En la década de los ochenta José López Portillo nacionalizó la banca mexicana como una suerte de último suspiro de lo que fuera el nacionalismo revolucionario que presidió las realizaciones del estado post revolucionario mexicano, hegemonizado políticamente por el PRI que aún duraría tres sexenios más administrando el Estado como partido gobernante desde 1917 hasta el 2000.
Las realizaciones fueron importantes en ese largo periodo post revolucionario. La preservación de la soberanía nacional siempre amenazada por Estados Unidos, con guerras en el siglo XIX que amagaron la sobrevivencia misma de la nación mexicana. La definición del interés nacional se hizo a partir de su pertenencia geográfica y económica a América del Norte y geopolítica y cultural a América Latina. Se gestó una economía mixta, con sectores estratégicos conducidos por el Estado y una iniciativa privada libre, regulada por el Estado en las relaciones con sus trabajadores, consagrada en la Ley Federal del Trabajo y con el Estado a través de un sistema impositivo progresivo.
El Estado post revolucionario creó las bases socioeducativas, culturales e institucionales, con una función electoral autónoma fortalecida técnica y políticamente, para la transición a la democracia con alternancia en los poderes ejecutivo y legislativo. Procesos semejantes, aunque con dictaduras militares, vivieron los países del Sudeste asiático como Singapur, Taiwán y Corea del Sur, para citar tres ejemplos.
Con luces que tendieron a disminuir y sombras que tendieron a crecer, el PRI condujo a México a ingresar en el siglo XX y a transitar al siglo XXI como nación moderna soberana, integrada al mundo, con perfil democrático estable y una política exterior solidaria con las mejores causas de la humanidad, inspirada en la Carta de las Naciones Unidas y elevada a rango constitucional.
Ese proceso y el debate intelectual sobre el mismo en el siglo pasado ha tenido muchos animadores. Entre ellos los académicos Rolando Cordera y Carlos Tello en su libro “México: la disputa por la nación”, editado en la década de 1980 y reeditado 30 años después.
Rolando Cordera y Carlos Tello han planteado que el desarrollo de México tiene en permanente conflicto dentro del Estado y la sociedad dos modelos de desarrollo: el neoliberal y el nacionalista. De cara a las elecciones del 2024 esa conflictividad latente se torna parte del debate político y la definición electoral. Y su corporización político-partidaria se da en dos conglomerados. La alianza MORENA-PT- PVEM y la alianza PAN-PRI-PRD.
El PRI en su gradual transformación política había pactado con el PAN para aprobar el FOBAPROA, instrumento legal que socializó las pérdidas de empresarios y banqueros e hizo que todos los mexicanos vía impuestos asumieran las pérdidas de quienes siempre privatizaron sus ganancias sin ápice de sensibilidad hacia los desfavorecidos.
Ese camino terminó llevando al antiguo partido reformista que lideró la institucionalización de la revolución mexicana a la fosa histórica que significa hoy ser un apéndice de aquel conglomerado político surgido de quienes siempre se opusieron a los principios y objetivos de la Revolución Mexicana, agrupados en el PAN.
Viene a la memoria un antiguo principio político. Cuando el reformismo pacta con la derecha conservadora siempre es ésta la que gana y no al revés. Chile fue un ejemplo trágico de ello. La Democracias Cristiana por oponerse a Salvador Allende pactó con la derecha y terminó siendo cómplice del golpe de estado de Augusto Pinochet. En la actualidad, el gobierno electo en Argentina , partidario abierto del capitalismo sin regulación estatal alguna, recibió el solitario apoyo de Xocilt Gálvez y su mentor Vicente Fox. Es de suponer que la senadora Beatriz Paredes, cuya precandidatura a la presidencia fue saboteada por la alianza opositora, suspendiendo la encuesta antes de la fecha prevista, no comparta el apoyo a Javier Milei de Gálvez y Fox, como antes fue férrea opositora a la dictadura de Augusto Pinochet.
Ahora MORENA, creado y liderado por el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador, en su juventud militante del ala izquierdista del viejo PRI, es quien encabeza la opción nacionalista (y progresista) para el desarrollo de México, recurriendo al instrumental conceptual del ensayo de Cordera y Tello. Y el PAN, secundado por el PRI, es quien lidera la opción neoliberal.
Los indicadores de la expansión económica del gobierno de López Obrador, la inversión nacional, pública y privada, la inversión extranjera, el crecimiento de la población ocupada, la reducción de la pobreza, el mejoramiento de la atención a adultos mayores y jóvenes, la recuperación del servicio de trenes para pasajero, y otras muchas obras públicas de envergadura, hablan de pasos serios hacia un mejoramiento del bienestar de la población mexicana más pobre. También la creación reciente de una empresa pública para expandir a precios menores el internet.
En el mismo sentido van los avances en el proceso de esclarecimiento del tema de los desaparecidos en México, en especial en el sexenio del expresidente Felipe Calderón, con episodios tan evidentes como la prisión en Estados Unidos de Genaro García Luna, quien en el gobierno panista de Calderón ejercía la jefatura de la lucha contra el narcotráfico, trabajando simultáneamente para algunas bandas de la delincuencia organizada, responsables del asesinato de miles de mexicanos uniformados y no uniformados.
El efecto político de esas tendencias positivas es el alto nivel de aceptación popular del que goza López Obrador. En varias mediciones publicadas por entidades internacionales suele ubicarse entre los jefes de Estado de mayor aceptación junto al Modi, de la India.
En una entrevista reciente de Rolando Cordera y Carlos Tello, los académicos decían que en el siglo XXI la nación mexicana tiene como primordial tarea la reforma social del Estado para hacer la larga marcha hacia un estado del bienestar. En la próxima contienda electoral, Claudia Sheinbaum, candidata de MORENA-PT-PVEM, representa esa alternativa. Su adversaria encarna la solución neoliberal. El laureado escritor mexicano Hugo Hiriart ha publicado una reciente novela que será llevada al cine. Su título es “El águila y el gusano”. El águila en la simbología de la nación mexicana significa fuerza, valentía, libertad. El gusano se ha colado en la actual precampaña electoral por una intervención de la candidata de la alianza PAN-PRI-PRD, que ha tomado prestado ese calificativo de la rica oratoria del fallecido líder de la revolución cubana Fidel Castro que así descalificaba a los contrarevolucionarios impulsados por Estados Unidos. Con un gusano, Gálvez ha desacalificado la vieja política mexicana, a la cual ella pertenece por haber ejercido el cargo de secretaria de Estado en el sexenio de su mentor, el expresidente Vicente Fox.
En 2024 los mexicanos libre y pacíficamente escogerán entre esa dos opciones.