Luis Faraoni
La decisión de Donald Trump de abandonar en forma unilateral el acuerdo nuclear con Irán y reimplantar sanciones económicas contra Teherán parece no hacer mella en Rusia, China y la Unión Europea, que pretenden continuar comerciando con la nación islámica.
La UE, por ejemplo, reactivó una normativa que le permite evitar las sanciones estadounidenses contra Irán, con el objetivo de mantener con vida el acuerdo nuclear y poner a salvo las inversiones que involucran a Teherán y a compañías del viejo continente. Así lo anunció Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, órgano ejecutivo del bloque, durante un encuentro de líderes de la UE en Sofía. «Debemos actuar ahora. No negociaremos con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas, por dignidad», dijo Juncker.
El objetivo es que la medida entre en vigencia antes de que las sanciones estadounidenses se hagan efectivas el próximo 6 de agosto, para proteger a las pequeñas y medianas empresas para que puedan seguir haciendo negocios con Irán, expresó el funcionario europeo.
«Si los estadounidenses quieren respetar las reglas multilaterales y tratar a los europeos como sus aliados, podemos trabajar juntos. Si no, Europa defenderá sus intereses», sentenció el presidente de Francia Emmanuel Macron.
El estatuto de bloqueo que empezó a regir el viernes prohíbe e incluso pena a las empresas europeas que cumplan las sanciones que EE UU reactivó contra Irán tras su salida del acuerdo nuclear firmado en 2015 entre el país persa y las potencias. Al mismo tiempo, el estatuto contempla posibles indemnizaciones a las empresas europeas ante eventuales pérdidas derivadas del no cumplimiento de la normativa estadounidense.
El reglamento, creado inicialmente para eludir la ley Helms-Burton que aplicaba sanciones a quienes comerciaban con Cuba, permite a las empresas y a los tribunales europeos desconocer este tipo de leyes adoptadas por terceros países y estipula que las decisiones de tribunales extranjeros en base a estas no tienen efectos en la UE.
En tanto, Rusia y China, firmantes del acuerdo de Viena en 2015, buscan aprovechar los eventuales espacios dejados en el tablero comercial iraní por las multinacionales occidentales, que temen las represalias de Washington en base a la extraterritorialidad de las sanciones estadounidenses contra Irán.
Moscú, que mantuvo los vínculos comerciales en tiempos de las sanciones, firmó el jueves un acuerdo preliminar con Teherán en el marco de la Unión Económica Euroasiática, que reúne a Rusia y a varias ex repúblicas soviéticas.
El objetivo de ese acuerdo, en preparación desde 2016, es crear finalmente una zona de libre comercio reduciendo los aranceles sobre ciertos productos durante tres años y permitir a las empresas rusas estar bien situadas para seguir comerciando con Irán.
«El caso iraní probablemente lo que va a suponer es el fortalecimiento de China en la zona», porque la eventual salida de las empresas europeas para no tener problemas «en su mercado estadounidense» deja «huecos importantes a un potencia que parece que no tendrá ningún problema en ocuparlos», advierte una fuente diplomática europea.
Los rusos, acostumbrados a hacer negocios en un ambiente de sanciones económicas, no temen oponerse a Washington y China, necesitada de hidrocarburos y primer socio comercial de Teherán, parece que también tiene la intención de hacer caso omiso a las sanciones (ver aparte).
De esta manera, frente a la posible retirada de la francesa Total del proyecto de desarrollo del extenso campo gasístico iraní Pars-Sud, Irán advirtió inmediatamente que sería reemplazado por el gigante energético chino CNPC, socio de Total en este contrato de 4800 millones de dólares.
Desde Irán, el presidente iraní Hasan Rohani celebró en un acto público el creciente malestar de las potencias frente a la decisión unilateral de Trump. «Nadie apoya a Estados Unidos y el mundo entero está del lado de Irán», aseguró el mandatario.
Vía libre para el gigante
China, sedienta de hidrocarburos y primer socio comercial de Teherán, podría ignorar las sanciones estadounidenses e intensificar sus inversiones en Irán, pese al riesgo de un enfrentamiento con Washington.
Para Beijing, hay importantes intereses económicos generados por el acuerdo nuclear iraní de 2015, que firmó el gigante asiático, y del que la administración Trump acaba de retirarse con gran estruendo.
Empresas chinas estaban implicadas en junio de 2017 en al menos 33 mil millones de dólares de proyectos de infraestructuras en Irán, lo que ilustra el ambicioso programa económico de las «Rutas de la Seda» que despliega Beijing en Asia, y más allá.
El restablecimiento de las sanciones de Washington contra Teherán afecta a todas las empresas con actividades en territorio estadounidense u operando en dólares. «Pero estas sanciones, que generan la retirada de empresas norteamericanas, europeas o japonesas, pueden ampliar oportunidades para las firmas chinas» indica a la AFP el economista Hu Xingdu. «