Nueve de cada diez casos nuevos de coronavirus diagnosticados en la Argentina en la última semana viven en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en la Provincia. Pero una mirada más detallada muestra que sólo tres de ellos tienen residencia bonaerense, otros tres habitan en barrios residenciales de la Capital y los últimos tres sobreviven en villas o asentamientos del distrito más rico del país. La muerte de Ramona Medina, que 15 días antes denunciaba la falta de agua en el Barrio Mugica (Villa 31), le puso cara a una trágica realidad. El avance de la pandemia ensancha la grieta más profunda y expone tanto las desigualdades como la falta de garantías para los derechos de los más vulnerables.
“Primero hay que entender que cuanto más ampliemos la búsqueda activa de infectados, más va a aumentar el número de casos”, explican a Tiempo fuentes del Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC), organismo que tiene a cargo los procesos de integración urbana de los “barrios vulnerables”, como los reconoce la estadística porteña. “Hace tres semanas arrancamos en el Barrio Mugica. Después fuimos al Padre Ricciardelli (la Villa 1-11-14 del Bajo Flores) y la semana pasada al barrio 21-24 (Barracas). Entre hoy y el martes arrancaremos en el 15 (Ciudad Oculta) y el 20 (Villa Lugano)”.
El orden tiene su lógica: “El de mayor densidad poblacional es el 31. El más populoso es el 1-11-14. Y el 21-24 es el más grande en términos de extensión territorial”. Hasta ayer eran también los de mayor cantidad de casos: 1388, 577 y 89, respectivamente, casi el 97% de los infectados detectados en barrios vulnerables.
La detección temprana era esencial para prevenir la expansión de contagios y para garantizar la atención médica de una población que no tiene garantizada la salud. Sin embargo, la búsqueda activa de casos en Ciudad empezó recién el 5 de mayo, 16 días después del primer caso positivo en un barrio popular y luego de una intervención del Ministerio de Salud de la Nación, que lanzó el programa Detectar y diseñó la estrategia que fue utilizada de manera experimental en Retiro y luego se replicó en otros barrios de Capital y Provincia.
Hasta el viernes, la Ciudad había realizado el operativo en tres de los 29 barrios populares porteños, hallando 1887 casos. Mientras que la Provincia lo había implementado en 14 barrios de ocho municipios (Quilmes, Lanús, La Matanza, Merlo, Florencio Varela, San Martín, Morón y San Vicente), encontrando 272. Tomando sólo datos oficiales de la última semana, los casos positivos en barrios populares de CABA aumentaron un 93%, y un 60% en Provincia.
Otro dato que permite comparar la situación epidemiológica en ambas jurisdicciones lo aportó la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, en su informe diario del miércoles pasado. Mencionó que en los siete días anteriores, la Ciudad había realizado entre 500 y 650 testeos por día, arrojando una tasa de positividad del 30 por ciento. Mientras que en el mismo período la Provincia había hecho entre 650 y 950 testeos diarios, con una positividad de sólo el 10 por ciento.
“En los últimos días vimos un salto de casos diarios en la Provincia que nos preocupa”, cuenta a Tiempo Leticia Ceriani, subsecretaria de Gestión de la Información de la cartera sanitaria provincial. “Pero los contagios en instituciones cerradas y barrios populares mantienen una curva parecida. Así que atribuimos el aumento a la circulación con la Ciudad, por eso apostamos a aumentar el control en el transporte público y consensuar medidas. Es difícil pensar que la Provincia sola va a lograr controlar los contagios”.
Una tragedia anunciada
“Esto era bastante previsible. La pandemia se montó sobre problemas estructurales y de hacinamiento”, dice Pablo Vitale, codirector de ACIJ, una organización de Derechos Humanos que acompaña a los vecinos en el proceso de urbanización de las villas porteñas. Desde el inicio de la pandemia, su trabajo se volcó a proveer información a los barrios y denunciar las falencias estatales en el abordaje de la situación. “No es lineal pero tampoco casual que las zonas con más contagios sean donde peor funciona la relación gobierno-barrio”, explica a Tiempo.
“Macri asumió como jefe de Gobierno porteño en 2007 amenazando con desalojar la villa 31. Larreta quiso dar un vuelco al asumir e invirtió allí casi lo mismo que en todos los demás barrios populares. Se llenó la boca hablando de eso, pero cuando estallaron los casos hacía varios días que estaban sin agua”, detalla. “En la 1-11-14 también tienen problemas de suministro y en la 21-24 ni siquiera hay plan de urbanización”, completa el tridente de barrios con más infectados. “El Gobierno de la Ciudad debe establecer referentes claros para el barrio que habiliten la participación de los vecinos; generar mecanismos rápidos de atención y asistencia para el aislamiento; y garantizar recursos que resuelvan las necesidades de supervivencia para que la población no tenga que movilizarse innecesariamente”.