Tiene el torso descubierto, la remera le tapa la cara pero no los ojos. La pierna derecha sigue en el aire y sus brazos están casi perpendiculares al cuerpo. Podría ser un lanzador de algo en los Juegos Olímpicos, pero no. Está en medio de una nube blanca y a su izquierda se ve una montaña humeante cuyas llamas parecen a punto de extinguirse. Lo que vuela no es un disco ni un martillo, es una piedra. Y del otro lado no hay espectadores, son policías. Además de ellos y de los dos hombres que siguen la trayectoria del cascote, además del Obelisco y de la Avenida Diagonal Norte, hay otra persona.
“Cuando estás en un momento histórico lo sentís en el cuerpo, no sé cómo te lo puedo explicar, pero es así”, cuenta Enrique García Medina. Su nombre está asociado al estallido social más importante de las últimas décadas en la Argentina. “Me gustaría conocerlo, saber quién es”, dice sobre ese hombre anónimo que simboliza la crisis del 2001.
La imagen recorrió el mundo en los días de los 39 muertos bajo el plomo de la Federal y los cinco presidentes en una semana y lo sigue recorriendo en cada aniversario. La avenida cubierta de cascotes, con esa barricada improvisada, los comercios destruidos y bancos incendiados es la síntesis del estallido. Las fotos de García Medina son un resumen perfecto de esos días de diciembre donde las calles estaban prendidas fuego.
Tenía 35 años en ese momento y cuatro de experiencia como fotoperiodista. Trabajaba como freelance para varios diarios y agencias, pero el 19 y 20 de diciembre las fotos de García Medina fueron distribuídas por la Agencia Télam: “Quise quedarme en Capital, en la Provincia había saqueos, pero era peligroso y una logística compleja y costosa. Acá pasaban cosas también, el 19 me fui a sacar fotos a Constitución y encontré esto”.
“Esto” es una secuencia de un padre de familia rodeado de personas. Tiene a su nena en brazos mientras tres hombres y una mujer lo sujetan. Está desencajado y los que lo agarran son policías de civil. Lleva puesta la misma remera de Argentina con la que Maradona jugó las eliminatorias para el mundial de 1994. En un momento logra zafarse y aparece junto a su mujer y sus tres niñas en otra instantánea que transpira tensión. En la Ciudad también había saqueos y la policía los reprime con gases.
En 2001 pocos contaban con cámaras digitales de alta calidad. Para hacer llegar sus imágenes un fotógrafo debía revelar las películas, escanear los negativos y enviarlos hacia la redacción, un proceso que podía llevar entre 2 y 3 horas. Por eso después de Constitución García Medina volvió a su hogar, pero solo por un rato.
Fernando De la Rúa ya había decretado el estado de sitio y en pocas horas la gente comenzó a salir de sus casas con cualquier cosa que pudiera hacer ruido en las manos. “Retraté toda la caminata de San Telmo a Plaza de Mayo, era un gentío. En un momento terminé el rollo y abrí la cámara, pero se había rebobinado mal. Quise arreglarlo y pasó un patrullero con la sirena y me veló todo. Ahí me puse a llorar, después remonté la energía”, recuerda sobre la madrugada del 20 de diciembre.
Además de las balas, los gases y la locura generalizada, García Medina tuvo que lidiar con un problema que 20 años después parece inimaginable. “Salí con 15 rollos, pero eran ‘colitas’, sobrantes que a veces te daban en la redacción y vos te armabas un rollo porque en ese momento había escasez de materiales. Ponele que era el equivalente a 5 rollos. Lo que pasa es que todo era fotogénico, no sabías cuándo iba a pasar algo”, explica.
Después de algunas horas, encontró la solución a la escasez de película. “Cuando las situaciones se empiezan a repetir empecé a esperar un momento determinado. Ahí no barrés el tiempo en fotos. Es mejor concentrarse, como un cazador, tener paciencia”, confía.
Todavía es la madrugada del 20. “Cuando la gente se dispersa de la plaza fuimos para el Congreso, es medio el recorrido típico, siempre pasa lo mismo en las marchas. Siempre hay que ir por Avenida de Mayo, porque en las calles laterales estás más desprotegido y la policía hace cualquier cosa”, recomienda.
“En la foto de Cárdenas nos tiramos al piso, escuchamos ruidos y nos tiramos. Siempre en estas cosas hay ruido, pero cuando vimos la estampida de gente nos tiramos. Y quedó Cárdenas en el piso”, recuerda. Jorge Demetrio Cárdenas fue la primera imagen escalofriante del estallido, agonizante en las escalinatas del Congreso con una camisa blanca y negra y sus manos cubiertas de sangre. Los medios lo dieron por muerto, pero sobrevivió. “Balas de plomo, ¿ves?”, pregunta frente a una foto de ese momento donde manifestantes sostienen unos cartuchos.
A las 4 de la mañana volvió a su casa y tres horas más tarde ya estaba de regreso en la calle. “A la tarde del 20 ya había resuelto el día con unas imágenes de una camioneta prendida fuego y unos pibes que le habían robado la gorra a un policía, por eso me fui a Diagonal Norte a sacar fotos de los bancos incendiados”, dice.
A pocos metros y casi el mismo momento donde García Medina capturó ese momento icónico caía Gustavo Benedetto, el repositor de supermercado que salía de su trabajo, se unió a las protestas y terminó muerto por un disparo policial.
“Antes de la foto más famosa, la del piedrazo en el Obelisco me dispararon a los ojos. Elegí quedarme ahí porque habían prendido fuego el banco Comafi. De golpe a unos 15 metros aparece un policía con la montada atrás”, explica García Medina que también era conocido por sus coberturas en los tribunales federales.
“El policía me gritó ‘Comodoro Py’ y disparó. ‘Sorete’, le contesté. Una bala le dio a la cámara y otra me pegó en el brazo. En el mismo instante me doy vuelta e hice la foto esa del pibe tirando la piedra”, relata. “Fue instinto, suerte y no asustarme cuando me dispararon. Un editor me dijo que tiene poco piso. Y sí, pero bueno, fue lo que pude hacer en ese momento”, se ríe mientras contempla su obra cumbre frente a la pantalla de una computadora.