La OEA, esa cosa tan fea”, cantaba el cubano Carlos Puebla. A esa frase paradigmática recurrió el argentino Carlos Raimundi para publicar sus experiencias en ese organismo creado a voluntad de Estados Unidos en 1948. A esa rima también recurrió el presidente mexicano varias veces. Esta semana no canturreó en tono festivo como en otras ocasiones, solo que cuando se enteró de que el siempre listo Luis Almagro había denunciado una «manipulaciòn aberrante»de los sultados de la elección, lanzó un lapidario “¿Qué se tiene que meter la OEA?, ¿Qué se tiene que meter? Eso es injerencismo, por eso la OEA no tiene credibilidad”. Y luego explicó por qué su representante no iría a la reunión de urgencia convocada por el sumiso excanciller uruguayo. “No estamos de acuerdo con la actitud de parcialidad de la OEA”.

Tiene razones Andrés Manuel López Obrador para su inquina con esa decrépita institución son sede en Washington. En 2006 perdió la elección presidencial contra Felipe Calderón mediante un fraude escandaloso que la OEA no denunció. Yendo para atrás en el tiempo podría decirse que la OEA tampoco se rasgó las vestiduras en 2000, cuando pasaron 35 días hasta que la Corte de Justicia de Estados Unidos laudó en favor del George W. Bush en un comicio donde según las evidencias, en el estado de Florida votaron hasta los muertos.

Almagro tiene un antecedente de este mismo proceder en Bolivia, en 2019, cuando denunció  fraude en los comicios en que Evo Morales había sido reelecto. Esa vez el mandatario terminó renunciando porque esa declaración facilitó un golpe institucional en complicidad con la cúpula militar y policial. Ahora, Javier Milei y el expresidente Mauricio Macri, en ¿coincidencia? se adelantaron el domingo 28 de julio en pedir una intervención militar contra Nicolás Maduro aun antes de que se conocieran los primeros cómputos.

El historial de la OEA es trágico para la región, que en 2011 creó una organización que nuclea a 33 países del sur del Río Bravo, la CELAC, en la que específicamente no tienen cabida Estados Unidos y Canadá. En su nacimiento, la OEA registra un hecho que marcaría su destino. El 9 de abril de 1948 fue asesinado en Bogotá el caudillo colombiano Jorge Eliécer Gaitán. Su figura representaba la posibilidad de un cambio progresista para el país sudamericano. Estaba en el partido Liberal, pero hacía años se había declarado socialista. O sea, era un peligro para los intereses de las oligarquías locales y de EEUU.

Resulta que en esos días se desarrollaba, también en Bogotá, una cumbre forzada por la Casa Blanca para conformar la Organización de Estados Americanos. Eran días turbulentos por el levantamiento popular desatado a raíz del magnicidio del líder popular y la conferencia debió trasladarse a un gimnasio. El 30 de abril 21 países firmaron el documento que pariría a la OEA. Cuba seria expulsada en 1961 por socialista. Venezuela se retiró en 2019 luego de que la OEA reconociera como presidente al diputado Juan Guaidó. La pregunta de AMLO es más pertinente que nunca, ¿Qué se tiene que meter la OEA?