Según la Mesa Agroalimentaria Argentina (MAA)*, en nuestro país la agricultura familiar abastece en un 60% nuestra alimentación diaria, explotando alrededor del 11% de las tierras agrícolas, mientras que las grandes explotaciones agropecuarias del país, que representan menos del 1%, concentran casi el 40% de la superficie productiva.

En Argentina pasa lo que en el mundo: la concentración de la tierra en manos de las grandes corporaciones viene creciendo aceleradamente desde 1980. Según el informe que realizó la Coalición Internacional para el Acceso a la Tierra y Oxfam en 2020, hay en el mundo alrededor de 608 millones de explotaciones agrícolas. La mayoría de estas explotaciones están en manos de las y los pequeños productores (que son aproximadamente 2.500 millones de personas), pero más del 70% de la tierra cultivable a nivel mundial está controlada por el 1% de las explotaciones más grandes.

Diego Montón es mendocino, también es parte del Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra, organización que integra la coordinación de la MAA, y además es delegado en la Vía Campesina internacional. Diego resalta la importancia que en este contexto reviste el proceso de desmantelamiento de toda la institucionalidad estatal. Desde su parecer, son los Estados los que a través de la implementación de políticas públicas, tienen que equilibrar la disparidad que supone que, tanto a nivel global como nacional, un puñado de corporaciones controle buena parte de los sistemas agroalimentarios determinando precios y manejando la comercialización.

“Es fundamental que desde el Estado se garantice el equilibrio. El campo argentino es muy diverso y la política debe segmentarse en función de esas realidades: a las corporaciones más grandes el Estado debe controlarlas, regularlas, exigirles una parte de la renta para democratizarla; mientras que a los medianos y pequeños productores debe acompañarlos, monitorearlos pero también impulsarlos, porque además somos los que más trabajo generamos en el campo argentino”, agrega.

De acuerdo a relevamientos realizados por el ex Ministerio de Agricultura de la Nación, las y los trabajadores de la tierra producen el 70% de la yerba mate, el 62% del tabaco, el 61% de pollos parrilleros, el 60% de los porcinos y el 59% de las hortalizas. Además, un tercio de la leche, un cuarto del ganado bovino y caprino del país, y generan el 53% del empleo en el sector

¿Qué culpa tiene el tomate?

“Actualmente la producción de alimentos está tensionada entre dos grandes lógicas”, explica Diego. A una la describe como subordinada al capital financiero, una lógica que plantea al alimento como mercancía imponiendo más y más hambre, destrucción de la naturaleza, erradicación de bosques, contaminación de suelo y problemas de salud. Como contracara menciona a una lógica de producción que se basa en la alimentación como derecho básico. Una manera de pensar el mundo, que no disocia los derechos de las y los campesinos y pequeñas familias productoras, de los de quienes consumen. En palabras del propio Montón, “este modelo, al que nosotros denominamos el de la soberanía alimentaria debe basarse en garantizar que el pueblo pueda alimentarse de manera saludable y que las familias productoras vivan dignamente”.

La propuesta que impone el capital financiero, agrega, es la que en nuestro país ya expulsó a alrededor de 300.000 familias productoras del campo, provocó el aumento de un 800% en el uso de agrotóxicos, con el agravante de que más del 65% de esos agrotóxicos son importados, factor que implica la dolarización del costo de producción, y a su vez explica el aumento desmedido de los precios de los alimentos, que bajo esta lógica se producen con menos calidad nutritiva.

“Ser productor campesino es ejercer un oficio digno”, afirma Diego con orgullo de saberse productor de alimentos y establecer una bonita relación con la naturaleza. Sinembargo también comparte que en este contexto de avanzada en la concentración de la tierra y ausencia del Estado, “vivir en la ruralidad argentina es vivir en un campo que cada vez está más excluido, con menos servicios, sin conectividad, con un deterioro creciente en el acceso a las comunicaciones, a la salud y a la educación.”

