El desembarco de un personaje como Matt Murdock- Daredevil, un justiciero ciego atormentado por diversos traumas del pasado y por la culpa católica, un abogado de día y héroe enmascarado de noche, que intenta proteger a los desposeídos en una New York cada vez más corrupta, racista y gentrificada, abrió un nuevo horizonte para el universo Marvel. Un horizonte donde podía llevar a cabo tramas psicológicas complejas, lenguaje agresivo, un uso sangriento de la violencia y la incorporación de temas actuales que hacen a las nuevas formas que toma la explotación y las desigualdades neocapitalistas.
Desde la primera escena, Daredevil: Born Again viene a demostrar que en su traspaso de Netflix a Disney+ no perdió nada de su atmósfera oscura, ni ha cedido un ápice en lo que hace a complejidad y violencia de la serie original. Es decir, no ha hecho nada para adecuarse al inocente espíritu primigenio de Walt Disney. Por el contrario, los primeros quince minutos de este renacimiento del héroe no vidente pueden considerarse un verdadero clímax del arte televisivo que muestran a un Daredevil brutal en una de las luchas cuerpos a cuerpos mejor filmadas del streaming. Y que, a su vez, lo enfrentan a dilemas morales respecto de si se puede hacer justicia en el mundo actual apelando solamente a la ley y no violando el mandamiento religioso y humano del “no matarás”.
La serie arranca con el clásico trío protagónico de amigos compuesto por Matt Murdock (Charlie Cox), Foggy Nelson (Elden Henson) Karen Page (Débora Ann Woll) intentando disfrutar de un momento solaz en un bar del barrio de Hell’s Kitchen. Pero el placer no dura mucho y se ve prontamente amenazado por el malvado Bullseye (Wilson Bethel) y su pandilla. Esta banda maligna provoca la metamorfosis de Matt a Daredevil y lo lanzan a una feroz pelea que culmina en una tragedia, que supone para el protagonista un nuevo trauma tan profundo como el del asesinato de su padre, su ceguera o la muerte de Elektra en sus brazos. Esta tragedia, con reminiscencias homéricas, producen en Matt Murdock una de esas proverbiales cóleras del personaje que le llevan a tomar drásticas decisiones: en este caso, abandonar la máscara y la identidad nocturna de superhéroe.

Pero, tal como en el caso de Aquiles en la guerra de Troya, abandonar el puesto de guerrero heroico en la batalla supone el advenimiento de nuevos males y plagas. Éstas se presentan, como era de esperar, bajo la figura del némesis y archienemigo paradigmático de Daredevil: Wilson “Kingpin” Fisk (Vincent D’Onofrío). Un Fisk que, siguiendo una creciente tendencia mundial, abandona su dedicación exclusiva al imperio del crimen y al mundo de los negocios financieros turbios -para los que deja un espacio de dedicación semiexclusiva- y entra en las lides de la política.
A pesar de su pasado como criminal convicto los ciudadanos neoyorquinos apoyan la candidatura de Fisk a la alcaldía de New York en una campaña montada a través de las redes sociales donde florecen la radicalización de los discursos de odio, un llamamiento al orden y el fin de la delincuencia y otros tantos tópicos remanidos que forman parte de las agendas de las derechas populistas globales. Cualquier semejanza con la realidad no es mera coincidencia. Es tan fácil ver en Frisk un reflejo de Trump, como extrapolar las aventuras políticas del personaje a experiencias tales como las de Bolsonaro en Brasil o de Milei en la Argentina.
La situación planteada supone que, a la vez que Matt deja de ser Daredevil, Wilson intenta dejar de ser Kingpin, aunque en sendos casos, ambos no pueden dejar del todo su pasado atrás. Así la narración da cuenta, una vez más, algo que parece cosa sabida: frecuentemente los enemigos tienden a parecerse en tantos aspectos como los que los diferencian.
Esta nueva etapa del serial Daredevil deja más claro que nunca que así como Charlie Cox es el actor que mejor interpreta las dualidades de Matt como abogado y héroe justiciero; la dicotomía entre el enmascarado y el hombre de traje y su propia concepción de justicia; no hay como Vincent D’Onofrío para encarnar los matices y complejidades del personaje de Fisk: la combinación de un estilo aparentemente calmo y refinado que contrasta con ataques de ira difíciles de contener y una menta calculadora y racional que pergeña las acciones más violentas. Aunque, quien mejor define a Fisk -en palabras que parecen prestadas de alguna canción de Lali- es el comisario de Hell: “Un niño llorón que quiere que lo quieran, un monstruo que quiere reescribir su legado…”

Daredevil: Born Again resulta un producto sumamente atractivo y adictivo tanto cuando incursiona en los género policial, de acción, fantástico, drama psicológico, o el subgénero de las películas de juicio. Pero a la vez tiene la estructura de las obras de arte clásicas: así como Aquiles, Matt tendrá una segunda cólera -la aparición de un sanguinario asesino serial que aterroriza las calles de Nueva York- que le hará volver al campo de batalla y volver a ponerse el traje de Daredevil.
Pero, más allá de criminales circunstanciales, de la pérdida de algún superhéroe entrañable de Marvel a manos de Fisk, el público espera algo que seguramente se sucederá en los tres episodios que restan de la primera temporada: es decir, el duelo final y la orgía de sangre entre Daredevil y Fisk. Otra de los grandes aciertos del guion es hacer encontrar solo en escasas y contundentes ocasiones a los personajes antagónicos -que constituyen un verdadero tour de force interpretativo por parte de Cox y D’Onofrio- y aun así mantener latentes la tensión, los sentimientos de rabia y odio más o menos contenidos presentes en ambos. En definitiva, Daredevil: Born Again no es solo una gran opción de entretenimiento, sino uno de los mejores productos jamás visto de Marvel que se hayan llevado al streaming.
Daredevil. Born Again
Showrunner: Dario Scardapane. Directores: Justin Benson y Aaron Moorhead. Elenco: Charlie Cox, Vincent D’Onofrio, Margarita Levieva, Deborah Ann Woll, Elden Henson.
Los primeros seis episodios ya están disponibles en Disney+. Estrena los martes.
