Cuando todavía no se habían apagado las luces en el United Center de Chicago donde Kamala Harris fue consagrada como candidata a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata, desde el otro rincón Donald Trump se anotaba un poroto cuando el independiente Robert Francis Kennedy Junior anunció que se baja de la campaña para apoyar al representante republicano. «En mi corazón, ya no creo que tenga un camino realista hacia la victoria electoral», dijo el hijo del asesinado exfiscal general Robert Kennedy y sobrino del también asesinado presidente John F. Kennedy en una rueda de prensa en Atlanta.
RFK Jr. dijo que había abandonado el partido Demócrata –donde militaron Bob y John y actualmente todos sus parientes– “porque se había alejado de manera muy radical de los valores fundamentales con los que crecí. Se había convertido en el partido de la guerra, la censura, la corrupción, las grandes farmacéuticas, las grandes tecnológicas, la gran agricultura y el gran dinero”. Y agregó: “Era el partido defensor de la Constitución, de los trabajadores, el que luchaba contra el autoritarismo, el poder corporativo, el imperialismo y las guerras injustas. Pero se alejó de estos valores”. Explicó también que había tomado la decisión en octubre pasado, tras haber intentado participar en las primarias, pero que fueron canceladas “para ocultar el deterioro cognitivo del presidente en funciones”.
Kennedy Jr. venía recogiendo adhesiones de sectores demócratas que no veían a Joe Biden como un candidato sólido para disputarle un espacio a Trump y se colaba entre quienes no tragan del todo al expresidente. Pero la repentina emergencia de Harris luego de que Biden renunció a postularse, cambió la historia. La actual vicepresidenta aparece como una figura carismática y con grandes chances de mantener la Casa Blanca para el oficialismo. En ese contexto, realmente no queda mucho espacio para una tercera opción con aspiraciones.
Ideológicamente, el heredero de los Kennedy comparte con Trump el rechazo por el “estado profundo” –varias veces acusó a la CIA y el FBI, por los magnicidios de sus antecesores– y sostiene la necesidad de una solución pacífica en el este europeo. “El verano pasado, parecía que ningún candidato estaba dispuesto a negociar un final rápido a la guerra de Ucrania, a enfrentar la epidemia de enfermedades crónicas, a proteger la libertad de expresión y nuestras libertades constitucionales, a eliminar la influencia corporativa en nuestro gobierno o a desafiar a los neoconservadores y su agenda de aventurerismo militar sin fin”, puntualizó ahora.
Lo que arregló con Trump es que, en caso de volver al gobierno, RFK Jr. se encargaría del área de salud. Así, promete poner fin a la “epidemia de enfermedades crónicas”, a las que identifica como un gran negociado con anuencia de las agencias sanitarias –la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos); el USDA (Departamento de Agricultura) y los CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades)– «todas controladas por corporaciones gigantes con fines de lucro”. En relación con el Covid, RFKJr coincide con los antivacunas.
“Tengo 70 años. Puede que me quede una década para estar activo. No puedo imaginar que una presidenta Harris me permita a mí, o a cualquier otra persona, resolver estos graves problemas. Después de ocho años de Harris, cualquier oportunidad para que yo resuelva el problema estará fuera de mi alcance para siempre”. Su estrategia es sacar la candidatura en los distritos donde su papeleta le pueda restar votos a Trump para que gane Harris y dejarlas en el resto, como para testear su gravitación nacional. “Si vives en un estado azul (demócrata) puedes votar por mí sin ayudar a Harris. Igual sucede en los territorios rojos (republicanos)”, detalló.