Alerta de spoiler: la conclusión del documental es desoladora y muestra hasta qué punto el sistema científico argentino corre peligro de muerte por las políticas de desfinanciamiento del gobierno de Javier Milei. De eso trata Romper es más fácil. Reporte del ajuste en la investigación científica 2024, el corto producido por la Secretaría de Comunicación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, para cerrar un año en el que esa casa de altos estudios perdió más del 13% de sus recursos humanos altamente calificados.

“La sensación es de éxodo. Yo ya conozco dos, muy cercanos. Se fueron a Alemania y España. Es gente ya formada, que costó un montón formar”, describe el físico Ariel Chernomoretz, uno de los once investigadores e investigadoras de la Facultad y el Conicet que relatan cómo se vive el desfinanciamiento en laboratorios, aulas y equipos que este año se abocaron a la subsistencia y fueron atravesados por la fuga de quienes ya no pueden seguir haciendo ciencia en su país. Donde los salarios de científicos y personal de apoyo cayeron en promedio un 28,2% en los primeros diez meses de gestión del actual gobierno.

“Un parate como este nos saca de órbita. Esto va a haber que reconstruirlo”, advierte el biotecnólogo Federico Ariel. Y apunta: “¿Vamos a poder reconstruirlo? Yo creo que sí. Pasamos por la Noche de los Bastones Largos, pasamos por la dictadura de los 70, pasamos por el neoliberalismo de los 90 y acá estamos, con Conicet, la ciencia y la tecnología argentinas siendo lo que son. Vamos a pasarla esta. Pero necesitamos generar redes para reconstruir. Si no reconstruimos, perdimos. Y mucho: perdimos la posibilidad de mejorar la calidad de vida de nuestra gente, de generar nuestra propia tecnología, de ser soberanos en términos tecnológicos”. El futuro en juego.

Ciencia básica y Estado

Uno de los ejes del documental pasa por resaltar la importancia de la ciencia básica para el desarrollo de proyectos que luego dan lugar a ciencia aplicada, e insiste sobre algo que planteó la comunidad científica desde el inicio de sus reclamos este año: que sólo el Estado puede financiar esa ciencia básica que es generadora de todo lo demás. Los fondos privados llegan después, no antes.

“Muchos de los inventos tecnológicos que existen hoy en día se consiguieron estudiando el origen del universo. Ahora, si uno quiere saber para qué sirve estudiar el origen del universo, si prácticamente nos va a resolver la inflación o algo así, claramente no. Pero sin la tecnología que se desarrolló para estudiar eso, hoy en día no existirían los teléfonos celulares como los conocemos”, plantea Martín Saraceno, oceanógrafo.

“El sector privado en Argentina necesita tomar un poco de conciencia respecto a la importancia de la investigación y el desarrollo que llevamos a cabo en las universidades. Porque al fin y al cabo es el semillero de donde sale la gente que luego va a ir a trabajar al sector privado”, insta Enzo Ferrante, ingeniero en sistemas.

“Hay inversiones que tiene que hacer un Estado que garantizan el funcionamiento a futuro de ese propio Estado. Entre ellas está la educación, la ciencia, la tecnología. Si no lo hace, está condenado a comprarle conocimiento y tecnología y manufacturas a otros”, advierte el biólogo Alejandro Nadra. “Cuando vino el covid al mundo, Argentina ya tenía los resortes de cómo reaccionar a eso. Y se puso a prueba que el conocimiento y el sistema científico tecnológico cuando se enfocan en resolver problemas que le duelen o le urgen a la sociedad resolver lo hacen, y muy bien. Es una mina de oro que tiene la Argentina y la está dejando oxidar”, lamenta.

Subsistir y resistir

“Yo lo que no quiero es quedarme sola dentro de tres años, o dos o uno. Rodeada de equipos”, teme Paola Salio, climatóloga, única investigadora abocada al estudio de tormentas severas en el país. Mientras son testigos del efecto del desfinanciamiento y el éxodo, investigadores e investigadoras describen un año signado por la subsistencia.

“Estamos trabajando con lo último que nos quedó del envión de fondos que recibimos el año pasado. Con reactivos comprados en otras épocas. Pero eso va a tener un fin, se van a agotar”, alerta la química María Laura Uhrig. Experimentos congelados en freezer compartidos, trabajos de campo financiados del bolsillo de las y los investigadores, utilización de un mínimo de recursos ante la inexistencia de líneas de financiamiento para el desarrollo científico son situaciones compartidas desde los distintos departamentos y disciplinas de quienes dan testimonio sobre el cientificidio.

Las voces coinciden en que el efecto de la política de destrucción de la ciencia es grave en el presente y a futuro, y que costará mucho más reconstruir de lo que está costando romper. “Una cosa es que exista la decisión política de financiar la ciencia y después discutamos cómo se financia. Acá hay una decisión política de no financiar. Esa es la diferencia”, resume la matemática Victoria Paternostro. Tiene la posibilidad de irse y lo analiza a diario. Y se pregunta: “¿Quién va a quedar acá en la universidad, que además es una cuestión identitaria de los argentinos y las argentinas, que tenemos universidad pública de calidad?”. Su respuesta: “Por eso, por ahora me quedo”.