Hicieron un largo trayecto hasta llegar acá. Fueron caminos musicales paralelos que aparentemente no tenían el destino de cruzarse. Raúl Barboza nació entre chamamés. Rodolfo Mederos, fue criado en una casa donde todo sonaba a tango. Sus trabajos partieron de la raíz del género para ir ampliando sus horizontes musicales.

Cuando Raúl Barboza compuso el tema “Tren expresso” para el disco Los caminantes (1979), condensó estilísticamente en el acordeón todo lo que había aprendido en los bailes con su padre y de la gran escuela chamamecera de Ernesto Montiel, Isaco Abitbol y Tránsito Cocomorola. Pero su sonido dio un giro, una velocidad, una respiración que miraba hacia el futuro.

Rodolfo Mederos, por su parte, despertó algo parecido en el ambiente del tango. Hasta generó desconfianza en los tradicionalistas cuando estrenó la música contemporánea entre el jazz, el tango y el rock con Generación Cero, en 1976, después de pasar por la fila de bandoneones de la inolvidable orquesta de Osvaldo Pugliese, a fines de los sesenta.

Ahora, el tiempo los encuentra por primera vez y oficialmente en el escenario del ciclo llamado Leyendas de raíz en el Torquato Tasso (Defensa 1575), el jueves 23 y el viernes 24 de enero. Los shows incluirán tres bloques: uno con la presentación de Mederos, otro con la presentación de Barboza y luego ambos tocarán juntos en un último bloque, presentando un puñado de temas. Los dos revisitarán simbólicamente el patio de la infancia.

Foto: Tiempo Argentino

-¿Por qué se inclinaron por el tango y el chamamé, y no por otro género?

Rodolfo Mederos: -Creo que es como preguntarle a un pez por qué elige vivir en el agua. Es su naturaleza y cuando digo esto estoy queriendo decir que cuando yo nací en los años 40, el tango estaba vivo y en su mejor momento, tal vez. Desde la panza de mi vieja ya escucharía eso y cuando salí a la luz, la gente escuchaba y bailaba eso y cuando comía a la noche con mis viejos o tomaba la leche, a la mañana, escuchaba tango. Entonces, no nos preguntamos de dónde viene y no nos elegimos, porque todo era parte de la misma cosa.

Raúl Barboza: -Creo que esto no es una cuestión de elección. Mi mamá me contaba que cuando mi padre que era guitarrista y yo todavía me estaba formando en el cuerpo de mi mamá, a veces iban a nuestro a nuestra casa muy modesta Damasio Esquivel o Cocomarola y cuando se ponían a tocar chamamé, dice que empezaba a patear tan fuerte, que ella se tenía que ir a donde no se escuchara para que no le duela. Eso no pasaba con otra música como el jazz, o si cantaba Gardel en la radio. Dice que no le pasaba nada, solo pasaba con el chamamé. Quiere decir que yo cuando vine a este mundo y salí del otro mundo y vine acá, llegué con esa música que era la que me excitaba siendo todavía un nonato dentro del vientre de mi madre.

-¿Se pusieron a pensar porque instrumentos como el acordeón y el bandoneón, que nacieron en otro país, suenan tan de este lugar, tan porteño y litoraleño?

R.M.:- Un instrumento no es un instrumento sino lo que se hace con el instrumento. Entonces las personas no somos las personas, sino lo que hacemos cada persona. Por lo tanto, si es de Alemania o de Sudáfrica, en realidad no tiene mucho que ver. Que un instrumento se fabrique en algún lugar no le da ninguna patente de nada. Lo que le da patente es lo que alguien hace con ese instrumento en un lugar determinado. Puede ser subjetivo, pero en definitiva el bandoneón expresa lo que es el Río de la Plata.

R:B.: -El instrumento es el instrumento. Claro, ahora ¿qué pasa cuando a un bandoneón lo agarra el maestro Mederos? No va a sonar de otra manera que no sea él y con una manera técnica que es diferente a la de otra persona. Como pone las manos, la intensidad con la que se cierra o se abre el fuelle, las esperas entre una nota y otra, el uso de la mano izquierda cuando la mano derecha toca. Cada instrumentista tiene la posibilidad de que el instrumento suene como él quiere que suene. Hay un sonido que es inamovible del instrumento, pero cuando hablamos cada uno tiene su voz y si dos personas dicen mamá vos vas a saber quién es una y quién es la otra persona. Por lo tanto, un instrumento se me ocurre a mí, modestamente, que cuando lo hace sonar una persona le pone toda su propia sensibilidad, todo su sabor, lo que aprendió de sus maestros, de sus mayores, de sus tristezas, y alegrías. El instrumento o mejor dicho las notas que saca el instrumentista de un acordeón o de un bandoneón, son palabras del alma. Es el alma de uno que habla a través del instrumento y siempre es diferente en cada persona.

-¿Siguen teniendo los mismos referentes musicales que cuando comenzaron o fue cambiando con el paso del tiempo?

R.B.: -En el tiempo para mí eso no cambió. Esto no es como cambiarse de un equipo a otro, o cambiarte de camiseta. Yo aprendí de mi papá. Cuando tocaba me decía: “muy lindo eso, vamos a ver si lo podemos mejorar, o hacemos alguna otra cosita encima”. Mi padre nunca me dijo “no, eso está mal”, o “¿cómo hiciste eso?”. Aprendí a seleccionar por mí mismo los sonidos, las tonalidades, el color, dónde están los matices. Aprendí a ver como lo hacía Cocomarola y cómo me quedaba a mí ese sonido, o cómo hacía una escala Ernesto Montiel. Pero hay que saber una cosa: yo soy nacido en Buenos Aires. Entonces lo que hice fue mezclar eso con algo de mi propia cosecha. Aprendí de mis maestros, pero nunca se me ocurrió querer imitarlos y tocar igual porque ¿para qué sirve eso? Yo soy un hombre que tengo mi manera de ver el mundo distinta a ellos.

