“Así está el país, todos quieren que alguien les dé su merecido a estos personajes pero nadie se atreve a mover un dedo”, dice la cocinera que interpreta Rita Cortese en «Las ratas», segundo episodio de Relatos salvajes, la película dirigida por Damián Szifron que vuelve a las pantallas al cumplirse el décimo aniversario de su estreno. Un político corrupto y maltratador (César Bordón) está sentado en un restaurante y la moza (Julieta Zylberberg) se niega a seguir el consejo de la cocinera y expresidiaria de envenenarle la comida, por más que el tipo le haya arruinado la vida a toda su familia. Quizás, en 2014, época en la que se estrenó, esas diferencias de criterio dejaban entrever dos maneras distintas de lidiar con la realidad. Hoy no hay duda alguna cuál refleja la Argentina de 2024.
Hace diez años no existía Javier Milei en el panorama político local y Donald Trump era sólo un excéntrico hombre de negocios que tenía un exitoso programa de televisión. No se hablaba de “cancelaciones” y la nueva ola del feminismo no había aparecido aún con toda su fuerza. Las redes sociales eran un territorio más amable y lúdico, las fake news un fenómeno marginal y nadie imaginaba que las democracias en varias partes del mundo iban a verse amenazadas desde adentro. Pero Relatos salvajes, un monumento a la crispación, a la bronca acumulada y a la violencia contenida, rompía la taquilla local a la vez que divertía a espectadores y cosechaba premios en todos lados. ¿Supo leer Damián Szifron algo latente que todavía no tenía ni una forma ni una lectura política concreta?
“Las películas de una nación reflejan su mentalidad de forma más directa que otros medios artísticos ya que se dirigen e interesan a la multitud anónima. Puede suponerse, por lo tanto, que los filmes populares satisfacen deseos reales de las masas. Más que credos explícitos, lo que las películas reflejan son tendencias psicológicas, los estratos profundos de la mentalidad colectiva que corren por debajo de la dimensión consciente”, escribía el filósofo Siegfried Kracauer en De Caligari a Hitler, allá por 1946, en un libro que intentó pensar cómo el cine alemán reflejó y canalizó narrativa y estéticamente las tensiones sociales y psicológicas previas a la llegada del Tercer Reich al poder. En ese sentido, Relatos salvajes se ha transformado en una película tristemente profética. En ella está, en toda su dimensión, el germen de la furia como contrato social, como moneda de intercambio entre las personas.
Hace unos pocos días, en un hecho que homenajea aquello de que “la realidad supera a la ficción”, una señora cuyo auto había sido chocado por un colectivo, desprendía el limpiaparabrisas del “bondi” en cuestión y destrozaba los vidrios mientras amenazaba al conductor de una manera idéntica a lo que sucedía en «El más fuerte», el tercer episodio de la película de Szifron, en el que Leonardo Sbaraglia y Walter Donado coreografían con sus muy distintos autos una rutera danza violenta que tiene mucho de solapada lucha de clases.
Las coincidencias no terminan ahí. Cuando Milei era un ignoto economista con una complicada historia familiar y laboral, en Relatos salvajes existía un tal Pasternak, un tipo que había logrado meter en un mismo avión a todas las personas que odiaba –y que creía que lo habían dañado a lo largo de su vida– con el objetivo de estrellarlos contra la casa de sus padres, los que según su psiquiatra eran causantes de todos sus traumas.
Y si bien no es un tema que al gobierno actual parezca preocuparle demasiado, el pacto entre empresarios, jueces y policías corruptos que es el centro de «La propuesta» –el episodio protagonizado por Oscar Martínez que involucra el encubrimiento de un crimen– pone el ojo en los oscuros arreglos entre los poderosos, mucho antes de que la palabra “casta” entrara en el vocabulario cotidiano de la Argentina.
Pero quizás el gran representante de esa idea de lucha contra la casta fue “Bombita” (Ricardo Darín), algo así como el catalizador de la “furia del hombre de clase media” hostigado por todas partes, un tipo capaz de dinamitar, literalmente, organismos dominados por la burocracia, alguien que no puede aguantar más el maltrato de propios (su esposa) y ajenos (empleados estatales, abogados, empresarios, funcionarios) y que termina siendo celebrado por sus “justificables” delitos. Con “Bombita”, Szifron creó el ejemplar más representativo de estos años, la demostración en carne y hueso de cómo se fue violentando el clima de época desde entonces hasta ahora. A su modo, le puso cara a ese sujeto anónimo que terminaría votando a alguien que prometerá “destruir el Estado desde adentro”.
Este análisis no pretende poner en tela de juicio la innegable calidad artística de Relatos salvajes ni mucho menos la supone promotora de causas proto-libertarias. Al contrario, si conectó con la creciente crispación de la psiquis nacional en un momento en el que el crecimiento había dejado de ser “a tasas chinas” y la grieta empezaba a transformarse en una palabra de uso cotidiano fue también porque Szifron supo poner esas tensiones en imágenes, construyendo escenas que lograron transmitir esa furia contenida, ese “inconsciente colectivo” que llegó a su máxima expresión durante y después de la pandemia para tener su clímax en las elecciones de 2023.
“Detrás de la historia evidente de los cambios económicos, de las exigencias sociales y de las maquinaciones políticas –escribía Kracauer–, existe una historia secreta que abarca las tendencias íntimas del pueblo alemán. La demostración de esas tendencias por medio del cine puede contribuir a la comprensión del poderío y de la ascensión de Hitler”. La comparación puede ser excesiva, es cierto, pero la mecánica y los procedimientos son similares a los actuales. Lo que en 2014 se manifestaba subterráneamente y se exteriorizaba a partir de personajes a todas luces excesivos, propios del cine de género, hoy se siente más realista que nunca. Si en algún momento Relatos salvajes fue una comedia graciosa, hoy ya no lo es. Hoy se parece muchísimo más a una tragedia. «
Relatos salvajes
Guionista y director: Damián Szifron. Elenco: Ricardo Darín, Oscar Martínez, Leonardo Sbaraglia, Érica Rivas, Rita Cortese, Julieta Zylberberg y Darío Grandinetti. Reestreno: 22 de agosto. En cines.