En Argentina, el yaguareté está categorizado como animal en peligro de extinción. Pertenece a un tipo de especie que se conoce como «paraguas», porque su conservación ayuda a otras especies y ecosistemas amenazados. “La ciencia también –comparó la Red Argentina de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (RAICYT)– es el paraguas que nos protege y mejora nuestra vida cotidiana”. Eligió la metáfora con el felino para definir la situación de la ciencia en el país: “En peligro de extinción”.

“Si continúa este ajuste, en un año se destruye todo, sin eufemismos”, advierte Jorge Geffner, director del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS), docente en la Facultad de Medicina de la UBA, investigador de Conicet y miembro de RAICYT. Con 69 años, ya le tocó atravesar otras crisis que tuvieron como blanco a la ciencia y las universidades, como pasó bajo el menemismo y el macrismo. Esta vez, asegura, es distinto: “No sólo me parece: lo dicen los datos. En nuestro instituto de acá a un año perdemos el 30% de la gente. En la Facultad de Medicina, si comparamos le gente que se presentó para el doctorado en 2023 y 2024, bajó un 40%. Son datos trágicos, el país pierde el futuro”.

Las cifras se replican en distintas áreas. Ya lo admitió Alicia Caballero, presidenta de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), ante rectores del Comité Interuniversitario Nacional: “No tenemos fondos”. Así justificó que no se abrirán nuevas convocatorias a proyectos de investigación científica. No se suman nuevos, y mientras se van los que están: de acuerdo al Indec, desde diciembre ya se perdieron 2500 puestos de trabajo en el sector científico. Más de la mitad son del Conicet, donde el viernes realizaron una masiva asamblea.

El golpe alcanza a la investigación científica y a las universidades. Ambas van de la mano. El 60% de las personas que hacen ciencia en nuestro país trabajan dentro de las universidades nacionales. “Por ejemplo el Departamento de Informática, en Exactas, se está vaciando de docentes. En un año y medio desarticulás grupos de investigación que llevan no menos de cinco años construir. Hay una disonancia en los tiempos y hoy el éxodo ya es masivo”, afirma Geffner, mientras crecen la preocupación y la organización en el ámbito científico y académico: este mes el reclamo en defensa de las universidades podría volver a llenar las calles, como lo hizo en la multitudinaria Marcha Federal Educativa de abril. El martes habrá «ruidazo» de personal universitario reclamando la aprobación de la Ley de Financiamiento, el jueves harán paro con movilización al Congreso, y si hay veto se vendrá la marcha.

Foto: Diego Martínez

Sin cimientos, se cae

El argumento mileísta es que «no hay plata», pero la que hay no se usa. El presupuesto prorrogado y devaluado de 2023 se subejecuta al extremo. Según un informe del Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación (CIICTI), el recorte de la ejecución llega al 34,4% y “empeora mes a mes”. En julio la Función Ciencia y Tecnología del Presupuesto Nacional se encontró un 51,6% por debajo en términos reales respecto al mismo mes de 2023. El economista Fernando Peirano, titular de la Agencia I+D+i entre 2019 y 2023, detalló que la inversión anual en Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) “se estabilizó en los 50 millones de dólares anuales entre 2022 y 2023”. Casi la mitad de lo que pretenden asignar a la SIDE en fondos reservados.

“El desfinanciamiento, el anuncio de que no se van a pagar los PICT, es como un tiro en la nuca. Todavía guardo la esperanza de que no sea verdad. Si eso se cumple es fatal, implica que la mayoría de los científicos no va a poder trabajar”, lamenta Rachel Chan, directora del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL) y creadora de la tecnología HB4 para mejorar los rendimientos de cultivos en contextos de sequía. El viernes, el subsecretario de Prensa de la Nación, Javier Lanari, se ufanó de que ese desarrollo fue aprobado en EE UU: «Orgullo nacional», publicó.

“Escuché a funcionarios decir que no quieren financiar ‘pavadas’ y tirarse contra las Ciencias Sociales. No estoy de acuerdo con esa mirada, pero además este tipo de medidas perjudica a las ciencias experimentales más que a las sociales. La física, la química experimental, las que dependen de reactivos y equipos carísimos. Las personas que incorporamos a nuestros proyectos son formadas dentro de la universidad pública en ciencia básica. Si esa gente no existe no tenemos cómo nutrir el proyecto. Lo más importante son las personas. Y ya empezó el éxodo”, denuncia Chan. De los diez grupos que trabajan en su instituto ya se perdió uno: el investigador que lo encabeza se fue a España y lo están siguiendo sus siete becarios.

Formación de recursos humanos e inversión en ciencia básica. Sin eso, dice la experta, no hay ciencia. Pone como ejemplo el famoso trigo HB4. “Esto se hace sólo con ciencia básica previa e inversión del Estado, luego con asociación público-privada. No surge de un día para el otro porque a mí se me ocurre. El que diga ‘vamos a invertir solo en ciencia aplicada’ está equivocado. No se hace así ni acá ni en ningún lugar del mundo”.

