A cuatro días de las elecciones catalanas del 21D todavía no hay ninguna encuesta que haya podido a señalar a un posible claro ganador en esta crucial cita electoral. Según señalan fuentes citadas por el diario catalán El Nacional, los últimos sondeos apuntan hacia un triple empate entre las formaciones mayoritarias. En palabras de la consultora citada por este medio, Ciudadanos (C’s, liberales unionistas), Esquerra Republicana (ERC, izquierda soberanista) y Junts per Catalunya (JuntsXCat, liberales soberanistas) discuten por una victoria por la mínima diferencia en la recta final de la campaña electoral.
Los medios generalistas de tirada nacional también apuntan a un posible triple empate con un margen de unos 30 escaños para cada uno de los tres principales partidos políticos catalanes, aunque calculan una victoria in extremis de la candidata de la formación naranja (C’s) Inés Arrimadas. Si efectivamente se cumpliesen estos pronósticos, sería un duro golpe para las aspiraciones soberanistas, puesto que esa sería la fuerza llamada a tratar de formar gobierno. El problema es que ni siquiera los pronósticos más halagüeños para el unionismo pueden hacer cerrar los números.
El bloque constitucionalista está compuesto fundamentalmente por los tres grandes partidos nacionales: Ciudadanos, de Inés Arrimadas; el Partido Socialista de Catalunya, de Mikel Iceta; y el Partido Popular, de Xabier García Albiol. La izquierda nacionalista anticapitalista de las CUP repetiría resultados y los Comunes de Xabier Domenech (sello catalán de Podemos y sus confluencias de la izquierda) se perfilarían como el partido bisagra, que podría otorgar a un bloque u otro la mayoría necesaria para acometer un gobierno de estabilidad. Algo que a priori parece difícil, dada la postura de los Comunes que afirman mantener graves discrepancias de fondo con ambos bloques.
Según la última estimación de Metroscopia para El País, ninguno de los dos grandes bloques sería capaz de alcanzar la mayoría absoluta pese a estimar una participación superior al 80%. Fuentes de esta consultora señalaron que los llamados «constitucionalistas» podrían alcanzar una ligera mayoría del 44,9% frente al 43,8% del conjunto de partidos independentistas. En cualquier caso estos últimos seguirán manteniendo una mayoría de escaños en el Parlamento catalán.
Ante este escenario de atomización parlamentaria y por ende, de empate técnico, muchas voces se cuestionan hasta qué punto ha sido acertada la maniobra del presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, de llamar a las urnas a los catalanes inmediatamente después de haber intervenido las competencias autonómicas mediante la aplicación del artículo 155 de la Carta Magna.
Si bien esta articulación ha sorprendido a los partidos que conformaban la anterior coalición independentista JuntsPelSí (Convergencia y ERC) y ha acabado por socavar cualquier iniciativa de repetir la alianza, lo cierto es que tampoco se traduce en resultados plausibles para el bloque unionista, aunque sí beneficia a Ciudadanos. No sólo en Cataluña sino en resto del país, donde sus cotas de popularidad han ascendido a niveles récord en la corta historia de esta formación. Esto último podría ser nefasto para el actual ejecutivo del Partido Popular, salpicado por multitud de escándalos de corrupción y que ve cómo C’s le va cercando terreno por el ala derecha.
Estas elecciones se presentan en circunstancias nunca antes vistas en la historia de la democracia española. Por un lado, el líder de la coalición independentista que organizó la consulta popular sobre la independencia el pasado 1 de octubre, Carles Puigdemont, se encuentra actualmente «en el exilio» en Bruselas, un gesto que alberga una importante carga simbólica dada la condición de capitalidad de la Unión Europea que ostenta la ciudad belga.
A pesar de ello, Puigdemont se erige desde la distancia como el líder de su actual formación JuntsXCat, llamado a liderar la continuidad del proceso independentista en caso de ganar las elecciones catalanas. La Justicia española los reclama para juzgarlos por varios presuntos delitos contra la Constitución mientras que por su parte la Justicia belga decidió archivar la causa el pasado jueves. Algo que ha supuesto un durísimo revés para España y sus instituciones.
Por otro lado, la otra gran figura del movimiento independentista catalán, líder de Esquerra Republicana de Catalunya y ex vicepresidente de la Govern, Oriol Junqueras, se encuentra actualmente en prisión preventiva acusado por presuntos delitos de prevaricación, desobediencia al Tribunal Constitucional y malversación de Caudales Públicos. Su partido, ERC, pretende llevar a cabo el acto final de campaña en la explanada de la prisión en la que se halla como una forma de denunciar «la represión a la que se ven sometidos los partidarios de la independencia». Los medios afines a la causa independentista especulan con la posible irrupción de Puigdemont en suelo catalán en el día de las elecciones como un posible último golpe de efecto.
Ante esta coyuntura el Ministerio del Interior ha optado por reforzar la vigilancia policial en los principales pasos fronterizos y aeropuertos. A falta de escasos días para la cita electoral la tensión se palpa en los círculos políticos mientras la sociedad española asiste a un período de polarización sin precedentes en la historia moderna del país. «