Para poder hacer frente a esta ofensiva que plantea un campo sin agricultores, Diego, como muchísimos más, viene a resaltar lo fundamental de la organización colectiva y la gremialidad. “Para sostener la identidad de pequeño productor, de campesino, de familias productoras venimos trabajando desde hace mucho tiempo en la construcción de lazos a partir de la conformación de cooperativas, asociaciones, grupos de base, organizaciones de segundo grado como en nuestro caso la Federación De Cooperativas Campesinas de la Agricultura Familiar. Así como organizaciones nacionales como el MNCI ST y la MAA”.

… “La gremialidad es también la herramienta que nos permite construir horizontes posibles a través de establecer puentes con sindicatos, universidades, movimientos estudiantiles, partidos políticos y otros actores sociales” Dice Diego Montón

La actualidad de la histórica lucha por la tierra

Cuando le preguntamos a Diego Montón cómo la experiencia histórica de la lucha por el acceso a la tierra tiñe la realidad actual de los movimientos territoriales, es taxativo: “Todos los países desarrollados tanto desde una perspectiva de izquierda o de derecha han basado su desarrollo en la democratización de la tierra”. Menciona que podemos analizar procesos como los de China o Cuba, que profundizaron la reforma agraria; o casos como como el de EEUU, Japón, Corea del Sur, en los que se empezó con parcelamientos y distribución en pos del abastecimiento de alimentos en los cordones industriales en crecimiento. Si bien reconoce que tanto en el primer y segundo gobierno peronista se avanzó con créditos que permitieron el acceso a la tierra de miles de familias agricultoras, menciona que en Argentina hay una deuda pendiente, ya que lo que se profundizó fueron los procesos de expulsión y desalojo.

Es en este marco que la MAA viene presentando varias iniciativas de propuestas legislativas. Son tres las que abordan la problemática del acceso a la tierra. La Ley de Arrendamientos Rurales, que plantea una actualización de la Ley 13.246. Porque aunque esta normativa está vigente desde 1948, fue sucesivamente reformada para quedar reducida a una mínima expresión luego de la reforma que en 1980 impulsó José Martínez de Hoz como ministro de economía de la última dictadura. Esta propuesta postula “democratizar la relación entre el productor que arrienda y el terrateniente que alquila, para que los riesgos y las ganancias sean distribuidas de manera más justa, en función de los derechos del agricultor”, afirma Montón.

La Ley de Protección y Fortalecimiento de las Áreas Campesinas, sigue, “pensada a partir de las cientos de miles de hectáreas habitadas por comunidades campesinas que por carecer de títulos se ven sometidas a distintos procesos de desalojo en su mayoría irregulares e ilegales.” Este proyecto, afirma, “propone que el Estado releve esas zonas y adjudique garantías jurídicas para la permanencia”.

La iniciativa que completa la tríada, la Ley de acceso a la Tierra, fue presentada tres veces en el Congreso Nacional. En 2016, en 2018 y en 2020, y aunque en 2021 la Cámara de Diputados dio dictamen favorable, no se obtuvieron más avances. Esta Ley propone crear un Fondo Fiduciario Público de Crédito para la Agricultura Familiar que facilite el acceso a la tierra a través de un crédito blando, una especie de Procrear Rural. Se trata de una solución concreta y factible al problema de la tenencia de la tierra. Sobre todo para el 85% de las familias que producen en las periferias de las grandes ciudades sin ser dueñas del suelo que trabajan.

“La agroecología es la salida. Es la propuesta de un sistema agroalimentario que se propone abastecer de alimentos saludables, producidos en armonía con la naturaleza y el ambiente, desacoplando los costos de producción. Porque este modelo no requiere de insumos importados. Por eso la Ley de Promoción de la agroecología también constituye un pilar en el desarrollo rural y en la construcción de la soberanía alimentaria”, concluye.

Por las propuestas, las soluciones y la mirada puesta en el futuro con las raíces bien plantadas, celebramos este modelo de producir la tierra. Feliz día a quienes nos alimentan cotidianamente y no dejan de luchar para hacerlo en más justas y mejores condiciones.

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*La Mesa Agroalimentaria argentina está formada por UTT, FE.CO.FE, FONAF, MNCI ST y BASES FEDERADAS