Las películas conquistan a los espectadores cuando consiguen transportarlos a un universo único e irrepetible. Pero el cine tiene otras formas de fascinación, menos perfectas (o totalmente imperfectas, para decirlo con mayor precisión), que sin embargo son capaces de cautivarnos por motivos muy distintos de los casos anteriores. Se trata de aquellas películas en las que lo fallido, lo absurdo o lo pueril acaban convertidos en espectáculo. Dentro de este grupo se destacan aquellas que deben su origen al éxito de una película anterior, a la que un grupo de artistas peor provistos (de talento o de recursos, para el caso es lo mismo) intentan recrear con un presupuesto mucho menor y bastante menos ideas. Un fenómeno que se conoce como «exploitation»: films que explotan una estética de manera bastarda, subiéndose de prepo a la ola del éxito ajeno. Aquí recogemos siete casos de películas que se montaron al caballo del triunfo de otros, homenajeando, imitando o directamente plagiando a algunos de los títulos y sagas más famosas de los años ’80.
1- L’umanoide (Aldo Lado, 1979)
En ocasiones un período excede su propio espacio, sobre todo a partir de elementos que se adelantan para configurar lo inminente. Así como se dice que el cine es el arte propio del siglo XX, aunque su origen data de 1895, también puede decirse que el cine de los años ’80 nació en 1977 con el estreno de La guerra de las Galaxias. Aunque se trata de un producto típico del modelo de producción de la década de 1970, la película de George Lucas definitivamente marcó el rumbo del cine de la década siguiente. Con su mezcolanza de géneros que apila a la aventura sobre el western, la ciencia ficción, la comedia y el drama, La guerra de las galaxias creó una épica inimitable. Sin embargo dos años después de su estreno y uno antes de convertirse en saga con la llegada de El imperio contraataca, en la lejana Italia alguien se aventuró a querer calcar ese complejo original.
Se trata de L’umanoide (1979), dirigida por Aldo Lado bajo el seudónimo de George B. Lewis. Como se sabe, desde los años ’60 con la aparición del llamado spaghetti western, la industria del cine italiano aprovechaba su enorme infraestructura para replicar en la bota mediterránea el cine que se filmaba en Hollywood. Y si en los ’60 la moda era hacer películas de vaqueros, en los ’70 fue el terror y en los ’80 la acción y la ciencia ficción. Esta última etapa bien podría comenzar con esta película que replica formalmente la estructura de Star Wars, pero con menos producción y sobre todo, con menos ideas. Basta buscar algunas fotos para ver que hay un Darth Vader cabezón, una guardia imperial que en vez de uniformes blancos los usa negros, una heroína de peinado tirante, un héroe que pilotea una nave rebelde, un gigante a lo Chewbacca pero que para ahorrar en maquillaje anda a cara limpia y un sin número de personajes excéntricos, incluyendo una versión precaria y cuadradota de R2D2, aquel robotito al que por estas pampas bautizamos Arturito. Una historia de hermanos que pelean por el poder de un imperio cósmico, un ejército de soldados replicados y un gigante bondadoso convertido en un autómata indestructible. Para confirmar la copia, el título con el que L’umanoide se estrenó en la Alemania comunista: Batalla por la quinta galaxia. No más preguntas, su señoría.
2- El guerrero del mundo perdido (David Worth, 1981)
Como ocurre con La guerra de las galaxias, la australiana Mad Max fue creada por el director George Miller en 1979, lanzando a la fama a un joven Mel Gibson de apenas 23 años. Pero sería el episodio dos de 1981 el que terminaría de definir la estética característica de la saga, una mezcla de postpunk y steampunk que le daban ese aire característico de las tapas de revistas de historieta europeas, como Cimoc o Metal Hurlant. Esa estética fue bastante explotada durante la primera mitad de los ’80 y Mad Max se convirtió en uno de los objetos más replicados del cine de la época.
