Hoy desde las 15:30 en el Monumental, River-Boca se enfrentarán en un partido que, aunque sin importancia gravitatoria para la tabla de posiciones –ambos ya están clasificados a los octavos de final del Apertura–, tal vez regale algún episodio histórico. Los superclásicos provocan terremotos pero no tienen sismógrafos que anticipen movimientos: los resultados épicos y los goles emblemáticos llegan sin aviso previo. Lo que no sucederá, sin embargo, es la presencia de algún futbolista que haya pasado de un club a otro, sin escalas. Ese tipo de “traiciones” o «infidelidades» ya no ocurren entre los dos equipos más populares y ganadores de Argentina: a fines de agosto se cumplirán 28 años del último caso. Fue, todavía, en el siglo XX.

Cada tanto suele recordarse el antagonismo visceral entre Newell’s y Central: la última vez que un futbolista pasó de un club al otro, sin escalas, fue Sergio Robles, un mediocampista que en 1983 cruzó de Central a Newell’s. La rivalidad en Rosario es tan visceral que, en los últimos 40 años, únicamente un jugador –Rodrigo Salinas, de Central en 2011/12 y de Newell’s en 2019/20– se calzó las dos camisetas de la ciudad, aunque con siete años en el medio. Lo notable es que, de a poco, un muro parecido empezó a levantarse entre Boca y River.

Es cierto, también, que Marcelo Sarachi, defensor de Boca desde 2023, jugó en River entre 2017 y 2018 –de hecho, participó en la primera fase de la Libertadores que se resolvería entre ambos equipos-. Y que Facundo Colidio, delantero del equipo de Marcelo Gallardo, se formó en las inferiores azules y amarillas, aunque no debutó en Primera. Lo mismo ocurre con Giuliano Galoppo, que estuvo un año en las inferiores de Boca, a sus 16 años, en 2015. Además, el Muñeco contó con cuatro exjugadores de Boca para ganar sus dos Libertadores: Lucas Pratto y Jonatan Maidana en 2018, y el mismo Maidana más Nicolás Bertolo y Bruno Uribarri en 2015. Más inadvertido quedó Tomás Pochettino, bostero en 2015 y gallina en 2022.

De esos casos hay muchos: 101 futbolistas jugaron en River y Boca. Sin embargo, lo que ya parece imposible, y así lo reconoció su último protagonista, es una transferencia directa. El último “traidor” fue Sebastián Rambert, que a inicios de septiembre de 1997 pasó sin escalas de Boca a River. “Fue la última compra de un club a otro. Hoy no se pueden sentar a hablar por la venta y compra de un jugador. El de River me puteaba porque venía de Boca y el de Boca me puteaba porque me había ido a River. Encima llegué un martes y debuté un jueves”, declaró hace poco.

Aquel acuerdo se concretó en las oficinas de Boca el lunes 1 de septiembre de 1997. En la reunión participaron, para el club vendedor, el entonces presidente Mauricio Macri y los dirigentes Pedro Pompilio y José Cirilo, mientras que del lado comprador se presentaron Mario Israel y César Traversone. El pase del delantero surgido en Independiente costó 3.600.000 dólares. “Lo vendemos porque no tenemos complejos, no como otros”, dijo Cirilo, en un dardo indirecto a River.

El último partido de Rambert de azul y amarillo había sido ocho días antes de la transferencia, el 24 de agosto, por la primera fecha del Apertura 1997, un Boca 4-Argentinos 2 que quedó en la memoria por el único partido que reunió a Diego Maradona y Juan Román Riquelme y por el tercer doping positivo de Diego, luego con un fallo en suspenso. Hoy suena insólito pero ya en la mañana siguiente del acuerdo entre los dirigentes de Boca y de River, el martes 2 de septiembre, Rambert se presentó en el Monumental y conoció a sus nuevos compañeros. En efecto, tal como recordó, debutaría de rojo y blanco a las 48 horas, el jueves 4, ante Santos por la Supercopa, también en Núñez.

