La enorme mayoría de las crónicas internacionales hablaban de distensión. Las noticias daban cuenta de ventanas de negociación que podrían vislumbrar un cese de las hostilidades. Pero rápidamente Rusia demostró que la economía es una cuestión trascendente, pero solo una de las que importan en el mapa geopolítico.
Las dos caras. El viernes se conocía un avance diplomático después de cinco meses de conflicto. El mundo se esperanzaba con el anunció del acuerdo de Rusia y Ucrania, con la mediación de Turquía y la ONU para desbloquear la exportación de granos a través del mar Negro y aliviar la grave crisis alimentaria mundial.
Solo pocas horas después, Ucrania realizaba una denuncia recurrente en estos seis meses: un ataque destructivo de las fuerzas rusas. En este caso advertía que una cantidad indefinida de misiles impactaron contra el puerto de Odesa, justamente sobre ese emblemático Mar Negro, que es una ruta esencial para cumplimentar el acuerdo suscripto solo horas antes. «El enemigo atacó el puerto marítimo de Odesa con misiles de crucero Kalibr. Dos de los proyectiles fueron derribados por las fuerzas de defensa aérea. Dos impactaron en la infraestructura portuaria», señala el comunicado del gobierno ucraniano.
“Putin escupió en la cara del secretario general de la ONU, António Guterres, y del presidente turco, Recep (Tayyip) Erdogan, que han hecho enormes esfuerzos para alcanzar este acuerdo», salió urgente a declarar Oleg Nikolenko, portavoz de la cancillería ucraniana. También asegura que más de 20 millones de toneladas de granos se encuentran bloqueados en Ucrania, esperando para poder distribuirse y distender la crisis alimentaria de la región, que se generó con la guerra.
Por otra parte, murió un soldado y dos civiles en otro ataque contra infra-estructuras ferroviarias y el aeródromo militar de Kirovogrado, en el centro de Ucrania. Se trata de una ciudad de unos 220 mil habitantes, ubicada al sur de Kiev, a unos 300 kilómetros. Siempre según la versión ucraniana de los acontecimientos, Rusia reanudó los ataques en el corazón del país, luego de un respiro, aunque los combates en el este, en el Donbass, no cesaron y serían los finales para que esa región quedara en su totalidad bajo el control de Moscú. Rusia, por su lado, no habló de Odesa aunque sí de un ataque ucraniano contra la central hidroeléctrica de Kakhovskaya, en la zona de Jerson.
Las negociaciones y las acciones bélicas, claramente, corren por rutas paralelas. El pacto cerrado el viernes se busca desde fines de marzo, con el Estado turco como mediador clave. Establece «corredores seguros» para que los barcos ucranianos puedan operar en tres puertos del mar Negro: Odesa y sus satélites Pivdenny y Chornomorsk. Justamente el de Odesa fue atacado horas después. Rusia, hasta el momento, no aclaró lo que parece una postura claramente contradictoria.
A tal punto se celebró ese pacto que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, aseguró sonriente, en el salón principal del Palacio de Dolmabahçe, donde se realizó la ceremonia que «Hoy hay un rayo en el mar Negro: un rayo de esperanza, un rayo de posibilidad, un rayo de alivio». Al día siguiente, tal vez con la sonrisa borrada, no emitió declaración de ningún tipo.
Tal vez, el hombre tenga la información clave para desatar el intríngulis, la aparente contradicción rusa con Vladimir Putin a la cabeza, el apuntado como el diabólico hacedor de todos los males del planeta. Una contradicción que tal vez no lo sea. «