Si los clásicos –y los superclásicos– son “partidos aparte” en los que “no importa cómo llegue cada equipo” -lo que escuchamos año tras año en loop durante la semana previa- se debe a la historia intrínseca de los duelos. Y a que se juega entre “padres” e “hijos”. En cada clásico se pone en juego el plazo fijo de la paternidad: una victoria o una derrota que, a la larga, puede inclinar el historial. Cuando la diferencia parece ampliarse en cada cruce, hay clubes que les ganan a otros “con la camiseta”, un espanto que, por ejemplo, comprueban los de Racing cuando ven la de River (44 partidos, el más desigual entre los grandes). River recibirá hoy desde las 17 a Boca en el Monumental por la séptima fecha de la Copa de la Liga 2024, la de los clásicos. En el fondo de la bolsa -entreverado entre los presentes de cada equipo, las tácticas y las estrategias de los entrenadores y, sobre todo, los futbolistas que podrán pasar a la historia-, el historial total en 116 años, incluyendo amistosos, por aquello de que “no hay superclásicos amistosos”, indica que Boca le lleva diez partidos de diferencia a River. Y que eso también sube al ring.
La “paternidad”, vale decir, cabe como un término machista -uno más- dentro del lenguaje del fútbol. Se trata de la hegemonía de triunfos de un club sobre otro (y no hablamos tampoco de cantidades): implica apenas superarlo en el historial. En las paternidades, más allá de las chicanas y las gastadas, hay incluso una relación de amor hacia su némesis, porque es “el hijo”. Vida y muerte. “¡Queee nacieron hijos nuestros, hijos nuestros morirán!”. Según recopila el periodista Diego Estévez en su libro 320 superclásicos, el primero se jugó en 1908 y Boca le ganó 2-1 a River. Y el primero oficial, en 1913, y River le ganó 2-1 a Boca. Si segmentamos los Boca-River, River-Boca, a los partidos por los puntos (amateurismo y profesionalismo), el de hoy será la edición 261 y la diferencia de Boca se reduce a cinco partidos (91 a 86). El último quiebre en el set de la paternidad ocurrió en 1991, cuando Boca le ganó 4-3 en la Bombonera y 0-2 en el Monumental en la primera fase de la Copa Libertadores y se adelantó en el historial. Desde entonces, Boca se mantiene arriba.
En resumidas cuentas, River dominó de 1913 a 1940. Boca lo interrumpió en 1941. Y River, de nuevo, de 1942 a 1946. La década del 40 fue la de La Máquina. De 1946 a 1986, Boca profundizó la paternidad. Y de 1986 a 1990 fue el último período en el que River caminó por delante. Había recuperado la ventaja el 20 de agosto de 1986, en el 1-0 con gol de Antonio Alzamendi en el Monumental por la primera fase de la Libertadores, la que ganaría, su primera. Pero River durante esos años nunca le sacó más de un partido de diferencia. En total, Boca estuvo arriba durante 73 años, y River durante 36. River se impone en historiales apartados no menores: amateurismo (+1), copas nacionales (+3) y, en especial por su peso, en eliminaciones directas, finales y desempates (+8). Si Boca ganó la primera final, la del Nacional 1976, River lo dio vuelta con la Supercopa Argentina y la Libertadores 2018. En desempates, River ganó dos veces sin ganar: por ventaja deportiva, en la semifinal del Metropolitano 1969 (tras un 0-0 avanzó a la final por haber anotado más goles durante el torneo), y por la cantidad de tiros de esquina a favor, en la semi de la Copa Adrián Escobar 1942 (la suma lisa y llana de los superclásicos encierra excentricidades, en el amateurismo y en el profesionalismo). En las eliminaciones directas que se definieron por penales, en cambio, el vencedor fue Boca, todas de 1994 en adelante. Y no es un detalle menor.
En la década del 90, Boca le ganó 24-10 en partidos. Fueron tiempos en que, se decía, Boca jugaba mal y, aún así, derrotaba a su clásico, que ganaba los campeonatos. Los 2000, con la confirmación de Carlos Bianchi como el entrenador más ganador de la historia de Boca, también fueron para Boca (21-14). La década de 2010 cambió de dueño: River ganó 19 partidos, Boca 14. Una razón, o la razón: en 2014 Marcelo Gallardo se convirtió en el técnico de River, y en 2022 se marchó como el DT más ganador de la historia de River, en buena medida porque doblegó a Boca en cinco mano a mano consecutivos: semi de la Sudamericana 2014, octavos de la Libertadores 2015, final de la Supercopa Argentina 2018, final de la Libertadores 2018 y semi de la Libertadores 2019. Boca se había impuesto en los tres mano a mano anteriores: en la semi de la Supercopa Sudamericana 1994, con César Luis Menotti como DT, y en los cuartos de la Libertadores 2000 y en la semi de la de 2004, ya con Bianchi. El 24 de mayo de 2000, la noche del “muletazo” de Martín Palermo y el caño de Juan Román Riquelme a Mario Yepes en la Bombonera, es para muchos bosteros “el día de la paternidad”. Las paternidades (no) responden a una lógica interna. Son parte del fútbol. Si San Lorenzo (+7) tiene de hijo a Boca, River (+28) a San Lorenzo (y Boca, a River). La paternidad supone una “superior psicológica” de antemano -cuando es holgada, un “estigma”-, pero a veces es raspar la olla ante una mala racha o una inferioridad en el juego. Y cuando aparece, una perfecta justificación para los tres puntos. Aún más en el siglo XXI: en los últimos 52 superclásicos oficiales, ninguno ganó por tres o más goles (el último antecedente, el 0-3 de River en la Bombonera, el de la “vaselina” de Ricardo Rojas por el Clausura 2002). Es la mayor racha histórica sin “goleadas”.
Algunos suelen llamar a gallinas y a bosteros como “primos”. Quizá para ser “neutrales”. O porque se remontan al origen barrial compartido (La Boca), a las familias e incluso a los socios en común. Los primos de Boca y de River fueron Alberto y Mario Evaristo y Teófilo Juárez y Segundo Ibáñez. Primos y primos segundos, familiares, que jugaron en Boca (Mario Evaristo e Ibáñez) y en River (Alberto Evaristo y Juárez). En la previa de la final de ida de la Libertadores 2018, el 2-2 entre Boca y River en la Bombonera cuya vuelta no fue en el Monumental sino en Madrid, el periodista español Alfredo Relaño escribió en el diario madrileño As acerca de qué el superclásico, de su significado emocional: “Lo de Boca y River es otra cosa, porque ningún país siente el fútbol como aquel, y por lo mismo no puede tener una rivalidad así. En Argentina, el más respetado en la pandilla no es el que tiene más dinero, o la novia más guapa, o habla mejor. El más respetado es el que mejor juega al fútbol, y casi no hay insulto más hiriente entre muchachos que el de ‘patadura’, que significa que juegas muy mal. Cada partido entre los dos resulta un acontecimiento y para ellos idearon la palabra ‘superclásico’. Boca-River, ¡quién estuviera hoy allí!”.