Cuando pensamos en China es fácil caer en la imagen de un sistema político monolítico, donde el Partido Comunista Chino (PCCh) toma todas las decisiones importantes desde lo alto de una pirámide de poder. Pero, ¿es realmente así? ¿Los ciudadanos chinos no tienen voz ni voto en las políticas que afectan sus vidas? La respuesta no es tan simple como podría parecer. Aunque China no tiene elecciones multipartidistas al estilo occidental, existen mecanismos que permiten a la gente influir en las decisiones del gobierno. Vamos a desmenuzar cómo funciona esto, con ejemplos concretos y una mirada que intenta ir más allá de los prejuicios.
Elecciones locales: el poder de las bases
A nivel local, en aldeas, pueblos pequeños y condados, los ciudadanos chinos tienen más margen de participación de lo que muchos imaginan. Aquí, la gente puede elegir a sus representantes en asambleas populares. Sí, son elecciones, pero no como las conocemos en Occidente. Los candidatos no compiten en un sistema multipartidista, sino que están afiliados al PCCh o a partidos aliados. Sin embargo, estos representantes tienen la tarea de llevar las preocupaciones de sus comunidades a las autoridades superiores.
Por ejemplo, en 2018, en la ciudad de Hangzhou, los residentes votaron por un candidato que prometía mejorar el transporte público. Aunque el candidato no era independiente, su elección reflejó las demandas ciudadanas. ¿El resultado? Cambios en las rutas de autobuses y metro que mejoraron la vida diaria de miles de personas.

Otra forma en que los ciudadanos pueden hacer oír su voz es a través de plataformas en línea y oficinas gubernamentales. Estas herramientas permiten a la gente presentar quejas y sugerencias directamente a las autoridades. Aunque no siempre se traducen en cambios inmediatos, en algunos casos han logrado resultados concretos.
En 2020, en la provincia de Guangdong, un grupo de agricultores utilizó una de estas plataformas para denunciar la contaminación de un río que afectaba sus cultivos. Las autoridades no solo respondieron, sino que lanzaron una campaña de limpieza y aplicaron regulaciones más estrictas para las fábricas locales.
En 2017, por ejemplo, representantes tibetanos en la CCPPCh propusieron medidas para mejorar el acceso a la educación en las zonas rurales del Tíbet. Esta propuesta no quedó en el olvido: fue incorporada en el plan quinquenal, lo que llevó a la construcción de nuevas escuelas y la contratación de más maestros en la región.
En 2022, la salud mental se convirtió en un tema central durante las Dos Sesiones. Representantes de la CCPPCh, apoyados por organizaciones de la sociedad civil, presentaron propuestas para abordar el creciente problema de la salud mental entre los jóvenes, especialmente en las ciudades, donde el estrés y la presión académica son altos. ¿El resultado? Programas de apoyo psicológico en escuelas y universidades, y una campaña nacional para reducir el estigma asociado con los trastornos mentales.
Aunque las organizaciones no gubernamentales (ONG) en China operan bajo el control del Estado, en ocasiones han logrado influir en políticas públicas. En 2018, una ONG ambientalista en Beijing logró llamar la atención sobre el problema de la contaminación plástica en los ríos. Esto no cayó en saco roto: el gobierno implementó una campaña nacional para reducir el uso de plásticos de un solo uso.
¿Pueden los ciudadanos chinos cambiar las políticas de su país?
La respuesta es sí, pero dentro de un marco controlado por el PCCh. Aunque no es perfecto, este sistema ha demostrado ser capaz de responder a las demandas ciudadanas, especialmente cuando estas se alinean con los objetivos del gobierno.
En un mundo cada vez más interconectado, entender cómo funcionan los sistemas políticos de otros países no es solo una curiosidad intelectual, sino una necesidad. Porque, al final, las decisiones que se toman en Pekín, Washington o Buenos Aires nos afectan a todos.
Fuente: Xinhua, China Daily, APN, CCPPCh