El presidente Donald John Trump espera que la guerra comercial que le declaró al mundo le genere ganancias por seis billones de dólares, y obligue a que las empresas vuelvan a instalarse en Estados Unidos.

No obstante, las críticas a los aranceles no se limitan a los países afectados, e incluso dentro de su país se cuestiona su estrategia en duros términos, ante la inminente aceleración de la inflación, y el riesgo de entrar en recesión. Pero el abuso de las medidas comerciales para alcanzar sus fines políticos podría tener consecuencias negativas irreversibles también a largo plazo, ya que está acabando con la confianza de sus aliados, obligándolos a blindar sus economías de la influencia externa desmedida.

La Unión Europea anunció que buscaría diversificar sus socios comerciales; lo que favorecería la ratificación del tratado comercial con el Mercosur, aunque también podría significar la necesidad de acercarse a China, una consecuencia peligrosa para la hegemonía norteamericana.

Pero la política del programa «América Primero», implementado por el nuevo gobierno estadounidense, claramente no se limita solamente al ámbito comercial, sino que el repliegue de Washington del escenario internacional amenaza con acabar con el orden establecido desde la Segunda Guerra Mundial. En ese aspecto, el estado de Israel parece ser el único aliado incondicional de Estados Unidos, mientras la OTAN agoniza con la amenaza del presidente estadounidense de no salir en defensa de los miembros que no gasten lo suficiente.

Europa se siente desamparada por primera vez, justo cuando se dispara su histórico miedo a Rusia; y ni el aumento drástico en Defensa, ni la intención de Francia de desplegar un paraguas nuclear en todo el continente, tendría consecuencias inmediatas. Las capitales europeas ya anunciaron el fin de una era en la que podían hacer depender su seguridad de la alianza con Estados Unidos, aunque en este caso, no parecen tener otra alternativa que la autonomía estratégica, para la que necesitarían varios años.

Y en medio del pánico europeo, el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, asistió hace unas horas en Bruselas a una cumbre de la OTAN, en busca de calmar lo que calificó de histeria, y descartó que su país fuera a abandonar la Alianza. Asimismo, dijo que los mercados estaban intentando reaccionar al cambio drástico que hubo en términos de comercio, pero negó que las economías se estuvieran desplomando por los aranceles impuestos.

De cualquier forma, se advierte que Estados Unidos quiere recuperar la competitividad en su carrera con China, y al mismo tiempo obliga al mundo a virar hacia Oriente. Primero Rusia tuvo que salir a buscar mercados y estrechar su alianza con Pekín, ante el expansionismo de la OTAN y las sanciones de Occidente; y ahora es Europa la que necesita reubicar sus productos y redefinir su política de seguridad.

La alternativa lógica para la Unión Europea sería China; por lo que, a largo plazo, los aranceles podrían terminar perjudicando los intereses norteamericanos, poniendo a su máximo competidor en el centro del tablero mundial.