En 2021, después de que ganase la Copa América de Brasil -el primer título con la selección mayor, el que rompió la pared-, Lionel Messi había acordado con el Barcelona un contrato hasta junio de 2026. La vida -y la vida en el fútbol- después tomó sus propios caminos. Pero había un horizonte para Messi: el Mundial 2026 con epicentro en Estados Unidos y las subsedes de Canadá y México. El jueves, en los cuartos de la Copa América de Estados Unidos 2024 que la selección le ganó por penales a Ecuador después de haber estado al borde del nocaut, Messi intervino en ataque por primera vez a los 21 minutos. El partido anterior, ante Perú, no lo había jugado por la sobrecarga en el aductor de la pierna derecha contra Chile. Ante Ecuador, Messi tuvo el registro más bajo de toques de pelota (32) en un partido oficial en el que haya completado los 90 minutos con la Argentina desde la Copa América 2011. “Sentía que podía estar, no tenía molestias -dijo-. Pero sí miedo psicológico”. Este martes, Argentina jugará la semi frente a Canadá en el MetLife de Nueva Jersey. Y los ojos se agudizarán aún más alrededor del estado físico de Messi.
Primero, porque es Messi, y segundo, porque la selección argentina atraviesa una mini crisis de juego -yerros, ritmos a veces pastosos, luces intermitentes en la creatividad-, aunque el equipo siga igual y se sobreponga a las circunstancias, como la de los penales, gracias las atajadas de Dibu Martínez. “Él no lo va a decir, pero que Messi esté ahí adentro con nosotros es muy importante. Yo vi el esfuerzo que hizo. Vi hasta qué hora se quedó trabajando. Vi lo que sufrió por hacerlo por nosotros. Es como un hermano mayor. Lo vi preocupado. Le dije: ‘Disfrutá, porque el esfuerzo más grande que hiciste fue que nosotros nos sintamos seguros adentro de la cancha viéndote’. Todos los argentinos tienen que estar orgullosos del capitán que tenemos”, reveló Rodrigo de Paul, confidente de Messi, quien cumplió 37 años en plena Copa América. A pesar de que aguardaba en el banco Ángel Di María, quien dejará la selección luego de la Copa América, Messi no salió ante Ecuador. Lionel Scaloni le cede la decisión de seguir o no en la cancha. Y los compañeros hacen el resto, corren por él, duplican los esfuerzos. Saben, en el interior del plantel, que la clave para que Messi juegue el Mundial 2026 es ganar la Copa América. “Si no ganábamos el Mundial -confesó un campeón en Qatar 2022-, Messi se iba. Hay que tratar de estirar el mayor tiempo posible”.
Messi, en el panteón de los mejores de la historia junto a Alfredo Di Stéfano, Pelé, Johan Cruyff y Diego Maradona, adelantó su “jubilación” a mitad de 2023, cuando aterrizó en Miami para jugar en el Inter de la ciudad, el club-franquicia de David Beckham, rey del fútbol-marketing. El alejamiento de la alta competencia hacia la menor MLS coincidió con la reiteración de lesiones, molestias y ausencias. Si en Qatar 2022 se “vació” con el “ya está” después de la final ante Francia en el Lusail, Messi dice, partido tras partido en la selección, que “esto sigue”. La pregunta que se hará -y que muchos nos haremos- es a costa de qué y de cuánto. Es muy raro que Messi no esté vigente en el juego, un panorama que se abre hacia la incertidumbre. Porque aún en la versión actual, sin tanta dirección -y en parte porque siempre lo será-, es determinante. Con una conducción, con un pase gol, con una definición y, desde luego, con solo pararse adentro de una cancha. “A Messi, en el Mundial 2026, lo veo jugando en la posición que él quiera. Tengo ese sueño. Lo podrá jugar fácilmente”, había dicho, el 5 de septiembre de 2023, Claudio “Chiqui” Tapia, presidente de la AFA, en el Sports Summit Leaders, un espacio en el que se suele debatir más de los negocios que del juego del fútbol.
La mudanza de Messi al soccer aumentó el negocio pero no tanto la cultura fútbol en Estados Unidos. En 2024, Inter Miami pasó, en términos de valor de mercado, de 585 a 1020 millones de dólares (+74%). Inter saltó de ser el décimo club más valioso de la MLS al tercero. The Messi Effect (“El efecto Messi”) se llamará el libro en el que trabaja Paul Tenorio, periodista de The Athletic. Adidas. BitGet. Pepsi. Lay’s. Pro Evolution Soccer (now eFootball). Gatorade. Budweiser. Mastercard. Mengniu. OrCam. Cirque du Soleil. Michelob. Ultra Royal Caribbean. Hard Rock International. Son sólo un puñado de las empresas -mayoría de origen norteamericano- con las que la marca Messi tiene contratos. La final de la Copa América, el domingo que viene, se jugará en el estadio de una de ellas: en el Hard Rock de Miami. ¿Qué pasará cuando no esté Messi (cuando se retire)? Algunos recordaron que, tras Pelé, el Cosmos de Nueva York dejó de existir. ¿Cuánto pierde la FIFA sin Messi en la Copa del Mundo 2026, el que podría ser su sexto Mundial, y el récord absoluto de presencias?
Pero el asunto es el Messi futbolista. En el soccer, caminando la cancha, juega para divertirse, sin exigencias mayores. No es igual que en la selección en una Copa América, aunque comprenda el juego como nadie, regule las corridas con la pelota al pie y los piques, y asombre con su magia a la mínima intervención. Es el primero que lo sabe. El paso del tiempo es inevitable. Y pasó, como lo comprobamos con las recientes fotos inéditas en las que un Messi de 19 años baña -o “bautiza”- a un bebé de seis meses en 2007, en el marco de una producción para un calendario solidario. El bebé es Lamine Yamal, el delantero del Barcelona, de 16 años, titular en la selección de España que jugará la semi de la Euro ante Francia, este martes, el mismo día que la Argentina de Messi, quien dijo antes del inicio de la Copa América que no está preparado para dejar el fútbol.
“Messi es la renovación sin límite del drama de los límites -escribe José Santamarina en Ya está. Variaciones sobre Messi (2024)-. Es la noción de que estar vivo viene con querer lo imposible y con su consecuente frustración, y la paciencia de que no queda otra que insistir, al ritmo de lo que pide el cuerpo. Si el ser humano está llamado a lo que no puede, que vaya igual: cuando comprueba que no vuela, se inventa unas alas, cuando comprueba que acabar no era para tanto, se vuelve a calentar. Messi resuelve ir otra vez todas las veces, ya no hasta que la Copa del Mundo lo detenga, sino hasta que la muerte lo separe”. Messi, lo intuimos, es una anomalía del fútbol.