Los números no siempre dicen toda la verdad, pero con su naturaleza categórica pueden ayudar a comprender ciertos fenómenos. Ricardo Darín es parte de la vida de los argentinos desde hace más de 40 años. Su recorrido comenzó como galancito en Canal 9 y lo llevó a transformarse en uno de los actores más prolíficos, respetados y queridos de nuestro país. Desde el compromiso por una profesión que ama y lo obsesiona construyó una carrera de enorme peso específico –Luna de Avellaneda, El Aura, Elefante Blanco, Nueve reinas, El secreto de sus ojos, entre otras– que también le dio una gran proyección internacional. En todo este tiempo Darín supo mantener un difícil equilibrio entre las luces del mundo del espectáculo y la sencillez, la adrenalina y la reflexión.
Su nuevo proyecto es El amor menos pensado, la comedia romántica de Juan Vera que se estrena este jueves y protagoniza junto con Mercedes Morán. Marcos (Darín) y Ana (Morán) llevan más de 25 años de casados y su hijo decide irse a estudiar a España. Hasta ese momento todo parece funcionar bien. Son dos personas inteligentes y sensibles, y su relación no exhibe grandes conflictos más allá de cierta tendencia natural a la rutina. Pero el síndrome del nido vacío rápidamente hará de las suyas y la separación, sin estridencias ni peleas altisonantes, será ineludible. A partir de ahí, Ana y Marcos se verán empujados a disfrutar y padecer de una soltería compulsiva hasta hacía minutos inimaginada. La historia de Marcos y Ana es el corazón de la película, pero a través de ellos y de sus amigos –y mas allá de las risas y/o las identificaciones– el gran tema son las relaciones amorosas, las demandas de las idealizaciones y los caminos inciertos de la felicidad en pareja.
Darín recibe a Tiempo en una enorme sala de uno de los hoteles más exclusivos de la zona de Retiro. La escena puede resultar fría e impersonal. Acaso refugiándose de esos imperativos, el actor deposita en la pequeña mesita que acompaña a las dos butacas donde se hará la entrevista tres objetos personales: un celular, una caja de cigarrillos y un paquete de pastillas DRF de menta.
–Muchos actores dan detalles sorprendentes de cómo construyen personajes que están desequilibrados mentalmente, son delincuentes peligrosos o hasta sufren de alguna discapacidad física. ¿Es más fácil o más difícil componer a Marcos, un profesor de Historia que no sufre grandes crisis?
–Cuando los personajes se parecen a uno es mucho más difícil construirlos. Enseguida aparece la tentación de diferenciarte y eso puede hacer que recargues las tintas en determinados aspectos y cometas errores. Darle vida a un personaje que está a kilómetros de uno te da una libertad enorme, podés jugar con la fantasía de una manera mucho más amplia. Pero esos papeles suelen ser los menos, al menos en mi caso. En estos últimos 20 años me ha tocado mucho hacer de hombre común en circunstancias extraordinarias. Y reconozco que es como estar tecleando permanentemente la misma nota. Marcos es un tipo parecido a mucha gente, sin grandes sobresaltos emocionales, por decirlo de alguna manera. No parece tener grandes enojos ni grandes tristezas. En todo caso sus crisis las vive por dentro. En la etapa de la historia en la que se encuentra con diferentes mujeres me permití soltarme un poco, pero siempre dentro del personaje. Es casi inevitable que un tipo que sale a conocer gente en una red social de moda por primera vez y con casi 50 años termine sintiéndose un poco pelotudo (risas). Pero cuando actúo siempre tengo cuidado y trato de no sonreír. Es una obsesión que adopté gracias a (el director Fabián) Bielinsky. Él me decía que no sonría porque inmediatamente aparece un tono de porteño canchero. Así que trato de ser riguroso a la hora de administrar ese tipo de recursos. En conclusión, Marcos es un papel que no tiene grandes complejidades, pero que exigió estar muy atento para no caer en trampas o vicios del oficio. El desafío fue construir un personaje sencillo sin caer en lugares comunes.
–¿Cómo trabajaron con Mercedes Morán?
–Ensayamos y hablamos mucho antes de empezar a filmar. Entre nosotros y con Juan (Vera). Laburamos mucho la relación entre Marcos y Ana. Queríamos que fuera creíble dentro de lo que pautaba el guión. Entre ellos había una, para mi gusto, excesiva acidez en algunos diálogos, con mucha citas a escritores. Entre todos decidimos ser más económicos con esos recursos. De alguna manera nos parecía que un tipo que labura de profesor de Historia tiende a no hablar tanto de esos temas en su casa. Trabajamos también mucho ese vínculo en ensayos para lograr transmitir el cariño que se tenían, pero sin caer en los clichés o la literalidad.
–La película cuenta la historia de una pareja y de otras que se van cruzando. Pero el telón de fondo parece ser las dificultades del amor romántico en pleno siglo XXI.
–Totalmente. El guión de Juan (Vera) y Daniel (Cúparo) se permite hacer un mosaico de varias relaciones, una suerte de glosario de diferentes conflictos y sus resoluciones y/o rupturas. Eso lo terminé de detectar hace pocos días cuando pude ver la película completa. A veces la construcción de un personaje te hace perder un poco de perspectiva. No son extrañas hoy las crisis en el amor conyugal o las parejas. Quizás esas instituciones exigen demasiado.