En emergencia

Un investigador de Conicet gana entre 800 y 900 mil pesos. Un docente de universidad pública que ingresa con dedicación exclusiva, menos de 700 mil. La mayoría, con dedicación simple, recibe mucho menos. “Están al frente de comisiones y cobran 130 mil pesos. Son salarios irrisorios. Hay una enorme fuga de docentes a universidades privadas, que pagan entre dos y cuatro veces más. Está al borde de que no tengamos docentes para cubrir las materias que hay que dar”, remarca Rodrigo Quiroga, bioquímico y profesor de la Universidad de Córdoba.

“Hoy Conicet tiene cerrado el ingreso a la carrera. Quien termina un doctorado no puede ingresar. Entre jubilaciones y renuncias, hay 400-500 personas menos este año. Se está achicando”, refleja Geffner.

En la UBA, el Consejo Superior declaró la emergencia y votó una resolución para reclamar al Senado la aprobación de la ley que garantiza una actualización salarial para los 190 mil docentes de universidades nacionales y los poco más de 50 mil no docentes. Podría suceder esta semana. El viernes, la RAICYT entregó un petitorio con más de doce mil firmas en defensa de la ciencia. Nadie los recibió. Lo que está en juego es demasiado: el sistema científico argentino agoniza. «

La palabra de Rabinovich

“Si el apoyo de la Agencia se discontinúa, la ciencia y la tecnología argentina indefectiblemente van a desaparecer”, advirtió el reconocido nacional e internacionalmente bioquímico e investigador de Conicet, Gabriel Rabinovich. “Sin avances científicos, sin salud, y sin educación no hay forma de concebir la libertad”, escribió en su cuenta de X. Su labor científica permitió el diseño de nuevas terapias en cáncer y autoinmunidad. Fue posible por el “apoyo sostenido de la Agencia durante muchos años a través del Foncyt y Fonarsec para lograr transferir nuestros descubrimientos”. Sin inversión, menos ciencia y menos salud.

Dos funcionarios reaccionarios al frente de las áreas

“Dejaron de desembolsar dinero con el verso de que van a auditar. ¿Qué van a auditar si es todo dinero del BID? Los famosos PICT que nos cortaron se basan en préstamos para eso del Banco Interamericano de Desarrollo. No es que nos subsidian los impuestos de la gente. De hecho, la Agencia es auditada y si no lo usa para eso lo tiene que devolver con intereses. Pasó en la época de Macri. No es que si nos sacan los subsidios le dan esa plata a un niño pobre o a un jubilado. Es gente que no tiene idea de cómo funciona el sistema. Eso es lo vergonzoso”, se indigna una científica del Conicet al frente de un laboratorio. Apunta a Alicia Caballero, al frente de la Agencia I+D+i. Los mismos cuestionamientos recaen sobre quienes están al frente de la ciencia y las universidades bajo el gobierno de Javier Milei: el titular del Conicet, Daniel Salamone, y el subsecretario de Políticas Universitarias, Alejandro Álvarez.

Salamone, un veterinario con experiencia en clonaciones, fue noticia en los últimos días no sólo por la crisis del Conicet, sino por su negacionismo ambiental. “Quedate tranquilo estamos trabajando para que nos concentremos en ciencia basada en evidencias y no ideologías. VLLC”, le respondió en X a un usuario libertario que rechazó la Agenda 2030 y el cambio climático. “Ser negacionista del cambio climático es equivalente a ser terraplanista. ¿No será terraplanista Salamone y hasta el propio Milei? Hasta ahora nadie se lo preguntó”, planteó Enrique Viale, de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas (AAdeAA).

La formación académica de Álvarez es como profesor de Ciencia Política (UBA) y de Historia Económica (UNLaM). Más conocidos son sus antecedentes familiares: su padre fue fundador de Guardia de Hierro, la organización que confrontó con Montoneros y el ERP. Álvarez hijo exhibe esa impronta en redes, donde comparte notas de La Derecha Diario como la del ministro Cúneo Libarona, negando la diversidad sexual porque “no se alinea con la biología”, y atacando a los mismos docentes que debería apoyar.

Reactivos en el freezer

Mariana Viegas es bioquímica y viróloga. Como investigadora del Conicet, siempre trabajó en genómica de virus respiratorios en hospital público. Cuando irrumpió la pandemia lideró el Proyecto PAIS, que secuenciaba genomas de SARS-CoV-2, con financiamiento del Ministerio de Ciencia, hoy rebajado a Subsecretaría.

“Llegamos a obtener 10 mil genomas con muy bajos recursos. Todo con un subsidio de 100 mil dólares. En Inglaterra el consorcio tuvo 20 millones de libras. Cuando lo contaba no me podían creer”, recuerda. “Tengo reactivos que me quedan de cuando podíamos comprar. El investigador argentino siempre tiene eso de ahorrar y atar con alambre. Desde que asumió Milei, los subsidios que teníamos ganados no están. Tenemos cosas en los freezer y el día que se termine eso, se termina nuestro trabajo”, lamenta. “Hoy no puedo ofrecer a nadie hacer su tesis conmigo porque no puedo comprar reactivos para que haga experimentos. Es muy desahuciante. Siento que todo lo que hice se va a desperdiciar”.