Fundador en 1964 de la legendaria agencia cooperativa Inter Pres Service (IPS), Roberto Savio recorrió ahora, a los 90 años, territorios del cono sur que conoce de épocas oscuras, esta vez para presentar su libro Manual para el ciudadano global. Entre Chile y Uruguay, habló en Buenos Aires con Tiempo sobre cómo se construyó un medio esencial durante las dictaduras latinoamericanas.

“Todo el mundo se me vino encima porque la idea de que un periodista fuera el dueño de un medio era una cosa extraña”, dice Savio cuando cuenta de los orígenes de IPS. “O eran del Estado o del sector privado. Que periodistas se organizaran en base a su criterio profesional y a su misión en la sociedad se consideraba fuera de la profesión”.

-¿Y quiénes cuestionaban?

-En el sindicato me decían “esto no es ni socialismo ni capitalismo”. Yo decía que la cooperativa es un instrumento de producción y nosotros producimos periodismo. El Estatuto obligó a que dos terceras partes de los socios fueran del Sur, solamente una tercera parte del Norte. El director de France Press me decía “lo que es verdad en Tombuctú también lo es en París, para qué tomar uno en Tombuctú que no sabe escribir, tomo un francés lo mando allí y tengo buen material”. Yo decía “hay que saber de qué estamos hablando. Familia en Tombuctú quiere decir una cosa diferente que en París. Si llueve una semana en París la gente sale con paraguas, en Tombuctú las montañas se derrumban. Yo necesito alguien que me pueda explicar lo que está pasando”. Hacíamos grandes cursos para formar a la gente. Había periodistas, pero escribían solo para el país y la noticia era algo que afuera no tenía ningún interés. Cuando se creó el Movimiento de No Alineados (MNOAL), en 1973, nosotros fuimos el carrier de las agencias. En Libia estaba (Muhammad el) Gadafi y (Anuar el) Sadat reconoce a Israel. Ellos lo nombraban “el Cohen -o sea el judío- de Egipto”. En los informes yo cambiaba a “Sadat”, entonces la agencia libia, Jana, cortó el acuerdo con IPS porque dijo que le censurábamos el material. Fui y les dije “¿ustedes escriben para que la gente conozca lo que pasa en Libia o no”? Aceptaron llamarlo así en Libia pero en el exterior era Sadat. Fue un esfuerzo crear un periodismo con capacidad de comunicación más allá de lo nacional y lo regional, alternativo al de las agencias del Norte. El director de la Associated Press nos dijo “el 99% de nuestras ventas son en EE UU, en el mundo de 1%, yo doy la preferencia a los ministros norteamericanos”. Yo decía “ustedes por el mercado eliminan la profesión”.

-IPS fue importante en la época de las dictaduras.

-Aquí cerraron la oficina de IPS en el ’76. Yo vine y pedí una cita con el almirante (Emilio) Massera, que era el responsable de la información. Fui a verlo y le dije “vengo en nombre de la libertad de prensa para poder abrir otra vez la oficina”.

-Usted se llama IPS Tercer Mundo, por lo tanto es una cosa de Perón. Me dice.

-Mire almirante, Tercer Mundo es una definición geográfica política que no tiene nada que ver con Perón o no sé quién, le dije. Y agregué:

-Ustedes nunca van a entrar en el Club de París, nunca van a entrar en la Comunidad Europea, nunca van a entrar en el Norte, ustedes son del Sur. Puede ser que se consideran los defensores del Occidente, todo eso está perfecto, pero la realidad es que ustedes están aquí y eso no se puede cambiar. Ustedes son del mundo de los No Alineados, vayan allá y den allá esa batalla, defiendan allá los valores occidentales. 

-¿Y el qué dijo?

-Se quedó pensando y dijo “mejor no poner todos los huevos el mismo canasto”. 

-Es una frase peronista esa.

-¿Sí? no sabía. Llamó a un capitán de navío y le dice “Usted es responsable del señor, que se va con el primer avión mañana. Lo acompaña al aeropuerto y ve que se vaya y usted -me dice a mi- me da el nombre de un corresponsal y si es una persona que no está políticamente comprometida, vamos a ver lo que escriben y en cualquier momento le revoco el permiso”. Y así me expulsaron del país sin decirlo. Yo tomé a José Pasquini Durán.

-Un prócer con el que tuve el honor de haber trabajado en su equipo.

-Así se reabrió la oficina de IPS. Durante la dictadura tuvimos gente que escribía de afuera sobre lo que pasaba con información que enviaba la gente, pero como reseña de prensa. En Chile pasó lo mismo, expulsaron al corresponsal, Agustín Giannoni, un uruguayo. IPS tenía un piso donde en una parte estaba la oficina y en la otra vivía el corresponsal, Una mañana oyó ruido, miró por la ventana, se trasladó a la oficina y escribió que había una columna de tanques avanzando. Todavía no habían cortado las comunicaciones.

