El último capítulo de un conflicto que lleva más de siete décadas cumplió su quinto mes arrojando un panorama desolador: más de 30 mil personas asesinadas por Israel —la gran mayoría mujeres y niños—, el 85% de la población gazatí desplazada, la alerta de una hambruna y un territorio arrasado que abre un triste interrogante sobre el futuro del pueblo palestino. Mientras, la negociación de una tregua quedó estancada y gana fuerza el debate sobre si lo que está ocurriendo en Gaza se puede o no calificar como genocidio.
La mesa de negociación que se desarrolla en El Cairo, con la mediación de Qatar, Egipto y Estados Unidos, entró en un impasse este jueves cuando Hamás anunció su retiro momentáneo y denunció que Israel “continúa evadiendo las obligaciones de este acuerdo, especialmente las referidas a un alto el fuego permanente, el regreso de los desplazados y la retirada de la Franja”.
La negociación se reanudará en los próximos días pero no logró el objetivo de acordar una tregua antes del inicio del Ramadán, mes sagrado para los musulmanes, que comienza este lunes.
En la mesa de El Cairo, a la que Israel no envió ningún delegado, se busca pactar un cese al fuego de seis semanas mediante la liberación de rehenes israelíes a cambio de la excarcelación de presos políticos palestinos. También se intenta lograr que Israel deje de obstruir la entrada de ayuda humanitaria.
Morir por bombas o por hambre
La respuesta israelí tras el ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre desencadenó “una catástrofe humanitaria sin precedentes”, según denuncian múltiples organismos internacionales.
Las cifras son siempre frías pero también elocuentes: en 153 días de bombardeos y ataques por tierra, ya se contabilizan 30.878 palestinas y palestinos asesinados, de los cuales al menos 25 mil eran mujeres, niñas y niños. Otras siete mil personas permanecen desaparecidas bajo los escombros en una Franja de Gaza cuya infraestructura ya fue destruida en un 70%.
La ofensiva israelí fue obligando al desplazamiento forzoso del norte hacia el centro y luego hacia el sur de la Franja, confinando a una población de 2.3 millones de personas en un campo de refugiados en Rafah, frontera con Egipto.
Las y los palestinos quedaron expuestos a una subsistencia dramática, entre la destrucción generalizada de las viviendas, el colapso de los hospitales, el brote de epidemias y la escasez de agua potable y alimentos. Según organismos de la ONU, la inmensa mayoría de la población gazatí está al borde de la hambruna.
El jefe de la oficina local de la Organización Mundial de la Salud, Rik Peeperkorn, señaló que “el desplome del estado nutricional de la población gazatí, en particular de los niños, no tiene precedentes a nivel mundial por la rapidez en la que se produjo”.
La alerta de una hambruna ocurre días después de que 118 personas fueran asesinadas por el ejército israelí mientras esperaban recibir bolsas de harina alrededor de camiones de ayuda humanitaria.
El Programa Mundial de Alimentos de la ONU también advirtió que “el hambre ha alcanzado niveles catastróficos”, y denunció que un convoy de 14 camiones de alimentos fue interceptado por soldados israelíes. La relatora de la ONU Paula Gaviria Betancur denunció “un desprecio absoluto” a los derechos de la población desplazada.
Ante este inhumano bloqueo israelí, Estados Unidos, Jordania y Francia comenzaron a lanzar alimentos desde aviones, una solución desaconsejada por especialistas en la materia. De hecho, este viernes al menos cinco palestinos murieron por el impacto de cajas con ayuda humanitaria lanzadas por aire.
Por su parte, la agencia de la ONU para los refugiados de Palestina (Unrwa) actualizó en 162 la cifra de sus trabajadores fallecidos desde el 7 de octubre. Y denunció: “El número de muertos de la Unrwa en Gaza no tiene precedentes en la historia de las Naciones Unidas”.
La ofensiva israelí también bate récords matando a trabajadores de prensa. Al menos 103 periodistas cayeron en estos cinco meses, según denunció esta semana Reporteros sin Fronteras.
El grito de abajo, la sordera de arriba
La presión internacional sobre Israel va creciendo aunque por ahora no logra ponerle un freno a la carnicería en Gaza, en buena medida por el veto estadounidense a las resoluciones del Consejo de Seguridad. Protestas masivas se repiten a diario en países árabes, en Europa e incluso en EE.UU. En América Latina, el repudio a Israel no se palpa tanto en la movilización popular pero sí en algunos de sus presidentes, principalmente Gustavo Petro y Lula, quien esta semana volvió a asegurar que “lo que está ocurriendo en Gaza es un verdadero genocidio”.
La palabra genocidio empieza a ocupar el centro del debate, sobre todo después de la denuncia de Sudáfrica en la Corte de La Haya, mal que le pese a las potencias de Occidente que siguen sosteniendo a Israel más allá de sus retóricas “humanitarias”.
Leandro Albani, periodista especializado en Medio Oriente, señala a Tiempo que “frente a estas movilizaciones multitudinarias, los gobiernos de Europa y EE.UU. miran para otro lado y justifican el genocidio que está cometiendo Israel. Es impactante el nivel de complicidad de la mayoría de los gobernantes del mundo, salvo pocas excepciones”.
¿Cuál es el objetivo de Israel?
Ese sigue siendo el principal interrogante a cinco meses de este nuevo escenario bélico y a 75 años del inicio de la ocupación israelí. Para Albani, “el principal objetivo de Israel es lograr la limpieza étnica del pueblo palestino, y sino su desplazamiento forzado a la región del Sinaí, en Egipto. Esto lo admitieron el propio Netanyahu y sus ministros, que dejaron en claro que buscan arrasar la Franja de Gaza, deshabitarla y después ocuparla tal vez con algún tipo de ´gobierno interino´”.
En la misma línea, la investigadora Olga Rodríguez afirma en un artículo enfocado en este punto: “Si el propósito principal de Israel fuera su propia seguridad y terminar con los ataques de Hamás, pondría fin a su ocupación ilegal y al sistema de apartheid que aplica contra la población palestina de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este. Si Israel devolviera los territorios ocupados, si accediera a cumplir las resoluciones de la ONU y el derecho internacional, se allanaría el camino de la convivencia y el respeto. Pero el objetivo de Israel es mantener el proyecto sionista de un Estado judío de mayoría judía, con el control del territorio palestino pero sin los palestinos como ciudadanos con derechos”.
El panorama luce tenebroso. La única vía para encauzar el conflicto y evitar el exterminio del pueblo palestino sigue siendo la “solución de los dos Estados”, aclamada por el mundo entero. Pero rechazada por Israel.