Las imágenes de cientos de personas corriendo en la noche del lunes, muy cerca unas de otras, por Palermo y otros parques de la Ciudad de Buenos Aires, pareció poner en crisis las medidas de distanciamiento social que son clave para el combate contra el coronavirus. El permiso a los porteños para que salgan a correr, trotar o caminar en horas nocturnas fue en su debut un motivo de preocupación para los epidemiólogos que asesoran al gobierno nacional, una inquietud que aumentó luego de conocerse el récord de casos confirmados para un día: 1141 este martes.
El primero en expresarse fue Eduardo López. El jefe de Infectología del Hospital Gutiérrez pidió a los runners que contemplen la distancia de cuatro metros, observó que “por momentos hubo algunos que estaban trotando o corriendo muy pegado al otro, no guardaron la distancia social”, y alertó que «sería desafortunado que por 48 horas se tomara una medida de restricción”. Para la infectóloga Florencia Cahn, que también integra el consejo de asesores de la Presidencia, lo ocurrido en la noche del lunes parecía “una peregrinación, todo lo contrario a lo que estamos recomendando”.
El aluvión de corredores nocturnos, prácticamente todos sin tapaboca (algo lógico, pues impide respirar correctamente mientras se hace ejercicio físico), se convirtió en un dilema para el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, que esta mañana evaluaba modificaciones en los horarios habilitados, concretamente adelantarlo. Las autoridades porteñas dejaron entrever que si la curva de contagios crece a un ritmo más acelerado que en los últimos días, podrían rever la apertura dispuesta para los runners.
“Tuvimos un poco de aglomeración, no es lo deseado”, dijo el vicejefe de gobierno de la Ciudad, Diego Santilli, aunque pidió “entender la ansiedad de la gente” después de 80 días de aislamiento social.
Antes de que escalara la polémica por el permiso a una actividad que parece echar por tierra con todas las restricciones sanitarias vigentes desde el inicio de la cuarentena, el gobierno porteño dio una primera respuesta al dilema runner: las avenidas y las calles adyacentes a los parques se transformarán en peatonales desde las 19:30 hasta las 22 para descomprimir el colapso de personas deseosas de salir a hacer actividad física, sin modificar el horario, que seguirá siendo de 20 a 8 de la mañana. En total, se sumarán unos 14 kilómetros lineales para los runners, con la restricción al tránsito vehicular alrededor de ocho parques: Tres de Febrero (el Rosedal de Palermo), Centenario, Lezama, Saavedra, Patricios, Chacabuco, Avellaneda y la Plaza Arenales.
Horas antes, el ministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro había convocado a Larreta a la Casa Rosada para comunicarle la inquietud del gobierno nacional por el desborde de corredores en plazas y parques porteños.
La habilitación de calles aledañas supondrá un despliegue extra de personal policial, logística que probablemente impida que los nuevos espacios para correr estén disponibles antes de la noche del miércoles o aun la del jueves.
En todo caso, sectores del oficialismo entienden que la laxitud de esta medida tomada por la gestión Larreta, a contramano del aumento de contagios en la Ciudad, que no cede, puede complicar el combate al Covid-19 en su epicentro, el Área Metropolitana. Por eso, el bloque del Frente de Todos en la Legislatura porteña exigió que se garantice el cumplimiento del protocolo sanitario de distanciamiento entre los runners. Y presentó un proyecto de ley que establece la obligatoriedad de guardar distancias recomendadas según la actividad: 5 metros para las caminatas; 10 metros para correr; entre 10 y 20 metros para andar en bicicleta; 10 metros para quienes usen rollers o patines; y que se conserve la distancia general entre peatones, de dos metros.