Será porque los discursos han muerto, que se escuchan y reproducen solo frases idiotas. Patadas cortas de electricidad, que duran menos que un aviso de laxante. La suma de idiotez constituye este estado de confusión en que vivimos. O debería decir desesperación. Una tristeza con ruido, donde la palabra es un veneno para ratas. Época de pancartas, llamados, timbreos, fotitos y carteles sin continuidad. Ideología liliput, de bolsillo. La misma frase de boca en boca hasta vaciarse como una vejiga. Titulares, porque ya nadie lee más allá de lo evidente. Huellas brutas, pequeños eructos de sentido. Antes, los diarios servían para envolver huevos. Ya no. La pantalla es inservible. Y da esa sensación de ficción, de distancia. La noticia nace muerta, apenas una respiración que no coincide con el enunciado. Lo que se dice ya no describe lo que pasa. Para no trollear en los medios, nos queda poner el cuerpo en la calle. Pero entonces se cuenta el asunto como ganado. El que va, fue llevado. Cuántos cuerpos movilizás. De qué tamaño es tu bandera. Las señoras finas dicen que van solas y que su concentración es genuina. Y libre. Éramos muchos, dicen, pero no somos de quedarnos en la calle.
Es de madrugada y subo a un taxi. Pasé la noche viajando en micro. El libro de Joan Didion me duró dos horas y el cielo se caía de negro. Me cuesta dormir en movimiento, la velocidad me pone en estado de alerta. La calefacción y el encierro se agolpaban en mi garganta. Sin señal en el telefonito. Entonces el cuaderno, recurso desesperado. Si desespero, que sirva para algo. Aunque ese algo sea literatura. Enseguida aparecen personas que no existen, voces que sugieren desvíos que no entiendo. Escribo porque no puedo parar el micro en el medio de la nada. Y porque la realidad me aturde. No es escape. Es reivindicación.
Desde el poder, envían frases como dardos que no dan en el blanco pero que en la suma construyen lo que nadie se atreve a decir de corrido. Empleados sin tiempo ni agallas para erigir de una vez un discurso acorde con sus intenciones dicen su frase y se esconden para que pase el que sigue. Ideas mal traducidas, como de Google, para salir del paso. Cadáver exquisito, más cadáver que exquisito, del que nadie es autor. Esta crisis no acepta firma. Pero parece un plagio. Esta crisis ya la vi.
El taxista me pregunta a dónde voy pero no escucha mi respuesta. En el espejo delantero ha instalado una pantallita para no ver, y un par de chinos se lastiman entre piruetas. Le repito la dirección justo cuando una china vestida de rojo, los hombros al aire, dice con acento español: «No te preocupes, estoy aquí contigo». El espejo retrovisor no sirve para mirar atrás. Cumple otra función. La distracción del espacio y del tiempo. Llueve sobre la costa y la arena ha creado olas endurecidas como serruchos.
Toda la semana leí las mismas cosas, el terror ahora se toma como licuado. En vasito descartable. Nadie se atreve a ser espantoso sin disfraz ni a asumir las consecuencias de sus acciones. Hay que parecer buena y sonreír, aunque te cueste todos los paros. Hay que pedir sacrificios sin asumir que se reclama desde el confort de la residencia. Hay que torcer los bracitos del pobrerío sin que se note el crack. Bofetadas sin marca aparente. El dolor que vaya por dentro.
Si la palabra grieta apuntaba a distinguir dos modos de entender la política, ahora designa otra cosa. Tal fisura se ha trasladado al campo del lenguaje. El significante no coincide con el significado. Desde el poder se dice desconocer el motivo de las huelgas, de los paros, marchas, movilizaciones, reclamos. ¿Por qué hay un paro general, señor presidente? Ni idea. No hay capacidad para leer lo que acontece. No sabemos si tal analfabetismo es impostado o genuino. Pero es bastante psicótico.
La noche tiene algo para decir pero no se escucha. Rumia el viento sobre nuestras cabezas pero qué nos importa. El tachero maneja despacio, con un ojo afuera y otro adentro. Yo me refugio en el cuaderno. Mueren tres chinos justo cuando el taxi llega a destino. Me queda una frase lisiada, para después. A juego con los tiempos. <