R.M.: -Cuando va pasando la vida, me gustan menos cosas, pero esas menos me gustan cada vez más. Entonces, los referentes siempre están. A San Martín y Belgrano uno no los puede, ni los debiera ignorar. Pero, son eso, referentes. Yo necesito moverme con mi propia energía hacia donde las circunstancias me lleven, porque si no terminó siendo un referente de un referente.

-Ustedes vienen de la raíz del género, pero su música siempre tuvo una evolución, siempre tuvo un guiño contemporáneo.

R.B.: -Es normal yo nací en 1938. Ahora voy a tocar con 87 años y no puedo tocar de ninguna manera como cuando tenía diez y grabé mi primer disco. Ni siquiera el paisaje más primitivo puede guardar setenta años el mismo árbol, ¿no? Porque el árbol va a crecer, va a mudar de hojas, va a tener nidos y posiblemente con el paso del tiempo veas el mismo árbol en el mismo lugar, pero no va a ser el mismo. Creció y es otra cosa.

R.M.: -Todo se transforma y uno está en la vida mirando como las cosas pasan. Veo que la gente va cambiando las costumbres, yo mismo voy cambiando, tengo arrugas que antes no tenía, pienso de manera diferente a la que pensaba ayer. Yo soy de naturaleza muy científica y pienso en el desarrollo y en la evolución, por lo tanto todas las músicas desde el medioevo hasta acá o desde que el hombre tiene conciencia, han ido cambiando y el tango no es una excepción. No debería cambiar, debería desaparecer, y uno debería rendirle todos los honores y los homenajes que esa música nos ha dado. Nos ha dado mucho más de lo que tal vez merecemos. El tango fue una música maravillosa, pero fíjate que lo digo en tiempo pasado. Ahora bien, eso no significa darle la espalda, pero la sustancia de la cual hoy estamos formando parte cambió. Entonces si veo la realidad no importa si me gusta o no me gusta la realidad. La realidad es lo que es hoy y veo que esta realidad me está proponiendo otra cosa y yo lo tomo como un desafío sonar de otra manera. Tocar “La cumparsita” hoy no me resulta atractivo. No por “La cumparsita” en sí que es un tango maravilloso, sino porque ya no me representa y mira lo que te estoy diciendo no me representa y tengo 85 años, no tengo 30, y sin embargo, no me representa, me representó muchísimo, totalmente, y ahora ya quedé excluido de eso y estoy en otra realidad flotando y necesito comunicarme de otra manera, porque sino sería un hipócrita. Ahí entonces hago ejercicio de mi imaginación, de mis saberes, los que pude aprender en la vida, inventar una música y esa música que en un momento se llamó Generación Cero y ahora se llama Pulso, que es mi nuevo proyecto con un cuarteto con músicos muy jóvenes, me da aliento. Esto no impide que suba a tocar “La Pulpera de Santa Lucía” o “Romance de Barrio”. Me da mucho placer sí, pero ya no vivo en esa casa.


¿CUÁNDO?

Raúl Barboza + Rodolfo Mederos presentan el espectáculo Leyendas de raíz. Jueves 23 y viernes 24 de enero a las 22 en el Torquato Tasso, Defensa 1575 (CABA).

Dos caminos y un cruce imperdible

Entre ellos hay admiración y curiosidad. Se abrazan para la foto. Conversan. Intercambian los tonos de los chamamés que tocarán en el encuentro. Hay muchas cosas que los separan, contextos distintos, culturas diferentes. Los dos nacieron en Buenos Aires, pero eligieron destinos musicales diferentes. Un encuentro ofició de conexión entre los dos en la Peña de Morfi. “Yo abro la puerta del camarín y estaba ahí sentadito con su bandoneón. No nos conocíamos ni nos habían presentado antes y nos preguntaron si queríamos tocar algo juntos y creo que hicimos “Merceditas”. Era la primera vez que tocábamos un tanguero tanguero y un correntino correntinazo, aunque habláramos otro idioma. Ahora con solo estar con Mederos unas dos horas ya aprendí un montón de cosas que me van a servir a mí. Su manera de caminar, su manera de hablar. Hay cosas que uno no imita, pero aprende”, dice Barboza.

Mederos asegura que este nuevo encuentro, está propiciado un poco por la aventura, la curiosidad y el atractivo de la diferencia. “Todo es música, pero son idiomas distintos y sentires distintos, pero lo que a mí me conecta con Rául es la curiosidad. Yo tengo mucha curiosidad en mi vida. He sido el más curioso y así como estudio Juan Sebastián Bach, o escucho este una sinfonía de Beethoven o a Bill Evans, o a un cantador flamenco también escucho el chamamé porque me da mucha curiosidad ver cómo es ese otro lenguaje, de qué está hecho y en qué se parece a mi lenguaje. Esto es lo que me conecta a Raúl. En la Peña de Morfi tocamos un chamamé y me quedé con un recuerdo muy lindo de esa tarde y esto es un poco lo que va a ocurrir ahora, en un marco más institucionalizado del Tasso”, detalla el bandoneonista.