La llegada de Ander Herrera a la Argentina para jugar en Boca tuvo una nota de color, un recorte que dio vueltas por las redes porque salía de la caja en la que se enmarcaba la noticia sobre el jugador español. Un argentino fanático del Zaragoza, el club en el que se formó Herrera y del que también es hincha, fue a reclamarle un diálogo. Quería hablar con él, saber por qué estaba en Buenos Aires y no en la capital del Ebro para jugar en La Romareda y ayudar a su club a volver a la Primera.

Después juntémonos, por favor. Aguante Zaragoza, Ander. Vamos, carajo, vamos. Salgamos de estos doce años”, gritó el hincha mientras Herrera subía a una van. Uno de los periodistas que estaba en el lugar, Lucas Bendayan, captó el momento y siguió en un diálogo con el hincha. “Tiene que hablar conmigo. No sé por qué está acá y no en Zaragoza”, dijo con mucha seguridad en su tono porteño. Más allá de lo imperativo, de un hincha exigiendo en persona que un futbolista se siente a darle explicaciones, lo que dejó el episodio fue el porqué era del Zaragoza. “Por Héroes del Silencio”, respondió. Fútbol y rock.

El hincha argentino del Zaragoza se llama Gastón Castro. Su historia no es nueva. Hace tiempo que hay perfiles y crónicas escritas sobre él en medios españoles. Y es interesante porque Gastón rompe con esa noción que se tiene acerca de cómo nos hacemos hinchas de nuestros equipos: los padres, los abuelos, el barrio, la ciudad, los amigos, un jugador, las casualidades, una historia de amor, lo inexplicable. Gastón agrega: una banda de rock.

Y no se trata de un hincha así nomás, alguien que está apenas atento a las noticias a más de diez mil kilómetros de distancia. O que tiene simpatías porque su banda favorita es de un equipo, como si te gustara Die Toten Hosen y fueras del Fortuna Düsseldorf o que por Ska-P siguieras al Rayo Vallecano, algo que pasa, incluso con otras bandas o músicos. Gastón es un hincha comprometido, y no sólo porque es capaz de ir a pedirle explicaciones a Ander Herrera. En 2018, la revista Panenka publicó un artículo sobre su historia. A fines de los noventa, quizá cansado del fútbol argentino, sin equipos que lo ataran, que lo apasionaron, eligió al Zaragoza por Héroes del Silencio, la banda de la ciudad, la de Enrique Bunbury, cuyo vínculo con el fútbol también encuentra a Luis Enrique. Cuando era jugador, Luis Enrique celebraba sus goles con gesto que imitaba a Bunbury.

Todo en la vida del hincha argentino gira en torno al Real Zaragoza: su oficina, sus vacaciones e incluso las quedadas con sus amigos, que el propio Gastón trata de ubicar en fechas en las que el club de La Romareda no disputa ningún partido. Una pasión desmedida, casi enfermiza, por el simple hecho de sufrir el fútbol”, escribió Toni Cerdá en Panenka seis años atrás. Una foto lo muestra exhibiendo la camiseta 22 de Diego Milito, que jugó en el Zaragoza junto a Gabriel, su hermano. Y un video lo tiene presente en un homenaje a Leonardo Ponzio, que también fue jugador de su club.

Gastón arma sus vacaciones para ir a Zaragoza. No para hacer turismo, para ver a su equipo, para estar en su lugar. “No me interesa ver el mundo, ni París, ni nada, quiero ir a Zaragoza y estar ahí, reflexionando, me trae mucha paz”, le dijo al diario digital El Español, donde contó que en una ocasión viajó desde Buenos Aires con 300 globos, 150 azules y 150 blancos, para armar una fiesta en la tribuna.

¿Explicación? No hay una explicación. En Pompeya, su barrio, Gastón ideó un mural que todavía se mantiene en un paredón, sobre la calle Fructuoso Rivera. Lo hizo el artista Matías Besomi, @Retumbeee. El escudo y una frase: “El amor no admite cuerdas reflexiones”. La línea le pertenece al poeta nicaragüense Rubén Darío. Bunbury la hizo canción. Gastón la llevó a un mural. Zaragoza está en una pared al sur de la Ciudad de Buenos Aires.

El episodio con Ander Herrera (que en otra ocasión tuvo que frenarlo, decirle que no era el momento para hablar) sirve para -otra vez- entender que el amor en el fútbol es algo inexplicable. No tiene lógica. Me hizo acordar a aquella respuesta de Sebastián Wainraich a un entrevistador que no entendía qué es ser hincha. “Es como el amor, justamente. No sé por qué quiero que un equipo le gane al otro. Es absurdo, es ilógico, pero me pasa, no lo voy a reprimir ni a negar”, le dijo Sebastián. Y es tan lindo ser hincha, en la alegría y en la tristeza, y también en la distancia, como lo vive Gastón.