Tomó su primera guitarra a los 13 años, 18 meses después de haberse comprado su primer disco con su propia plata: un single de los Beatles y el primer LP de The Carpenters. Su infancia transcurrió en Caracas (Venezuela), donde fue testigo del sismo que en 1967 destruyó la ciudad. En 1969 Richard Coleman volvió a Buenos Aires y unos años después, a los 10, heredó su primera guitarra (de su tío Beto) aunque recién la miró en serio a los 13. Fue también por su tío que dejó de escuchar música en español: para que no lo molestara, le enchufó los auriculares a su Audinac AT-510 y desde ahí se embelesó con la música cantada en inglés. Hizo la excepción cuando salió Durazno sangrando, de Invisible. En 1979 viajó con sus padres a Nueva York, donde conoció de cerca el sonido post punk de la Gran Manzana y se compró una Gibson Les Paul con lo que había ahorrado trabajando un verano. Luego su historia se empieza a hacer más conocida, hasta convertirse en una figura central del sonido argentino de los ’80.
Tocaría con Los Encargados, pasaría por Siam -que se luego sería la antesala de Metrópoli- y más tarde llegaría el llamado para convertirse en la segunda guitarra de Soda Stereo. Mientras tanto ya hacía de las suyas en Fricción, pasó por Las Ligas –una de las mejores bandas que acompañaron a Charly García- y luego lanzó Los 7 Delfines. Décadas después llegaría su intensa carrera solista, entre otros proyectos.
-¿Tenés mascota?
-Sí, en realidad ellas me tienen a mí: dos gatas.
-¿Jóvenes o viejas?
-Una más pendeja, de 7 años, y otra más grande, de 17.
-¿Tenés algún tipo de rutina con ellas?
-Sí, la siesta en la panza (suelta una carcajada).
-¿En algún momento te sentiste en ese lugar en el que todos se la creen?
-Obvio, obvio. Esa frase es mía.
-¿En qué momento fue?
-En los ’80. Una etapa intensa de Fricción: ’87, ’88.
-¿Y cómo saliste?
-Disolví la banda y estuve un año y pico sin tocar, y sin juntarme con músicos.
-¿Fue una especie de abstinencia autoimpuesta?
-Sí, por supuesto. Me di cuenta de que estaba hecho un tarado, digamos. Y después armé Los 7 Delfines con Gamexane (Horacio Villafañe), a quien conocí por fuera de la música.
-¿Conocés casos de abstinencia musical similares?
-La verdad que nunca me fijé. Sé de colegas que han tenido pánico escénico y ese tipo de cosas, que los ha hecho retirarse. Pero fue un lugar muy personal el que me hizo bajarme de la moto.
-¿Cuál fue la gira más loca que tuviste?
-No he tenido tantas giras. La más intensa y en la cual pasaron más cosas creo que fue la de Ahí vamos, que hicimos con Gustavo (Cerati) entre 2006 y 2007. Tuvimos más de 75 fechas, fuimos a México dos veces o tres, tocamos en Europa, Latinoamérica. Vivimos momentos en los cuales quizás se te cruzan las habitaciones y los hoteles en la cabeza, ya no sabías dónde estabas o dónde habías estado ayer.
-¿En esa vorágine se disfruta?
-Lo que no hay que perder de foco es para qué estás ahí. Y estás ahí para tocar. Una vez que eso se te aclara te cuidás para disfrutar el momento más importante, que es el del escenario. Lo demás es adyacente, va y viene.
-¿Alguna vez te sentiste cerca de la muerte?
-Varias veces me sentí cerca de la muerte.
-¿Podés contar alguna experiencia al respecto?
-No, es muy personal, muy privado.
-¿Qué guitarrista te habría gustado ser si no hubieras sido el gran Coleman?
-Jajajaja. ¡Qué sé yo! No me habría gustado ser otra persona. Así que lo empiezo a pensar y digo: «No». Me gusta mucho lo que hace Adrian Belew, Andy Summers, ese tipo de violeros. Son dos que me han marcado mucho, pero no me gustaría ser ellos.
-¿Hay alguna canción que por más que la escuches no para de sorprenderte?
-“White Horses”, de Low. Es espectacular. Cuando aparecen la armonías vocales me pone en un lugar de éxtasis. Increíble.
-¿Qué instrumento te habría gustado tocar como la guitarra?
-El piano.
-¿Y en qué nivel te ubicarías en el piano?
-A menos cuatro (risas).
-¿Cuál era tu juego favorito de la infancia?
-Era muy bueno al tinenti (risas).
-¿Qué cosa de tu infancia que se perdió te parece que estaría bueno poder recuperar?
-Jugar en la calle.
-Es el último show que te permiten dar, por lo que sea. Vivo o muerto, ¿a quién invitarías a tocar?
-A Gus.