Dicen que la crisis es una oportunidad. Para la gobernanza mundial, en cambio, cada crisis genera un organismo que tiene como misión morigerar las consecuencias y evitar nuevas crisis. Hasta ahora los organismos fueron cambiando, lo único permanente son las crisis.
En 1973, cuando se avecinaba la crisis del Petróleo, a instancias de Estados Unidos se creó un foro denominado G7, que incluyó a los países más industrializados. Lo conformaban, además, Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido. Tras la caída de la Unión Soviética, se incorporó Rusia y nació el G8.
En 1997, la crisis de los «tigres asiáticos» arrastró al rublo, la moneda rusa, y a otros países de los denominados emergentes, como Argentina y Brasil. La necesidad de coordinar políticas comunes llevó a reuniones de líderes mundiales y finalmente nace el G20, entre los Ocho y algunas potencias intermedias que eran consideradas decisivas para la estabilidad económica mundial.
Entre ellos estaba China, Australia, Turquía, Arabia Saudita, Corea del Sur, India, Indonesia, Sudáfrica y por Latinoamérica, México, Brasil y Argentina. El puesto número 20 fue adjudicado a la Unión Europea.
Fue un triunfo diplomático del gobierno de Carlos Menem, que ya terminaba su mandato, porque afuera quedaban naciones como España, con mayor PBI y grado de desarrollo. Como gentileza, el país ibérico tiene un puesto como invitado permanente a cada encuentro. Una posición similar a las del FMI, el Banco Mundial, la OIT, la OMC e instituciones como la Unión Africana. En 2001, incluso, hubo quienes cuestionaron la permanencia argentina en ese foro porque al haber entrado en default el país se convertía en un incumplidor de los compromisos.
Una nueva crisis, la de la burbuja inmobiliaria de 2008, dio nuevo impulso al G20 para que ahora debatieran los jefes de Estado y no funcionaros del área económica solamente. Cristina Fernández, Lula y Dilma Rousseff plantearon desde entonces la necesidad de un nuevo paradigma para las relaciones comerciales.
Ahora el clima es otro. El personaje díscolo es Donald Trump, Argentina está sumida en otra crisis, en un mismo barco inestable junto con Turquía. Y en México, justo el 1 de diciembre, asume un gobierno progresista. Un día después de que en Buenos Aires, el presidente saliente firme el nuevo tratado con EE UU y Canadá forzado por Trump. «