En las últimas tres décadas, en la Argentina se triplicó el área de cultivos, y los rendimientos por hectárea crecieron un 60%. Sin embargo, esta expansión agrícola, que se hizo desplazando bosques y pastizales naturales, está generando impactos impensados en los ecosistemas, acelerando y profundizando la pérdida de biodiversidad, la contaminación y los fenómenos climáticos extremos.
“Hoy se está extendiendo la agricultura hacia tierras cada vez más secas. Y lo que ocurre es que lugares que nunca se inundaban ahora lo hacen. Esto resulta en una salinización de los suelos”, advirtió el ingeniero agrónomo Esteban Jobbagy, director del Grupo de Estudios Ambientales (GEA) de la Universidad Nacional de San Luis. “Es como una maceta a la que no regamos nunca y de pronto la llenamos de agua. Al irse, la superficie queda blanca. Esto sucede porque mientras está la tierra seca, las sales suben por capilaridad”, explicó el docente e investigador del Conicet, quien fue el orador de apertura del IX Congreso Internacional de Comunicación Pública de la Ciencia (Copuci), realizado del 2 al 4 de octubre en la sede de la universidad puntana.
El científico y divulgador se refirió a un fenómeno llamativo y poco estudiado: el nacimiento de ríos nuevos, por una combinación de lluvias y brotes de agua subterránea, lo cual, genera inundaciones y aluviones de barro. Y sostuvo que si bien hay un componente en la dinámica de las inundaciones que está vinculado al clima; señalar al Cambio Climático como su causa principal es un error.
El efecto «mate» y los mitos sobre el agua
Las inundaciones son cada vez más frecuentes no solo por las lluvias sino por el tipo de agricultura que hacemos. “Una de las cosas que descubrimos es que el tipo de plantas que sembramos y la profundidad de sus raíces influyen mucho. Reemplazamos pastizales naturales con raíces profundas, por soja que tiene raíces más cortas. Esto genera un efecto parecido a cebar un mate con la bombilla muy arriba. Queda con agua en el fondo, y la próxima vez que vertemos agua, rebalsa”, explicó.
Por otro lado, el científico y divulgador comentó que existen muchos mitos respecto del agua, y uno de ellos es sobre su escasez. “En Argentina el principal problema no es la cantidad, sino la calidad del agua, que en zonas muy extensas del país contiene arsénico. Esto ocurre porque nuestra llanura está hecha de polvo y ceniza volcánica. Y esa ceniza volcánica tiene arsénico, que al contaminar el agua genera problemas de salud a largo plazo”, señaló.
Jobbagy también destacó que mientras en casi todo el mundo el mayor factor de contaminación es el exceso de fertilizantes, en Argentina el problema es el exceso de herbicidas, que, de forma similar a lo que ocurre con los antibióticos, generan resistencia. “Somos campeones mundiales en aplicación de herbicidas, y lo que ocurre es que van apareciendo malezas que obligan a usar productos más fuertes. Esto provoca la contaminación de suelos, aire y agua más allá de su zona de aplicación, con consecuencias en la salud que son cada vez más denunciadas y estudiadas.
Finalmente, remarcó que un mito muy común es culpar a la lluvia por los desbordes de los ríos y las inundaciones, sin tomar en cuenta que estos fenómenos tienen un componente clave que es el mal uso de la tierra. “Esto es una buena y mala noticia a la vez. Es mala porque tenemos más culpa de la que quisiéramos admitir. Pero es buena porque hay cosas que podemos hacer para remediarlo”.