Quienes vivimos en Rosario no salimos de la conmoción por lo que está ocurriendo. No alcanzamos a procesar una tragedia, que ya acontece la siguiente. La vertiginosidad de las desgracias genera una suma aritmética de muertes y, a la vez, un crecimiento exponencial de la violencia y la incertidumbre que nos genera vivir en esta ciudad. Cuatro víctimas entre el martes pasado y este sábado. Cuatro personas asesinadas a quemarropa en sus lugares de trabajo, sin motivos ni piedad, en cuatro apariciones características del sicariato que se impone en la Rosario de estos últimos tiempos.
Los sicarios se convirtieron en los nuevos protagonistas de nuestra ciudad violenta.
Tiempo atrás, una docente y amiga muy comprometida con la educación pública, me contaba espantada que un alumno le había contado en clase que quería ser sicario. Sacudida por esta declaración de un futuro deseado por ese adolescente, advirtió pronto que su escuela y el barrio entero estaban siendo cooptados por organizaciones narco criminales.
El oscuro panorama de Rosario
Observamos con alarma que, en el país del sálvese quien pueda, la instalación de una cultura que cambia dinero por asesinatos despoja de humanidad cualquier estrategia de supervivencia. En lugar de analizar cómo salimos adelante, todo parece presagiarnos el ingreso a un tiempo de oscuridad, en el que cada paso nos asfixia en su profundidad.
Y más allá de la complejidad de las causas de los asesinatos de esta semana y los intentos de explicar y justificar, se hace manifiesta una pulseada entre Gobierno y las organizaciones narcodelictivas, que se materializan en cada acto violento, acompañado por notas con renovadas amenazas. La escalada de muertes de esta semana coincide luego de una provocativa publicación en redes del gobierno provincial, donde se asegura: “No vamos a retroceder ante las amenazas. Tenemos el mandato del pueblo santafesino para restaurar la tranquilidad de los vecinos”. La respuesta no se hizo esperar.
Pienso en este pibe que, con desparpajo, avisa que su futuro deseable es matar por dinero. Pienso que si lo dice abiertamente es porque existe un contexto donde este tipo de actividades comienza a verse con relativa naturalidad, y aún más, se llega a aplaudir. Un contexto de varones concebidos con todos los rasgos de una masculinidad abigarradamente patriarcal, porque con un arma en la mano se sienten poderosamente vehementes y, en un mismo movimiento, deshumanizados y de vidas breves.
En estas horas oscuras y cargadas de incertidumbre debemos luchar contra la desesperanza y el miedo paralizante. Abrazar a cada familiar de las víctimas en su dolor y hacerlo nuestro. Exigir a nuestros gobernantes que nada de esto quede impune, y que no permitan que se interponga la arrogancia, la burocracia y la corrupción en imperiosa necesidad de hacer justicia y restablecer la paz social.
*Autor del libro Los príncipes azules destiñen – Supervivencia masculina en tiempos de deconstrucción (Galáctica Ediciones, 2023) y de la nouvelle juvenil El viaje de Camila y otros relatos (2020), declarada de interés municipal y provincial por el Concejo Municipal de Rosario y la Cámara de Diputados de Santa Fe, por el abordaje de la problemática ESI en su contenido.