River-Boca, otro duelo entre dos equipos que ya no aceptan jugadores "traidores" o "infieles"

El Avioncito jugó bien y convirtió un gol –el del empate parcial– en un triunfo épico del equipo de Ramón Díaz, que perdía 2-0 y ganó 3-2 en su camino al título. En las crónicas de aquel día se habló de una mezcla de indiferencia y recelo inicial, pero que su gol ayudó a cambiar la desconfianza. Según agregó Rambert el año pasado, la bienvenida no había estado excenta de mensajes: en aquellos días vio una pintada dirigida a él en las cercanías del Monumental. “Me acuerdo que, cuando llegué a River, en el puente de Udaondo (Labruna) estaba escrito con aerosol ‘Vacunen a Rambert que viene de Boca’”.

De aquella pintada no hay fotos pero sí quedaron registros periodísticos de una bandera colgada algunos días antes de la transferencia, cuando en los diarios se había empezado a hablar de un interés de River por Rambert. El jueves 28 de agosto –o sea una semana antes de su debut–, durante el triunfo 3-2 del equipo de Ramón Díaz ante Racing por la Supercopa, hinchas de River mostraron en la platea San Martín del Monumental una bandera alusiva al posible desembarco de un jugador de Boca: “Vacunen a Rambert. El Macri fracaso es contagioso”.

Rambert en el River-Boca

Tras el debut victorioso de Rambert, El Grafico le dedicó la tapa: “River sabe comprar: sumó a Rambert y sueña con la Supercopa: ¡Y pensar que era de Boca!”. El delantero se quedaría hasta 2000 en Núñez pero no cumpliría las expectativas. Incluso en su único año en Boca, Rambert hizo más del doble de goles (19 en 45 partidos, del 1 de agosto de 1996 al 24 de agosto de 1997) que durante las tres temporadas que permanecería en River (8 tantos en 63 encuentros, hasta el 1 de agosto de 2000). Esa efectividad se sumó a los amistosos: sus únicos goles en superclásicos fueron para Boca contra River en un torneo de verano, cuando anotó por duplicado en un 4-1 en Mendoza, el 30 de enero de 1997.

“Había estado un año en Boca, con demasiados problemas, y llegué a un club que respiraba armonía, con títulos y peleaba campeonatos. Me resultó algo que es bastante difícil de explicar, hice más goles en Boca que en River en una temporada, pero me sentía más cómodo en River que en Boca”, recordó Rambert. Aquel Boca, el previo a Carlos Bianchi (que llegaría en 1998), solía estar rodeado por el caos que caracterizó a la primera etapa de la presidencia de Macri.

Aunque el caso de Rambert hoy parece irrepetible –de hecho, no sucedió en el siglo XXI–, entre los 80′ y los 90′ fue habitual. El caso que habilitó a esa “traición” fue una de las mayores polémicas en la historia del fútbol argentino, cuando Oscar Ruggeri y Ricardo Gareca pasaron en enero de 1985 de Boca a River, que como contraparte le cedió a Julio Olarticoechea y Carlos Tapia. Entonces se abrió una atípica “moda de infidelidades” que duraría varios años, pero que ya quedó erradicada.

En los 12 años siguientes a la cuádruple transferencia Ruggeri-Gareca-Tapia-Olarticoechea, de 1986 a 1997, habría 12 casos. La lista es heterogénea en la trascendencia de jugadores, algunos ídolos y otros ya olvidados. En 1986, Ramón Centurión y Rubén Gómez pasaron de Boca a River; en 1988, Jorge Rinaldi y Milton Melgar de Boca a River y Pablo Erbín en sentido contrario; en 1990, Gabriel Batistuta de River a Boca y Sergio Berti de Boca a River; en 1993, Rubén Da Silva de River a Boca y José Luis Villarreal en el camino inverso; en 1994, Fernando Gamboa de River a Boca; en 1996; Gabriel Cedrés de River a Boca; y ya en 1997, «la traición» de Rambert.

Más atrás hay ejemplos extraños, como el de Ricardo Stagi, un delantero que en 1939 jugó un partido de la primera rueda para River y tres de la segunda para Boca. Pero previo a la polémica de 1985, el caso anterior  había sido 20 años atrás, en 1965, cuando otro protagonista de reparto –Roque Ditro, defensor– pasó de Boca a River.

El clásico de esta tarde, en principio, no resuelve nada importante. Incluso un empate no parece un mal resultado para ninguno de los dos equipos porque otro duelo parece asomarse en el horizonte, esta vez en la Bombonera: muy pronto, Boca y River podrían volver a encontrarse en los cuartos de final del playoff del Apertura, una instancia ya decisiva, pero otra vez sin «traidores» ni “infieles”. «