El gobierno continúa buscando dólares por fuera del Fondo Monetario Internacional, ante las diferencias de criterio con ese organismo que dificultan la celebración de un nuevo convenio cuando finalice el actual. Las miradas difieren en dos cuestiones clave: la negativa a corregir el retraso cambiario y el mantenimiento del cepo, que a juzgar por las recientes declaraciones del presidente Javier Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo, podría mantenerse al menos hasta 2025.

Esas fricciones forzaron la deriva hacia nuevos rumbos en la búsqueda para conseguir divisas con las que afrontar la gran cantidad de vencimientos pautados para el año próximo. Según estimó la sociedad de bolsa Aurum Valores, se requieren unos U$S 7500 millones entre amortizaciones e intereses con organismos internacionales, más otros U$S 11.200 millones de deudas privadas (incluyendo los Bopreales del Banco Central) para cuyo pago también se requerirán billetes.

Un síntoma de la deteriorada relación entre el FMI y el gobierno nacional (un clásico de la política vernácula) lo muestra la demora de la auditoría pautada para mediados de agosto, que de ser aprobada liberaría la penúltima remesa por alrededor de U$S 550 millones (queda una última para mediados de noviembre). Según trascendió, el retraso se debe al parate por el verano boreal y la revisión comenzaría en los próximos días.

Las diferencias con el Fondo se agigantaron luego de que Javier Milei criticara en público al chileno Rodrigo Valdés, el director del Departamento para el Hemisferio Occidental de la entidad. “Valdés tiene mala intención manifiesta. No quiere que le vaya bien a Argentina. Él tiene otra agenda”, dijo el presidente en su momento.

Devaluar, sí o no

Más que cuestiones de piel o de buenas y malas ondas con el economista chileno (muy amigo de Federico Sturzenegger, ministro de Desregulación, y uno de los asesores preferidos de Milei), las divergencias son de política económica. Para el Fondo, la única manera de acrecentar las reservas es con libre entrada y salida de capitales y con un tipo de cambio alto. Diversos informes que circularon en la City porteña a propósito de este tema recordaron que los últimos acuerdos que firmó el organismo con Etiopía, Egipto y Pakistán tuvieron como requisito previo una devaluación de las respectivas monedas.

Caputo se niega a ello porque teme perder una de las principales anclas (la otra es la recesión) para domesticar la inflación. Por eso el ministro no quiere salirse de su pauta sobre el dólar, que sólo admite un deslizamiento de 2% mensual. Eso provocó un retraso cambiario que podría agravarse si el gobierno decide cumplir su promesa y eliminar el impuesto PAIS para la demanda de divisas. En ese caso, “el costo de gastar en el exterior será el menor en casi seis años, incluso si se mantiene la percepción del 30% correspondiente al adelanto de Ganancias, lo cual podría dar un impulso adicional a las salidas netas de dólares”, advirtió un informe de Ecolatina, aplicable tanto al turismo como a las importaciones en general.

Con ese panorama, la hipótesis de que el FMI podría ser una tabla de salvación en la emergencia quedó relegada. Caputo había anticipado en julio que ya se estaba negociando con la entidad y que podría haber un aporte de dinero fresco antes de fin de año, pero esta semana se desdijo. “Todavía no empezamos a hablar con el Fondo”, tuiteó para desmentir comentarios periodísticos incómodos.

La ruta del petrodólar

Ante la falta de resultados de los planes alternativos (no trascendieron avances del “repo” con un pool de bancos internacionales coordinados por el Santander), ahora la atención oficial se dirige a Arabia. El fondo soberano saudí tiene un capital de U$S 620.000 millones y a ese país se dirigirá una misión que encabezará Caputo y que, se dice, podría integrar la poderosa secretaria general Karina Milei, lo que revela la importancia que reviste para el Ejecutivo.

El viaje, programado para septiembre, implica riesgos diplomáticos, por los fuertes y reiteradas demostraciones de apoyo del presidente a Israel. En mayo, Milei dejó plantados a 19 embajadores del mundo árabe porque el representante de Palestina iba a participar del acto. También aseguró que mudará la embajada argentina a Jerusalén, reconociendo como territorio judío a esa ciudad que también es sagrada para los musulmanes. ¿Aceptará el gobierno dejar de lado esa militancia pro-israelí a cambio de un puñado de petrodólares? «