El proyecto del oficialismo que busca bajar la edad de la punibilidad a los 13 años está siendo tratado en la Cámara de Diputados. En ese marco, Tiempo entrevistó a Raúl Zaffaroni, uno de los juristas con mayor trayectoria en Argentina. Fue ex ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) y miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Zaffaroni aseguró que la construcción mediática que hacen los medios hegemónicos de comunicación sobre los hechos de inseguridad “son mentiras, creaciones de realidad». «En CABA, desde 2010 hasta 2022 bajaron los homicidios a la mitad, es decir que nos ahorramos cien muertos al año, cien vidas, cien dolores y traumas de deudos. De esos cien que tenemos, unos 12 son en ocasión de robo, o sea que la inmensa mayoría, el 88% son en la familia o entre conocidos”, explicó.
– ¿Qué piensa sobre el proyecto del oficialismo que está siendo tratado en la Cámara de Diputados y que busca bajar la edad de la punibilidad a los 13 años?
-Se trata de un producto del punitivismo populachero más. Viola la Constitución, porque es contrario a la Convención Internacional sobre Derechos del Niño. En la práctica es inviable la aplicación de penas de adultos a los adolescentes, complica incluso a los penitenciarios, crea problemas sin solución además de ser inhumana. La dictadura ya lo hizo, bajó la edad a 14 años, y a los dos años tuvo que subirla de nuevo a 16.
– Según su criterio, ¿cómo se debería trabajar con las adolescencias para que no tengan que atravesar el encierro punitivo como castigo?
-Nadie parece darse cuenta de algo muy grave: la ley vigente también es violatoria de la Constitución. Veamos: hay dos líneas ideológicas en materia de justicia juvenil: Una es la “tutelar”, el juez/a de menores puede hacer lo que quiera con un o una menor de 16 años porque es el “padre” o “madre” que lo “tutela”, lo “cuida” y todo lo que haga es bueno para el o la menor de 16 años. Nuestra ley vigente permite esa barbaridad incluso para el/la menor víctima o cuando tuviera “problemas de conducta”, que creo que lo tienen muchos jueces si no me equivoco. Eso es inquisición; no hay acusación ni defensa, porque “el juez es bueno”, aunque queme al imputado, será siempre por bien. Otra es la jurídica, que impone la Convención y se inició con un caso norteamericano en que el juez de menores resolvió internar a un adolescente hasta la mayoría de edad porque le decía cosas soeces telefónicamente a una vecina, cuando a un adulto, por la misma conducta, cabía imponerle una pena de multa. Para evitar estas barbaridades, la Convención -es decir, nuestra Constitución- impone lo siguiente: cualquier limitación a la libertad de un/a menor de 16 años, con el nombre de pena, medida de mejoramiento, de seguridad, de protección o como quiera llamársele, y más aún si importa una institucionalización, en “instituto”, “prisión” o como se le llame, debe ser tomada siempre después de un proceso penal en que, con todas las mismas garantías que a un adulto, se le prueba que cometió un delito. En síntesis, para que quede claro: conforme a la Constitución y a la posibilidad real de ejecución, no se le puede poner la misma pena que al adulto, pero cualquiera sea la medida que limite la libertad del o de la menor de 16 años debe ser precedida por un proceso penal con todas las garantías constitucionales. El niño, niña o adolescente sigue siendo un ciudadano como el adulto, no lo olvidemos, y a nadie se le puede imponer una pena (aunque se le cambie el nombre) sin antes un debido proceso.
– ¿Qué piensa sobre la construcción mediática que hacen los medios hegemónicos de comunicación sobre los hechos de inseguridad?
-Son mentiras, creaciones de realidad: en CABA, desde 2010 hasta 2022 bajaron los homicidios a la mitad, es decir que nos ahorramos cien muertos al año, cien vidas, cien dolores y traumas de deudos. De esos cien que tenemos, unos 12 son en ocasión de robo, o sea que la inmensa mayoría, el 88% son en la familia o entre conocidos. La incidencia de menores de 16 años en algunos años es de uno, en otros de dos, en otros de ninguno, o sea, despreciable, incluso en comparación con los mayores de cincuenta años. Es mejor cuidarse de los veteranos. Los adolescentes, por lo general varones, son molestos para la policía, pero no tienen participación relevante en delitos muy graves, su intervención es muy excepcional.
– ¿Cuál sería la mejor manera de construir la seguridad ciudadana en la comunidad?
-La respuesta sería muy larga, pero en síntesis, ante todo, reforzar la comunidad, el sentimiento de empatía, sentirnos parte de un todo común y no odiarnos y reforzar prejuicios discriminatorios de toda naturaleza. En lo institucional, obviamente que necesitamos una magistratura con una organización racional y no con el disparate institucional único en el mundo que tenemos. Además, aunque no por último, una policía cada día más tecnificada, un FBI, un Scotland Yard, una “Bundespolizei” alemana o unos Carabinieri argentinos, con trabajadores bien pagos y con todos los derechos sindicales. Es decir, con el derecho a organizarse, a discutir sus condiciones de trabajo, a paritarias, etc., salvo obviamente el derecho de huelga, que es el único que no pueden tener. Los policías no son enemigos, sino trabajadores como cualquier otro, lo que debe reconocérseles y nunca se lo ha hecho: son los trabajadores a los que en mayor medida se le niegan sus elementales derechos laborales.
– ¿Qué piensa usted que pretende hacer el poder político de turno con las nuevas generaciones?
-Si le hace faltar proteínas en la primera infancia, creará unas generaciones de personas menos inteligentes, quizá eso es lo que se propongan los discípulos de la “escuela austríaca”. Pues como dejó escrito uno de sus “evangelistas”, Ludwig von Mises, en un panfleto llamado “La mentalidad anticapitalista” (Madrid, 1995), es un error creer que todo humano, por el hecho de nacer, tiene derecho a algo, es decir, que los Derechos Humanos son un error. Es obvio que las generaciones que no alcancen el desarrollo neuronal completo serían más fácilmente manipulables por sus medios monopólicos y por la tecnología de IA. Si también somete a algunos niños o adolescentes a penas en las cárceles superpobladas y en las comisarías para deteriorarlos más, los entrenaría para cometer hechos criminales graves. Y, de ese modo, justificar más represión, para que nadie resista los “mandatos de la mano del mercado”, mientras la selectividad punitiva recae sobre los infelices para deteriorarlos y garantiza la impunidad de los poderosos para que se enriquezcan.