El guerrero del mundo perdido es una coproducción estadounidense, panameña… e italiana, estrenada en 1983, dos años después de Mad Max 2. Dirigida por David Worth (quién en 1989 dirigiría Kickboxer, la película que terminó de convertir en estrella al actor belga especialista en artes marciales Jean-Claude Van Damme), cuenta la historia de un mercenario nómade que combate contra una dictadura orwelliana llamada El Omega, a bordo de una moto tuneada para despanzurrar a cualquiera de los malos que se le ponga a tiro. El guerrero del mundo perdido cuenta en su elenco con la presencia del gran Donald Pleasence, famoso entre otras cosas por interpretar al profesor Loomis, el médico que trataba Mike Myers, el asesino de Halloween (1978) y por su participación en otras películas de John Carpenter, entre ellas Escape de Nueva York (1981). Lo que nos lleva a la próxima parada.
3- Fuga dal Bronx (Enzo Castellari, 1983)
Escape de Nueva York también podría pensarse como un proyecto que tomó algunos elementos de la saga Mad Max. Solo que Carpenter es un director lo suficientemente creativo como para encontrarle una vuelta personal al asunto y convertir a su película en una referencia ineludible dentro del género de acción post apocalíptica. Interpretada por Kurt Russell (quien algunos años antes había audicionado en La guerra de las galaxias por el papel de Han Solo que quedó en manos de Harrison Ford), Escape de Nueva York contaba la historia de un ladrón de bancos condenado a rescatar al presidente de los Estados Unidos (interpretado por Pleasence), cuyo avión se había estrellado en una ciudad de Nueva York convertida en una ciudad prisión. Una fantasía bastante realista en los tiempos previos al alcalde neoyorquino Rudolph Giulianni, cuando la gran ciudad estaba lejos de ser la reluciente manzana turística de la actualidad.
Directo una vez más de la bella Italia, algo así como la Taiwan de las películas truchas de los ’80, llega Fuga dal Bronx, título que sin ningún tipo de sutileza se hace cargo de su carácter de copia. Claro que la cosa es bastante más sencilla: acá nadie tiene que rescatar a nadie. Simplemente se trata de un grupo de personas que deben escapar del exterminio estatal, luego de que el barrio del Bronx fuera declarado territorio peligroso. Bueno: lo mismo que propuso Pichetto para las villas. Fuga del Bronx está dirigida por Enzo Castellari, una eminencia en eso de filmar réplicas. En su filmografía también se pueden encontrar un clon de Mad Max (Los nuevos bárbaros, de 1983), de Tiburón (El último tiburón, de 1981), además de varios spaghetti westerns. Pero también ha sido una fuente de inspiración para otros: su película de 1978 Aquel maldito tren blindado, bautizada en Estados Unidos como Inglorious Bastards, influyó en Quentin Tarantino para filmar su película bélica de 2009 Bastardos sin gloria.
4- Soviet. La respuesta (Mikhail Tumanishvili, 1986)
La saga Rambo, cuyos tres episodios seminales datan de 1982, 1985 y 1988, marcaron un antes y un después en el cine de acción. No solo por la crudeza con que se retrataba la violencia, sino por la forma en que los elementos ideológicos atraviesan su trama. Su protagonista, el veterano de la guerra de Vietnam John Rambo, es además el personaje que junto a Rocky Balboa terminó de instalar a Sylvester Stallone en el cielo de las estrellas ochentosas. Su aparición generó un brote de películas bélicas que acicateaban el patriotismo del estadounidense promedio en uno de los momentos más álgidos de la Guerra Fría, en pleno reaganismo. Decenas de películas en las que soldados de voluntad inquebrantable eran capaces casi de acabar ellos solos con el poderoso régimen soviético.
