Ezequiel Corbalán tomó una decisión: no iba a dejar que le quitaran la herramienta de trabajo. Aceleró la Corven 250 que usaba para cadetería y esquivó el puesto de control. Los agentes de la Policía local de San Nicolás habían encontrado, además de la desobediencia del aislamiento obligatorio, un motivo para escarmentarlo. La persecución a la moto, en la que también viajaba Ulises Rial, se interrumpió de manera alevosa: un patrullero sin sirena y con las luces azules apagadas, cambió de carril y se cruzó delante. El impacto fue tremendo y los jóvenes salieron despedidos. Ulises no llegó vivo al hospital y Ezequiel agonizó cuatro días. “Les arrebataron la vida a dos chicos laburantes”, se lamentan las madres.
Dos ciudades lloran el mismo dolor. Aquel último domingo de mayo, Ezequiel, de 31 años, salió del departamento de Villa Constitución, en Santa Fe, para ir a la casa de su amigo Ulises, de 25, en la vecina San Nicolás, y cenar, junto a otros dos vecinos, unas pizzas a la parrilla. El plan de Ezequiel era quedarse a dormir y aprovechar para hacer unos arreglos al día siguiente en la quinta que la familia tiene en aquella ciudad bonaerense. Pero la sobremesa se alargó de más y en un momento la bebida no alcanzó.
“Yo estaba acostada y cerca de las tres de la mañana escuché que salió una moto de casa. A las cuatro me levanté y vi que los chicos estaban afuera esperando que ´Uli´ volviera. Nos quedamos hasta las cinco y media. Yo me desesperé, llamé al hospital, pero me dijeron que no había ingresado ningún chico accidentado. Entonces llamé a la comisaría, pero no me atendió nadie. A las nueve me enteré por Facebook que había habido un accidente de moto cerca de casa y que el acompañante había muerto en el acto”, recuerda Verónica Arias, la madre de Ulises.
De acuerdo a lo que pudieron reconstruir las familias, Ezequiel propuso ir hasta la quinta, a unas 15 cuadras de la casa de Ulises, a buscar más bebidas porque los negocios ya estaban cerrados. Sin embargo, un hecho estropeó la suerte de los dos amigos: en el camino esquivaron un operativo policial por temor a que les quitaran la moto, lo que derivó en una persecución.
“Ezequiel estaba trabajando en un restaurante de Villa Constitución que cerró por la pandemia. Gracias a la moto había conseguido entrar en una empresa como cadete y los fines de semana, además, hacía entregas de comida casera con la novia. No frenó porque había dejado la mochila con los papeles de la moto en la casa de Ulises. Sabía que se la iban a sacar y era su única herramienta de trabajo. Él jamás tuvo una entrada en una comisaría o un problema con un policía. Incluso, hacía como un año que no iba a San Nicolás”, cuenta Sandra Corbalán, la madre.
El patrullero que empezó a seguir a los jóvenes pidió refuerzos y a las pocas cuadras, en la esquina de Carbajo y Piaggio del barrio San Martín, otro móvil que venía de frente a la moto, se cruzó de carril con la inequívoca intención de cerrarles el paso. Ezequiel maniobró para evitar el choque, pero alcanzó a golpear con el costado izquierdo del patrullero. A Ulises la caída contra el asfalto lo mató enseguida. Ezequiel, en cambio, estiró la agonía hasta el jueves 11 de junio.
“A mí me mintieron desde el principio –agrega Sandra–. Los policías me dijeron que los chicos habían chocado contra un móvil que estaba detenido, pero después se supo que se cruzó en contramano, que no llevaba la sirena prendida y que las luces azules no funcionaban desde el 28 de diciembre del año pasado. El propio fiscal me dijo que no quedan dudas de que les tiraron el auto encima y mataron a nuestros hijos”.
Uso letal de la fuerza
La causa, a cargo del titular de la UFI 6 de San Nicolás, Rubén Giagnorio, está caratulada como doble homicidio culposo, sin embargo, aún no se pidió la detención de Pablo Moresco, el agente que manejaba el patrullero, ni de sus acompañantes Omar Bazán y Mariana Huesa, todos aún en funciones.
La Comisión Provincial por la Memoria (CPM), en su carácter de Mecanismo Local de Prevención de la Tortura de la provincia de Buenos Aires, se presentó como patrocinante de las familias de las víctimas. En la reunión que mantuvo con el fiscal, el organismo remarcó “la necesidad de inscribir el hecho como un caso de violencia estatal y uso letal de la fuerza” e insistió en que “no fue un accidente sino un doble homicidio doloso calificado por ser ejecutado por funcionarios policiales”.
Sandra destaca que Ezequiel fue el primero de sus cuatro hijos. “Con él aprendí a ser mamá. Era un ser especial, no tenía maldad con nadie”. Por su parte, Verónica elige acordarse de que la vida de Ulises era “trabajar doce horas en Siderar y disfrutar los francos con su hija de un año y medio”.
Las dos, que ya organizaron una marcha en San Nicolás y proyectan otra en Villa Constitución, coinciden en el reclamo. “Queremos justicia porque les arrebataron la vida a dos chicos laburantes. Si no fuera porque nos acompañan los organismos de Derechos Humanos estaríamos solas. La policía local fue creada por el municipio, pero ningún funcionario ni siquiera se nos acercó. San Nicolás no es tan grande para que no se sepan las cosas”.
Otro modo del Gatillo Fácil
Según el registro de casos de uso letal de la fuerza elaborado por la Comisión Por la Memoria, sólo entre 2016 y 2019 en la provincia de Buenos Aires hubo 27 muertes provocadas por policías a bordo de sus patrulleros.