A pesar del correr de las temporadas, La casa de papel se consagra como una de las marcas fuertes de Netflix. Las incógnitas que dejó abiertas la tercera parte son importantes y esperan ser saldadas. Las audiencias esperan saber qué les sucedió a Nairobi (Alba Flores) -que recibió un disparo en el pecho- y a Lisboa (Itziar Ituño) -que fue detenida y víctima de una simulación de fusilamiento para que El Profesor (Álvaro Morte) creyera que su novia fue ejecutada-. Con El Profesor fuera del escenario del plan, la cuarta temporada también se centrará tanto en la conflictiva relación entre Tokio (Úrsula Corberó) y Palermo (Rodrigo de la Serna), como en los constantes enfrentamientos entre Denver (Jaime Lorente) y Río (Miguel Herrán).
Esta cuarta parte no propone un nuevo atraco sino que continúa el relato desde donde quedó. El Banco de España es escenario de una comedia de encierro donde los protagonistas deben enfrentar imprevistos que complican aún más el plan. Como en cada temporada, esta vez también se suman personajes. Lo ingenioso es qué rol juegan en el plan, quiénes son y de dónde provienen. Estas respuestas se encuentran en pasajes anteriores al tiempo del relato, en plena planificación del atraco. Aliados, agentes encubiertos, supuestos traidores y villanos que intentan abortar el plan desde adentro y afuera del banco son los ejes de mayor tensión de la cuarta parte.
Como en toda serie con elenco coral, tanto los ejes temáticos como los personajes centrales deben rotar. La tensión entre Palermo y Tokio por el mando del grupo llevará a la rebelión y al conflicto interno donde la mayor tirantez se encontrará entre los mismos protagonistas. A pesar de eso deberán unirse para luchar contra un enemigo más fuerte que se refugia dentro del banco, entrenado en asuntos de guerra, con arsenal y su propia estrategia.
Decía Hitchcock que la diferencia entre sorpresa y suspenso se encuentra en cuánto sabe el público de lo que sucederá en la escena. El prolífico director ejemplificaba con dos personas que dialogan mientras debajo de la mesa hay una bomba que de repente estalla. Si el público cuenta con la información de que la bomba se encuentra debajo de la mesa, los 15 segundos de sorpresa por la explosión se transforman en 15 minutos de suspenso y la charla banal entre dos personas se convierte en una escena de total interés. La casa de papel trabaja de manera intermitente con el suspenso y la sorpresa. Con las audiencias esperando lo excepcional, se transitan escenas de diálogos y preparaciones, cuentas regresivas y montajes paralelos. La explosión de la bomba llega en cualquier momento bajo la forma de un paso de comedia, una ruptura amorosa, una pelea a los gritos o el descubrimiento de una traición.
Desde lo narrativo, la temporada mantiene las formas conocidas del escenario del atraco, los policías que investigan, el afuera donde El Profesor comanda el plan y los flashbacks que completan la información a la confusión generalizada. Allí los personajes de Berlín (Pedro Alonso) y Palermo vuelven a presentarse como cerebros de la escena. En ese contexto, se apela a la reiteración, una suerte de narrativa cíclica propia del formato. Recurso constitutivo de la serie para evidenciar al extremo la perplejidad de las audiencias ante la pregunta sobre cuánto de lo que sucede estaba o no previsto en el plan.
Trajes rojos, máscaras, mucho dinero y exageraciones que buscan la complicidad de las audiencias son parte de la clave de un éxito con identidad propia. La casa de papel se convirtió en un signo de celebración del entretenimiento en una época donde la ficción supone un verdadero acontecimiento mediático. Comenzó como una serie española más, con notable éxito en Antena 3, pero que llegó a la pantalla global de Netflix convertida en dos temporadas. Una serie que corre los límites de la acción jugando con los géneros de la comedia romántica, el suspenso y el drama. Un guion que por momentos se estanca en la obviedad pero con la suficiente sagacidad para resolver los callejones en los que se mete. Con una construcción de personajes que oscilan en su protagonismo y los vamos conociendo a cuentagotas en una historia que, en definitiva, cada vez más nos afirma que todos y ninguno son los buenos y los malos.
-La Casa de papel, cuarta temporada. Disponible desde hoy en Netflix.