Acusaciones de maltrato
Los últimos tiempos no fueron sencillos para Ricardo Darín. En un reportaje con Luis Novaresio, la actriz Valeria Bertuccelli aseguró que sufrió destratos del actor cuando trabajaban en la obra de teatro Escenas de la vida conyugal y que esa situación la obligó a renunciar. Darín expresó que no compartía los dichos de Bertuccelli, pero le pidió disculpas públicamente. Poco después, Érica Rivas –quien reemplazó a Bertuccelli en la misma obra– también denunció que fue maltratada por Darín. La situación inmediatamente despertó solidaridades y dividió aguas. Norma Aleandro, directora de Escenas de la vida conyugal, y las actrices Dolores Fonzi y Griselda Siciliani, entre otros, respaldaron al actor.
–¿Cómo sobrellevaste estas denuncias públicas? ¿Se puede aprender algo de estas situaciones?
–No fueron denuncias: fueron escraches. En todo caso una denuncia hubiera sido algo concreto y formal, que permite defenderse según normativas claras. De todo se puede aprender. ¿Pero qué sería aprender en este caso? ¿Qué tendría que incorporar? No creo que tenga mucho que aprender sobre este tema. Me he manejado muy bien con las personas a lo largo de toda mi vida. No sólo con los compañeros de trabajo. Con las personas y en todos los órdenes de la vida: en la calle, en los lugares públicos, en privado, siempre me he manejado bien. Este escrache no me empuja a pensar que me equivoqué. A lo mejor podría decir que debería ser menos confiado. Pero no. Creo que ser confiado o ir para adelante es algo que se lleva en el ADN. El dolor que me produjo todo esto fue muy intenso. No sólo a mí, mi familia y mis amigos también lo padecieron. Hemos pasado por un período feo, muy feo. Estamos en un contexto social de gran hipersensibilidad y cada palabra se puede malinterpretar o tergiversar, incluso se hacen asociaciones para nada felices. Pero en este momento estoy en una situación de dejar que el tiempo ponga las cosas en su lugar. No sé cuanto demandará y si yo tengo que hacer algo al respecto. Soy más proclive a pensar que no tengo que interferir. Quiero que las aguas retomen su cauce porque desde que esto empezó siento que estoy caminando por la vida con una nube de sospechas sobre mi cabeza a la que cualquiera puede meterle mano cuando se le ocurra. Esa sensación puede ser muy incómoda. Sobre todo cuando sentís que fuiste víctima de un escrache profundamente injusto.
–Tanto con Valeria Bertuccelli como con Érica Rivas hubo rumores de que dejaban Escenas de la vida conyugal porque se habían enamorado de vos. Una vez que se hizo público su malestar, algunas personas reclamaron que vos no habías desmentido esos rumores.
–Eso es una locura. Vos no podés salir a desmentir cada rumor que circula por ahí. Un error que cometió una de ellas es adjudicarme a mí la autoría de ese rumor. Es increíble. Una profesional de muchos años de carrera sabe cómo funciona el medio. No puede pensar eso. Pero además yo salí, a mi manera, a desestimar ese rumor. Desgraciadamente eso también fue malinterpretado, para variar. Pero yo no puedo hacerme cargo de cada rumor. ¿Por dónde empezaría? ¿Qué haría? Lo que me llama poderosamente la atención es que alguien con tanta experiencia le adjudique a su compañero la autoría de un rumor. ¿En qué me beneficiaría a mí inventar eso? No me suma nada y si lo hiciera tampoco me metería con esas cosas por una cuestión ética. Todos conocemos a quiénes les convienen estas cosas. Es difícil equivocarse. Básicamente alimentan a cierto tipo de producciones que viven de eso. «
El amor menos pensado
Dirección: Juan Vera. Guión: Juan Vera y Daniel Cúparo. Elenco: Ricardo Darín, Mercedes Morán, Claudia Fontán, Andrea Pietra, Luis Rubio y Jean Pierre Noher, entre otros. Estreno: jueves 2 de agosto. «
Las series y sus riesgos
Darín construyó una carrera formidable en el cine. ¿Pero hasta qué punto lo que muchos llaman la era dorada de las series puede llegar a tentarlo? «Me gustaría trabajar en una serie, sí –revela el actor–. Hemos flirteado con la posibilidad en una par de ocasiones. Pero es difícil encontrar una historia contundente, de principio a fin, que dure entre una hora y media, y dos. ¡Imaginate lo trabajoso que puede ser hallar una que mantenga la calidad en ocho, 12 o 13 capítulos! Seamos honestos: se hicieron unas cuantas series de muy buena calidad en los últimos tiempos, pero hay muchas otras que intentan sacar partido de la gran demanda. No me gustaría caer en este último lote, así que seguiré esperando que aparezca una propuesta que articule un libro en el que cada capítulo me apasione y un tratamiento estético acorde». «
Los detalles y el cuadro completo
En los primeros días de septiembre se estrenará en la Argentina Todos lo saben, la película del director iraní Asghar Farhadi protagonizada Penélope Cruz, Javier Bardem y Ricardo Darín.
«Ha sido una experiencia maravillosa. Es una muy linda película. Fue un placer trabajar con Penélope y con Javier, con quienes somos amigos pero nunca habíamos coincidido en una película. Mantengo una enorme debilidad con Asghar. Lo tiene todo: ve los detalles y el cuadro completo. No se siente por arriba de nadie, es muy abierto y tiene un gran sentido del humor. Cuento un detalle: me acuerdo de una escena que filmamos y para mí había quedado perfecta. Es raro que tenga esa sensación en mi trabajo, pero todos en el set quedaron en silencio y subrayaron ese clima. Una vez concluida, Asghar se me acercó, me felicitó y me dijo bajito: «Pero fijate que estás haciendo de una persona que no duerme hace tres días y tenías los hombros muy rígidos. Notó eso, me acomodó al instante, hicimos otra vez la escena y quedó mucho mejor», recuerda entusiasmado Darín. «