Por general, las personas no sienten los latidos de su corazón. Se perciben en él cuando la frecuencia se acelera o cuando hay algún latido que se sale de ritmo, la denominada extrasístole. Medir el pulso del humor social dominante puede resultar igual de complejo. Un electrocardiograma de la población debería mostrar la velocidad a la que se mueve el pulso y los latidos que se salen de ritmo.
Los cambios en el pulso de la sociedad suelen ser repentinos. A los seis meses y medio del gobierno de Fernando de la Rúa, nadie imaginaba lo que ocurriría 90 días después, cuando el escándalo de las coimas en el Senado para aprobar la reforma laboral, que impulsaba casualmente Patricia Bullrich, hizo que el vicepresidente Carlos Chacho Álvarez renunciara a su función.
Ese terremoto político fue el principio del fin del gobierno de la Alianza. Las tensiones entre los presidentes y sus vices son un clásico de la política argentina. Una de las excepciones fue la segunda presidencia de Cristina, cuando la secundaba Amado Boudou.
La tensión interna entre Victoria Villarruel y Javier Milei por ahora no pasa de gestualidades y algunas diferenciaciones por parte de la presidenta del Senado. Son extrasístoles. La primera fue cuando defendió a “la casa de las provincias” mientras el presidente arremetía contra el Congreso durante el primer intento de aprobación de la Ley Bases. Luego sumó más gestos: se ausentó de la firma del famoso Pacto de Mayo; defendió los aumentos de las dietas de los senadores. Villarruel se muestra más institucional, más “racional”, que Milei. Esta semana sacó a relucir una veta nacionalista. Se apoyó en el escándalo que desataron los cánticos filo racistas de la Selección Nacional contra sus rivales franceses, luego de haber ganado la Copa América. El cancionero futbolero argentino incluye: racismo, misoginia, homofobia, como para empezar. Si una ONG contra la discriminación evaluara las canciones de las canchas, no quedaría nadie en pie. Eso no quiere decir que todos los que cantan luego practiquen la discriminación en su vida diaria. Es el famoso fenómeno del malón.
Villarruel tuvo olfato. Aprovechó para meter una nueva diferenciación y defender con un discurso nacionalista al delantero Enzo Fernández, luego de que la Federación francesa de fútbol pidiera sanciones para el argentino.
Para Milei, un discurso nacionalista anticolonial es totalmente ajeno. Al contrario, el presidente se siente cómodo sentándose con el canciller británico David Camerón que dijo que las Islas Malvinas serán inglesas “para siempre”. Milei sueña con un mundo sin Estado y por lo tanto sin nación, quizás con la excepción de Israel. No es el mismo sueño de los viejos comunistas que imaginaban el fin del nacionalismo para terminar con la opresión de los países poderosos sobre los débiles. No. El presidente quiere un planeta en el que los super ricos, como su amigo Elon Musk, pongan las reglas y el resto de la humanidad obedezca. Un mundo feudal tecnológico.
Mientras tanto, al pulso de la sociedad hay que mirarlo en las encuestas, pero también en las verdulerías, los almacenes, el colectivo. Ahí comienzan a crecer las taquicardias y las arritmias. Todavía no son constantes y siguen siendo silenciosas porque domina la idea de que el gobierno es “nuevo” y tiene que resolver la “herencia” de la política tradicional. Como toda explicación para justificar un malestar, el viejo truco de “la herencia” tiene fecha de vencimiento. No alcanza con decir que son 70 o 100 años. Sumarle décadas puede estirar su vida útil algunas semanas, pero nada más. El pulso sólo puede mantenerse estable si el gobierno tiene resultados que mejoren la vida de la población. De lo contrario, no hay twitter, ni tik tok, ni discurso de odio que pueda evitar la taquicardia. «