Mientras afuera, sobre la avenida, la policía disparaba balas de goma contra organizaciones sociales, de Derechos Humanos y feministas, que habían reaccionado luego de conocer el fallo, adentro, en el edificio de los Tribunales de Mar del Plata, Laura Melmann se desahogaba ante los micrófonos. “Mañana me voy a levantar y no la voy a tener nunca más. Ni Panadero ni los otros tenían derecho a quitarle la vida. Natalia amaba vivir la vida y estos hijos de puta se la quitaron”.
El martes, cuando la mayoría de la atención estaba puesta en la suerte de Nahir Galarza, la adolescente de Entre Ríos, finalmente condenada a la pena de prisión perpetua por el asesinato de su novio, en Mar del Plata, el Tribunal Oral en lo Criminal N°4 absolvía al ex sargento de la Bonaerense, Ricardo Panadero, acusado del secuestro, violación y asesinato de Natalia Melmann, ocurrido en febrero de 2001.
Panadero tuvo la suerte que no tuvieron sus compañeros durante el primer juicio, en 2002, que terminó en condena para los tres. Los jueces Jorge Peralta, Fabián Riquert y Juan Manuel Sueyro desacreditaron los testimonios aportados por la querella y consideraron que «no pudo mostrarse con claridad» que el ADN encontrado en un vello púbico de Natalia perteneciera al acusado.
Panadero ya había recibido el guiño de la justicia cuando quedó afuera del primer debate oral que condenó a los agentes Ricardo Suárez, Oscar Echenique y Ricardo Anselmini a la pena de prisión perpetua. Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia revocó aquella decisión y ordenó un nuevo proceso.
La fiscal Ana María Caro y la abogada de la familia Melmann, Lisa Cabral, habían pedido la pena máxima al entender que la participación de Panadero estaba acreditada por el rastro de ADN encontrado en el cuerpo de Natalia. Sin embargo, el tribunal concluyó que “dado lo incompleto del perfil correspondiente al pelo, las compatibilidades observadas no pueden ser consideradas como prueba concluyente de identidad”.
De acuerdo a la reconstrucción del Ministerio Público, el 4 de febrero de 2001, en la ciudad balnearia de Miramar, Natalia fue subida por la fuerza a una camioneta de la Policía Bonaerense. Adentro estaban los tres condenados en el primer juicio y, se presume, Panadero. La violaron, la asfixiaron y descartaron el cuerpo para lograr la impunidad.
“Los jueces han tomado parcialmente cuestiones para buscar la absolución de Panadero. Desde el comienzo del juicio se vio tendenciosa la actitud que tuvo el juez Peralta para trabajar como un defensor más del acusado”, se quejó Gustavo Melmann, padre de Natalia.
Por su parte, la madre reconoció no sentirse sorprendida por la absolución. “A mí no me llama la atención. Ya sabíamos que el juez Peralta estaba a favor del asesino, eso se vio de entrada”, dijo. Peralta y sus colegas advirtieron en el fallo que lo de Natalia “se trató de un horrendo crimen de género contra una niña de quince años de edad.” Después, dejaron libre al acusado.