Claro que nada de eso aparece en Primera sangre, la primer a de las películas de Rambo, basada en la novela de homónima de David Morrell, cuyo escenario no tiene nada que ver con el enfrentamiento de occidente y oriente, sino más bien con la forma en que un soldado se convertía en víctima dentro de su propio país, solo por haber formado parte del ejército responsable de la única derrota bélica que conocen los Estados Unidos en su historia: la de Vietnam. Ya en el segundo episodio Rambo se convierte en un lobo solitario al que recurre el gobierno para derrotar al enemigo rojo. Hay tantas copias de Rambo que elegir una es difícil. Pero hay una de 1986 a la que se promocionó como “La respuesta soviética a Rambo”: se trata de Soviet. La respuesta, una superproducción soviética que intentó copiar el modelo el cine de acción made in Hollywood, para utilizarlo con fines contraideológicos. Acá un escuadrón de soldados soviéticos debe detener una operación de la CIA, que pretende torpedear un barco civil para hacerlo pasar como un atentado soviético. La gran diferencia con Rambo (más allá de las evidentes debilidades narrativas) es que no hay un héroe omnipresente capaz de todo, como el soldado de Stallone, sino que se trata de un grupo de soldados liderados por el mayor Shatokhin. Y la variante tiene su lógica: porque así como en los Estados Unidos Rambo representa el poder del individuo, pilar de la sociedad capitalista, en Soviet. La respuesta la figura del batallón siguiendo a su líder también responde ideológicamente al colectivismo comunista.
5- Munchies (Tina Hirsch, 1987)
Otra película que desató un pandemonio de copias fue la extraordinaria Gremlins (1984), de Joe Dante. Luego de que el tierno Gizmo (que en la secuela tiene una escena parodiando a Rambo) y su némesis, el descontrolado Rayita, destruyeran por completo el pueblito al que el destino los llevó, apareció una horda de bichitos bipolares que causaron estragos a lo largo de todos los estados de la unión. Los más famosos fueron los Critters (Stephen Herek), que aparecieron dos años después de sus parientes Gremlins. Pero también hubo Ghoulies, Hobgoblins, Beasties y una buena cantidad de otros bichitos voraces de segunda, de tercera y de cuarta.
Entre ellos se destacan los Munchies, y no justamente por su gracia y calidad. La historia es la reducción al absurdo de Gremlins, pero con el agregado de cierta picaresca al estilo de las películas de estudiantes como Porky’s (Bob Clark, 1981) o El último americano virgen (Boaz Davidson, 1982) y un personaje muy parecido al prócer bailantero Alcides. Como no podría ser de otra manera, la combinación da por resultado una porquería deliciosa.
6- Vendetta dal futuro (Sergio Martino, 1986)
En 1984 James Cameron se había convertido en el último gran descubrimiento de Hollywood a partir del estreno de su fabulosa Terminator. Además de darle a Arnold Schwarzenegger su ticket al paraíso de los héroes de acción de todos los tiempos, la película hacía gala de una eficacia narrativa sorprendente y una capacidad para poner en escena con recursos mínimos un notable thriller de ciencia ficción. Terminator es una de las películas más importantes de aquella década y como tal no podía estar exenta de calcos. ¿Y de donde puede venir el más destacado de esos clones?
Claro que sí: de Italia. Vendetta del futuro es una de las casi 90 películas que filmó el director Sergio Martino, a razón de más de dos por año, con picos de hasta cuatro títulos por temporada. Como ocurre con la película de Cameron, acá hay un hombre con el 70% de su cuerpo robotizado llamado Paco Queruak que llega desde el futuro para matar a un científico que tiene al destino de la humanidad entre sus manos, aunque todavía no lo sabe. El rol de este asesino es interpretado por Daniel Greene, un grandote bronceado a quien muchos reconocerán por su participación en varias de las comedias de los hermanos Farrelly, como Loco por Mary (1998) o Irene, yo y mi otro yo (2000). En Vendetta dal futuro (estrenada en Estados Unidos como Manos de acero), no falta la escena en que el ciborg se arregla su propio brazo, o el combate con una mujer robot también enviada del futuro para detener la misión de Paco. Pero también otras en las que pulsea con un gordo pelado, como Stallone en Cobra (1986). La frutilla de la torta la pone la participación del actor John Saxon, una figura habitual en este tipo de películas de acción filmadas fuera de Hollywood. Todo eso convierte a Vendetta dal futuro en una verdadera joya impura.
