En la conducción del Conicet, del Arsat, del Inta, del Ejército, del Incaa, de Educación o Salud, solemos encontrar cuadros que conjuguan trayectoria de excelencia específica con experiencias de gestión que recogen amplio reconocimiento en el sector y habilitan un auténtico liderazgo.
Tanto más debería ser, si se trata del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard), organizado por la idea de la exigencia más rigurosa, en el marco de competencia internacional, pensando en atender los detalles que marcaran la diferencia, es decir, consciente de que no solo hay que hacer las cosas bien o muy bien, sino hay que hacerlas mejor que otros, una estructura con el único objetivo de colocar nuestros deportistas de representacion nacional en condiciones de competir para ganar.
Con la conclusión de los Juegos Olimpicos tenemos en los medios, una vez más, una escasa semana de «evaluación», reducido a ese ínfimo segmento del alto rendimiento (AR), que concita casi la totalidad de la atención mediática.
Cómo siempre, en el balance sobrevuela un sabor de insatisfacción, de que podríamos estar para mucho más y con la confusión de que se está hablando de todo el deporte cuando nada da cuenta de la realidad del deporte de base, masivo, popular.
En definitiva, emerge muy poco de profundizar sobre el núcleo de la cuestión: la ausencia de un plan estratégico integral, la carencia de un Sistema Deportivo Nacional que articule de buena manera cada etapa del proceso deportivo con visión de mediano/largo plazo.
Sin registro de la bajísima autoestima del sector, que permite ser conducido por sujetos con prioridades en otros intereses, muchas veces sin calificaciones para hacerlo, volvemos a repetir los lamentos de décadas, que en el segmento alto rendimiento, apenas se interrumpieron con la creación del Enard en el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, hasta que Mauricio Macri decapitó su autonomía económica a fines del 2017.
Que la política deportiva nacional, provincial o municipal sea conducida por cuadros con conocimientos y vocación en la materia como con formación y experiencia política deberia ser el horizonte necesario.
Para profesionales del deporte, sean deportistas, entrenadores o gestores, es necesario que rompamos el estado de confort, para superar los análisis y propuestas técnicas impecables que debería plasmar otro a tomar protagonismo en el plano de las realizaciones, lo que implica ingresar, explicar y hacer lobby en la política, no como aislados llaneros solitarios sino con el empuje que significan las construcciones colectivas.
También nos toca a los dirigentes deportivos trabajar en un nuevo paradigma de conducción para el siglo XXI, enmarcado por el contexto democrático, respetuoso de las opiniones políticas y sociales de los deportistas y entrenadores, que renuncie al amedrentamiento como método para dirimir intereses diversos y ordenar el sistema.
La carencia de cuadros y de desarrollo político del sector bien tiene que ver con la práctica represiva sobre los deportistas, ya apenas entrados al sistema de rendimiento, a participaciones activas en temas fuera del entrenamiento y competencia, contra las militancias políticas en particular, cultura que en nuestro país tomó un vuelo desmesurado con la represión cruel ejercida en el golpe dictatorial de 1955, que dejó una impronta, que aún subrepticia, permea hasta el día de hoy.
Existen dos vertientes donde el deporte tiene contribuciones irremplazables para aportar al desarrollo la Patria: la primera hacia adentro, en la formacion de infancias y adolescencias y la salud física y mental del Pueblo.
La otra es en el plano de la geopolítica, ese escenario donde dirimen las potencias del mundo para mostrar prevalencia, conscientes de las implicancias politicas globales de los resultados deportivos internacionales. Tan es así, que bien sabemos los argentinos, la instalación de la Argentina en el plano de las naciones tiene que ver principalmente por la contribución del deporte.
El Deporte es parte consustancial de la cultura argentina y acercar ese volumen al grado de coherencia en niveles de institucionalización y asignaciones economicas nos inspira a desafíos nuevos de participación.
Sin el desarrollo del músculo político del deporte, tanto desde la sociedad argentina como desde la comunidad deportiva, seguiremos asistiendo por muchos Juegos más, al mismo escenario que no nos satisface.
Jon Uriarte es Medallista olímpico de voleibol Seúl 88.
Ex entrenador de los seleccionados de Argentina y Australia (Atenas 2004 y Londres 2012)
4 veces campeón de la Liga Argentina con Azul Voley Club