-Era el golpe del ’73.

-Sí. Lo expulsaron porque decían que atentaba contra la seguridad del Estado. Pido cita con un responsable y me atiende un militar con el que  tuvimos una pelea muy grande y me dijo “Usted se va del país mañana”. Después descubrí que era un tipo muy importante, el coronel (Manuel) Contreras.

Fue el director de la temible agencia DINA.

-Yo no sabía quién era, y lo traté también pésimamente. Se quedó muy sorprendido de que alguien lo tratara así. Finalmente en Chile se hacía un informe con noticias de las cosas que iban mal pero que habían sido publicadas en los medios locales. A los militares hay que tratarlos así, duramente, porque así creen que uno tiene algún tipo de poder. Tengo otra experiencia muy divertida con el general René Barrientos en Bolivia, que pone preso a nuestro corresponsal. Voy allá para protestar.

-Ustedes son una agencia de izquierda, me dice.

-Yo trabajo con Aldo Moro, le digo.

-Aldo Moro es de izquierda.

Si usted me dice eso entonces Alemania, Italia, Bélgica, Holanda, son todos países de izquierda.

-¿Por qué tendría que dejarlo libre?, me pregunta.

-Primero porque no tiene nada que ver. Segundo por respeto a la libertad de prensa.

-¿Y qué es la libertad de prensa?

-General, a la prensa, a la información, siempre hay poderes que buscan controlarla. Normalmente son un estado o el sector privado en el mundo del capital.

-¿Y cómo hacen?

-Bueno, compran a los periodistas, le digo.

-¿Para que comprar un periodista? basta con alquilarlo, me dice. Nunca me olvidaré de esto.

-¿Cómo llegó a esta mirada comprometida con el Sur global?

-Eran los años ’50 y en cada universidad había un organismo de representación elegido por los estudiantes. Yo integré un grupo católico,  había un grupo laico donde estaban los socialistas y un tercer grupo, los fascistas. Fui elegido presidente de la Universidad de Roma. En 1957 la Unión Internacional de Estudiantes invita a líderes estudiantiles a un encuentro en Beijing. Fuimos yo por los católicos y Bettino Craxi por los laicos. Cada uno dio su discurso y de pronto alguien de la organización me dice “el compañero Zhou Enlai (el canciller chino) quiere hablar con usted”.

-¿Y qué piensan los estudiantes italianos de China?, pregunta. Le expliqué que yo representaba solo a una corriente.

-Nada, este es un país donde no entran periodistas, no hay turismo. Todos sabemos que tiene una enorme civilización, con historia, pero de lo que está pasando no hay información.

-Te voy a hacer un viaje por China con el compromiso de que después le cuentes a los estudiantes de tu corriente cómo es China.

Al final de la gira me llamó y preguntó “¿cuál es tu impresión de la China, qué vas a contar?”

-Para mí venir de tan lejos y descubrir esta experiencia tan rica con un pueblo muy comprometido en el que están ustedes me parece muy importante, le digo.

Él me mira. Tenía unas cejas muy grandes y una mirada penetrante y pensé “he cometido un error”. Pasa medio minuto, un minuto. Hasta que me dice:

-¿Tan lejos de dónde?

Me dije “juro que a partir de ahora no voy a ser más eurocéntrico”.

-Zhou Enlai lo hizo cambiar.

Zhou Enlai, primer ministro y canciller.

-Sí, sí. El tenía toda la razón. Yo estudiaba economía y un periodista de Il Popolo, el diario del gobierno, se entera que estuve en China y me pide que escriba un artículo. “Pero nunca escribí nada”, digo. “No importa, yo te lo corrijo”. Me salen 10 artículos. Ningún diario tenía nada sobre China. Mientras iba escribiendo las correcciones se iban reduciendo, porque yo aprendía. Al año viajé al Festival de la Juventud de Moscú y empecé a escribir sobre la URSS. Me consideraron un “kremlinólogo” porque nadie se ocupaba de esos temas y luego gané el Premio Nacional de Periodismo y fui a trabajar con Moro.

-¿De qué se ocupaba?

-Le hacía un escenario de política internacional. Él lo veía y me decía “Ah, qué interesante”, pero nunca cumplió nada de lo que yo escribía. Entonces le digo “para qué hago todo esto?” Me dice:

-Savio, si yo hago lo que usted me dice me desestabilizan en un mes. Pero para mí es importante saber la verdad. Y agregaba:

-Cuando hablamos del mundo, ¿quién habla? Si es un profeta tiene que gritar la verdad, si es un político tiene que realizar la verdad, un estadista tiene que educar a la gente para que entienda la verdad. Finalmente me dije “muy bien, si la gente no conoce el mundo, vamos a hacer una agencia de prensa”.