El partido se puede ver completo. El tono sepia, la mala calidad, no le quita valor a una reliquia que está al alcance de quienes quieran verla. Es la final entre Racing y Celtic por la Copa Intercontinental de 1967. El zapatazo que el Chango Cárdenas clavó en el ángulo, y que tantas veces se repitió, está ahí, en el canal de YouTube oficial de Racing. Y todo lo demás también. Lo que no se vio: lo que quedó afuera del recorte. Como la pelota en el palo (del mismo Chango) antes de que se cumpliera un minuto de juego. O las patadas, que fueron muchas. Por eso se la llamó la Batalla de Montevideo.
Juan Carlos Rulli es parte de la historia, la del primer equipo argentino campeón del mundo. Es uno de los jugadores que termina expulsado en ese partido, que fue el tercero de la final. Celtic ganó 1-0 en Hampden Park, en la ida, y Racing ganó 2-1 en la vuelta, en Avellaneda. El desempate se jugó el 4 de noviembre en el estadio Centenario. Rulli volvió alguna vez al lugar del triunfo gracias a su amigo Mario Romano, director general de ese monumento del fútbol, pero todavía recuerda lo mal que lo pasaron por el apoyo uruguayo al equipo escocés.
Pero al revés de lo que ocurría en Montevideo, Racing despertaba en la Argentina un consenso pocas veces visto hacia un equipo. Querían su triunfo mundial hinchas de otros equipos. Era el país del onganiato. Un año antes, en 1966, la selección había regresado del Mundial como campeona moral después de la eliminación con Inglaterra, aquella que terminó con la expulsión de Antonio Rattin. Ya por entonces, Racing tenía la identidad de su entrenador, Juan José Pizutti. Era el Equipo de José.
Un día de 2015, el escritor, periodista y gestor cultural, Franco Bronzini, me entregó un DVD con el título “Este ‘milagro’ llamado Racing”. Era la película perdida del Equipo de José. Se trataba de un documental dirigido por Manuel Antín, emitido por Canal 11 en 1967 durante un ciclo de programas dedicados a la sociedad de la época. Ernesto Sábato era el narrador. “Hay algo de este equipo en este momento del país, que parece estar urgentemente necesitado de entusiasmo, de trabajo en equipo, de salir de la precariedad modesta; hay algo de este equipo que creo que ha satisfecho esta íntima necesidad espiritual del pueblo argentino”, dice Sábato.
El triunfo de Racing ante el Celtic fue el triunfo argentino, el de un país, el que la selección todavía no entregaba, algo que recién llegaría en 1978 y se repetiría en 1986 y 2022. Hasta Independiente le armó un festejo a su némesis de Avellaneda. Los jugadores de Racing dieron la vuelta con la copa. Los hinchas del Rojo aplaudieron en la tribuna. Ese día, Independiente fue campeón del primer campeonato Nacional.
Si bien en 1968 se viviría algo similar con Estudiantes de La Plata, campeón del mundo nada menos que en Old Trafford ante el Manchester United, ya no se volvería a generar ese espíritu de cuerpo entre los clubes. Aunque algo se recuperó con la última consagración de Racing en Paraguay. Coco Rulli fue quien entró esa tarde infernal de Asunción con la Copa Sudamericana, el último noviembre. Cosas de la vida, cuando se cuenta que Gustavo Costas fue mascota del Equipo de José, se lo recuerda con una foto en los brazos de Rulli.
En esta mesa de café, un jueves de enero al mediodía, convocatoría del admirado y querido Carlos Ulanovsky, Rulli dice que el equipo de Costas mostró esa misma fuerza del campeón intercontinental. Una especie de ADN racinguista. El fútbol es algo que se transmite por la sangre. Por eso Carlos Inzillo escucha a Rulli sentado junto a su hijo, Humphrey. Y Edgardo Kawior trae a la conversación a su padre y a su hijo. Para Diego Rosemberg, Racing también es una cuestión de hermandad. Yo aprovecho para agradecerle a Rulli. Le muestro una foto que años atrás le saqué junto a Osvaldo, mi padre. Fue la noche en la que se exhibió la película de Antín, en el teatro Roma de Avellaneda. Esa vez llevé a mi viejo a conocer a los campeones de 1967, sus ídolos. Y así como él me había llevado de la mano a la cancha en tantos partidos, esa noche de la foto sentí que, de algún modo, que el que lo llevaba de la mano era yo.
Alguien, de pronto, bromea: “Sos el Negro Enrique del Chango Cárdenas”. Porque Rulli fue quien le dio la pelota al Chango para que saque su bombazo inolvidable, así como Enrique se la dio a Diego Maradona para su obra de arte contra los ingleses. Rulli, el odontólogo, se ríe. El fútbol siempre es una gran excusa para juntarse.