Una buena noticia para la literatura argentina: Selva Almada otra vez nominada para el Premio Booker Internacional. Esta vez por su novela No es un río traducida por Annie Mc Dermott como Not a River y por la editorial ubicada en Edimburgo Charco Press y dirigida por la traductora argentina e investigadora de la literatura latinoamericana Carolina Orloff quien se radicó en ese país.
El nombre de Selva Almada figura en la “lista larga” que incluye a otros doce escritores. Los libros de los semifinalistas fueron seleccionados entre 149.
Ello son: Rodrigo Blanco (Venezuela) por Simpatía, Ia Genberg (Suecia) por The details, Jenny Eperbenbeck (Alemania) por Kairós, Úrsula Honek (Polonia) por White Nights, Hwang Sok-Yong (Corea) por Mater 2-10, Ismail Kadaré (Albania) por A Dictator Calls, Andrey Kurkov (Ucrania) por The Silver Bone: The Kyiv Mysterie, Verónica Raimo (Italia) por Lost on Me, Domenico Starnone (Italia) por The House on Via Gemito, Itamar Vieira Junior (Brasil) por Tortuoso arado traducida como Croooked Plow y Gabriela Wiener (Perú) por Huaco Retrato traducida como Undiscovered.
El premio está dotado de una remuneración de 50.000 libras esterlinas compartidas en partes iguales por el autor/a y el traductor/a. Además, cada uno de los finalistas recibirá 2.500 libras esterlinas. Para acceder al Booker Internacional hay dos selecciones previas a la premiación: la lista larga y la lista corta, integrada por seis autores. El 9 de abril se anunciará quiénes son los integrantes de la lista corta y el 21 de mayo se sabrá el nombre del ganador o ganadora.
En esta oportunidad el jurado está presidido por la escritora canadiense Eleanor Wachtel y participan de él la poeta estadounidense Natalie Diaz, el escritor británico Romesh Gunesekera, el escritor británico Aaron Robertson y el artista sudafricano William Kentridge.
Al dar los fundamentos para la inclusión de Selva Almada en la lista larga del premio dijo que No es río “es una novela palpitante, febril, que se mueve como el agua en corrientes de sueños y superposiciones de Tiempos”.
Además de Selva Almada fueron finalistas de este premio también otras escritoras Argentinas: Samanta Schweblin (en 2017 por Distancia de rescate, en 2020 por el libro de cuentos Pájaros en la boca y en 2021 por la novela Kentukis,) Mariana Enríquez por Los Peligros de fumar en la cama, Ariana Harwicz por Matate, amor, Claudia Piñeiro por Elena Sabe y Gabriela Cabezón Cámara por Las aventuras de la China Iron.
Algo para destacar: la novela de Selva Almada que hoy integra la lista larga del premio Booker Internacional fue traducido a través del Programa Sur que depende de Asuntos Culturales de la Cancillería. Su misión es entregar subsidios a las editoriales extranjeras para que libros argentinos sean traducidos a otras lenguas.
De esta forma, no sólo da a conocer a escritores argentinos en otros lugares del mundo, sino que amplía el mercado editorial del país. Pese a su importancia tanto cultural como económica, este año, gobierno de Javier Milei mediante, no tiene presupuesto con lo que corre el riesgo de desaparecer, dado que es probable que el monto se reduzca de manera tan drástica que no se haga viable.
Para citar sólo un ejemplo, para la editorial Charco Press No es un río es la cuarta nominación que recibe. Todas ellas pertenecen a escritoras argentinas que fueron traducidas gracias al respaldo del Programa Sur de Traducciones que, como la mayoría de las iniciativas culturales son suprimidas o reducidas a su mínima expresión por el actual gobierno argentino.
Selva Almada, una trayectoria
La escritora, nacida en 1973 en Villa Elisa, Entre Ríos que actualmente reside en Buenos Aires irrumpió con fuerza en el mundo de la literatura en 2012 con la novela El viento que arrasa. Pero no fue ésta esta su primera incursión literaria. Anteriormente había publicado el poemario Mal de muñecas (2003) y los libros de relatos Niños (2005) y Una chica de provincia (2007).
Al suceso de El viento que arrasa le siguieron Ladrilleros (novela, 2012), Chicas muertas (no ficción, 2014), El mono en el remolino. Notas de rodaje de Zama de Lucrecia Martel (2017) y El desapego es una forma de querernos (cuentos, 2020). Con la publicación de No es un río en 2020 cerró la “la trilogía de varones” que integran también sus dos novelas anteriores.
En el momento de la aparición de la novela que hoy es semifinalista del premio Booker Internacional, le dijo a Tiempo Argentino: “No es un río como en los dos anteriores, El viento que arrasa y Ladrilleros, la violencia masculina está muy naturalizada, forma parte de la vida cotidiana.”
Y gregó: “Creo que por eso conforman una trilogía. No hay ninguna sorpresa cuando aparece la violencia, es algo que está ahí, siempre latente y aflora en algún momento del relato, pero no es tomada ni con condena ni con sorpresa. Tanto la pesca como la caza son rituales masculinos, grupales. Nadie va a cazar solo y, aunque se pesca en silencio, por lo general, se hace en grupo. Las dos implican un acto violento como es matar a un ser”.
Su contacto con el río se dio de adolescente, a los 17 años, cuando dejó su lugar de nacimiento y se fue a vivir a Paraná. Según la autora No es un rio “es también un homenaje, es algo que yo quería escribir sobre Entre Ríos y por eso el río está tan presente”.
Oportunamente, Selva Almada también le contó a Tiempo Argentino que creció leyendo a Juan Carlos Onetti, “quería ser como él cuando sea grande”. Aseguró que aprendió mucho de Fannery O´Connor y que siente admiración por Erskine Caldwel. Entre los autores nacionales, Horacio Quiroga es uno de sus favoritos.
La narrativa de Selva Almada es poderosa y contundente y está marcada por el paisaje. Leyéndola se reconoce a una escritora que creció lejos del asfalto de la ciudad y que, por lo tanto, tiene con la naturaleza una relación más íntima que, sin duda, se vuelca en su escritura.
Habrá que esperar para saber si de la “lista corta” del Premio Booker Internacional pasa a la “lista corta” y posteriormente resulta ganadora. Pero más allá de los resultados, Almada ya tiene un lugar bien ganado en la literatura.