7- El cazador de la muerte (James Sbardellati, 1983)
Si bien la carrera de Schwarzenegger terminó de afirmarse con Terminator, su estrella ya había comenzado a brillar con fuerza con el estreno de Conan, el bárbaro, una aventura épica y sanguinaria dirigida por John Millius. La película contaba con un elenco extraordinario, incluyendo a dos actores enormes como el sueco Max von Sydow, rostro habitual en las películas de Ingmar Bergman, y James Earl Jones, famoso sobre todo por ser la voz de Darth Vader en La guerra de las galaxias. El guión estuvo a cargo del propio Millius en colaboración con un joven Oliver Stone.
La saga de Conan, que incluye una segunda película, Conan, el destructor (1984), es el máximo exponente del género de aventuras ambientado en una Europa bárbara y germánica, en la que lo real se mezcla con elementos mágicos. Una estética que parió cientos de hijos bastardos. El partero de muchos de ellos fue Roger Corman, amo y señor de las películas clase z de explotación. Y si bien Italia era el paraíso para ese tipo de productos, también hubo otros países que contaban con una infraestructura industrial suficiente como para producir este tipo de cine a muy bajos costos. La Argentina del final de la dictadura era uno de esos países. Y en 1983 Corman, asociado con el argentino Héctor Olivera (director de La Patagonia rebelde y La noche de los lápices) produjo acá un puñado de títulos, entre ellos El cazador de la muerte. No importan demasiado los detalles sinópticos, sino enterarse de que en esta película aparecen los nombres de reconocidos actores locales en papeles destacados, como Augusto Larreta (aquel del “¡Qué chucho, Manucho!”), Boy Olmi, y una muy joven Verónica Llinás. Es importante en esta historia el nombre del especialista en maquillaje y efectos especiales John Carl Buechler, que nos permite llegar a la última parada de este recorrido.
Bonus: Los extraterrestres (Enrique Carreras, 1983)
Y sí, en Argentina también se consigue. Surgida de la inagotable mente trash de Enrique Carreras, Los extraterrestres es una película protagonizada por la dupla rompetaquillas que integraban Alberto Olmedo y Jorge Porcel, los cómicos más populares del país en la ultrapop década de los ’80. En ella, como su título lo expresa con claridad meridiana, se parodia a E.T., el extraterrestre (1982), uno de los títulos ineludibles no solo de la filmografía de Steven Spielberg o de aquella década, sino de todos los tiempos. Esta vez Jorge y Alberto (en casi todos los títulos que compartían los actores le prestaban sus propios nombres a los personajes) trabajan en un hotel, oficio que se repite en varias de sus películas de forma nada casual. Es que este espacio permitía meter por todas partes escenas de mujeres con poca ropa, característica esencial de su filmografía.
Pero además de culos y tetas, esta vez los protagonistas se encuentran con un extraterrestre que aparece sin demasiada explicación en las inmediaciones de la casa de huéspedes. Como apenas habla y lo poco que dice es ininteligible, Jorge y Alberto bautizan a su nuevo amigo del espacio con el nombre de Monguito. Cosas que el humor actual no se permitiría. El diseño del bichito es sencillamente atroz. Cuenta la leyenda que el diseño del mismo le fue encargado al propio Buechler, quién se encontraba trabajando en aquellas películas de Corman y Olivera. Pero como no había mucha plata para invertir solamente se crearon una cabeza y un brazo, extremidad imprescindible para replicar la famosa escena del dedito luminoso. Es por eso que en la película nunca se ve al alienígena de cuerpo completo, que siempre anda cubierto con un vestido, pero agitando su brazo de acá para allá, alardeando de su única extremidad pasible de ser exhibida. A todo esto Buechler se volvió a su país sin haber participado del rodaje infame.