pelota, y de paso también te alejás un rato de las pantallas. Un club muchas veces es como una segunda familia. Hoy hay quienes proponen que las SAD son la solución para el fútbol argentino pero es la propia Selección la que nos muestra que el origen comunitario es nuestra carta fuerte, nuestro ancho de espadas.

N.F.:–En la Scaloneta hay una característica muy clara: la Selección es un equipo bastante federal, hay representación de muchas provincias y lugares muy distintos. Todos los jugadores pasaron por el buffet de su club a comer un sanguche con sus amigos. Hay familias que recibieron ayuda de esos clubes en el día a día. Todas estas redes no existirían si un empresario compra cualquier club de nuestro país.

–Aclaran, al comienzo, que no es un libro de fútbol. ¿Cómo lo definirían?

A.P.:–Trabajamos sobre la idea de la Scaloneta como un concepto que va más allá del fútbol. Es un equipo pero es también un sistema propio en el que nadie puede solo. La Scaloneta tiene al mejor jugador del mundo y sin embargo los logros se consiguen con el aporte de cada uno de los integrantes, cada uno desde su lugar, incluso potenciando al más destacado. Además rompe prejuicios: al principio nadie creía en la Scaloneta, ni en su director técnico, y sin embargo el trabajo colectivo rompió con eso y demostró que se puede, por ejemplo, ser campeón sin haber tenido experiencia como director técnico.

N.F.:–Y más allá de la cancha hubo aportes. Aparecieron las cábalas, los amuletos también colectivos como las frases «elijo creer» o «anulo mufa»; incluso sectores de la sociedad que pocas veces son protagonistas, como las abuelas, las brujas o las infancias. Creemos que lo que se armó con la Scaloneta sirve para pensar también un mundo posible, un mundo entre todes y con todes, en tiempos donde quieren hacernos creer que el individualismo y la meritocracia son el camino.

–En los inicios de las carreras de los jugadores queda claro, a través de la historia de algunas de sus hermanas, que los campeones se formaron en una época en que no había fútbol mixto y muy poco femenino. ¿Cuánto cambió hoy ese escenario?

N.F.:–Muchísimo, afortunadamente. Ser futbolista es hoy un sueño posible, más allá de la identidad de cada persona. De golpe podemos saber que la abuela de Lautaro Martínez jugó al fútbol o que la mamá de Lisandro Martínez fue Pionera en Entre Ríos, es decir, que los futbolistas pueden tener como ídolas o referentas del deporte más popular también a mujeres.

A.P.:–Y ojo porque la historia de la Scaloneta se sigue escribiendo, quién sabe, quizá alguna hija de un campeón del mundo algún día pueda ser también campeona.

–En la figura que lleva la narración, una madre que le habla de la Scaloneta a su hijo, hay una decisión. ¿Cuán mayoritariamente masculino sigue siendo el fútbol hoy? ¿Cuánto se achicó la brecha de género en el fútbol?

A.P.:–Se achicó, sin dudas. De hecho hoy en Argentina hay jugadoras profesionales, algo impensado. En los clubes de barrio hay cada vez más nenas y también cada vez más adultas se acercan a jugar. Creemos que todavía hay mucho terreno por conquistar, cuesta por ejemplo que los clubes habiliten sus estadios principales para las jugadoras, que los partidos se jueguen en horarios donde más gente pueda acercarse a la cancha. La desigualdad es muy grande respecto del fútbol masculino.

N.F.:–Pero sí se achicó. Nosotras somos dos futboleras que les transmitimos a nuestros hijos e hijas nuestra pasión por el fútbol. Eso es parte del espíritu del libro y también de la historia.

–Como especialistas en el fútbol femenino, ¿la liga argentina perdió difusión en los últimos dos años? Hubo un momento, no tan lejano, en que todos los partidos eran televisados por stream.

A.P.:–El cambio de gobierno afectó directamente al fútbol femenino. No sólo en términos económicos y en el hecho de que los salarios a todes nos alcanzan cada vez menos, sino en materia de visibilidad. La decisión de vaciar el Estado incluyó que los partidos de la disciplina, que antes se pasaban por los medios públicos gratis y para todo el país, dejaran de verse por ahí. Sabemos que en la historia la invisibilización de las mujeres, específicamente en el deporte, bloqueó la posibilidad de tener referentas y en definitiva de tener el deseo de ser como alguien. Es decir, cortó sueños. Pero también afecta en lo comercial. ¿Qué sponsor va a pagar para estar en la camiseta de un equipo que no sale en televisión, por ejemplo?

–¿Para quiénes está destinado La Scaloneta para chicos y chicas?

N.F.:–Los libros de la colección Antiprincesas y Antihéroes de Editorial Chirimbote siempre estuvieron pensados para niñes de entre 6 y 12 años, pero la Scaloneta ya tuvo lectorcitos de 3 y, al ser un tema en el que las niñeces estuvieron tan involucradas (nunca antes tantos niños y niñas fueron tan protagonistas de un Mundial como en el de Qatar), termina siendo un libro para compartir entre generaciones. «