El pasado 5 de abril, y luego de largos meses de silencio oficial y una angustiante incertidumbre compartida, hubo una noticia alentadora para la comunidad empresarial que se ha constituido en torno al incipiente desarrollo de la industria del cannabis en Argentina. Mediante la publicación del Decreto 293/202 se pudo saber que la ARICCAME (Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal) continuará en funciones dependiendo del Ministerio de Economía.
Desde el 10 de diciembre pasado, un numeroso cúmulo de empresas aguarda novedades respecto de los procesos de homologación de sus proyectos productivos al amparo de la ley 27669, instancia que se inició en el último cuatrimestre del año pasado en el marco de la Resolución 2/2023 de la misma ARICCAME y continúa sin definiciones.
Si bien la confirmación de continuidad del organismo pareciera un tema meramente formal, resulta una buena señal y reabre un sinnúmero de debates sobre qué perfil de industria pretendemos edificar en nuestro país y cuáles serán las posibilidades reales que tendrá nuestra actividad, pues el texto de la ley en cuestión es un continuado de buenas intenciones, que dependen en gran parte de la voluntad política para hacerlas realidad.
De cara al proceso que reinicia, será central diseñar una adecuada regulación con foco en la competitividad y en la generación de valor agregado por sobre la primarización, que posibilite el desarrollo de mercados libres y dinámicos donde se comercialicen productos legales, seguros y de calidad, que tengan en el centro a los consumidores y que favorezca inversiones, la creación de empresas, la generación de empleo y colabore en la recuperación de la participación Argentina en el comercio mundial.
El potencial de crecimiento del mercado de cannabis a nivel global y la oportunidad que esta incipiente industria representa para el país, se explica en las proyecciones sobre las que una variedad de consultoras internacionales vienen coincidiendo. Sólo por mencionar una de las más recientes, BDSA, uno de los principales proveedores de inteligencia de mercado para la industria del cannabis, hace algunas semanas ha publicado en su último informe un pronóstico de U$D 58 mil millones para el año 2028, con ventas agregadas que crecerán a una tasa de crecimiento anual compuesta del 10%.
Todo esto ocurre en un contexto mundial donde se continúa avanzando en el proceso de regulación. Desde Alemania, un mercado con 4.5 millones de usuarios regulares, llegan noticias sobre la legalización parcial del consumo controlado y asoma la posibilidad de una reconfiguración del panorama del cannabis en toda Europa. Del mismo modo, en España, donde el mercado legal del cannabis muestra un incremento de la demanda del 12% anual y genera ingresos por 500 millones de euros, el Ministerio de Sanidad avanza en la ampliación de sus usos terapéuticos para una amplísima variedad de patologías. En Estados Unidos, donde según un relevamiento de Leafly, el cannabis ha generado 428.000 empleos a tiempo completo, la Food and Drug Administration (FDA) recomienda la reclasificación de la marihuana como droga y avala su respaldo científico para uso médico, lo que nuevamente pone en debate la necesidad de una regulación federal, especialmente de cara a las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo el próximo 5 de noviembre.
Estas tendencias no hacen más que reforzar la idea del cannabis como un emergente que viene despertando el interés de múltiples sectores, creando oportunidades económicas y desafíos regulatorios en su camino.
En primer lugar, en la industria farmacéutica, enfocada en la investigación y la producción de medicamentos destinados a tratar una variedad de condiciones médicas, como el dolor crónico, la epilepsia, náuseas y vómitos asociados con la quimioterapia, esclerosis múltiple, trastornos del sueño, ansiedad, entre otros.
También en la medicina veterinaria y en la industria de productos para mascotas, donde la oferta de balanceados y tópicos con CBD está ganando popularidad entre consumidores que buscan alternativas naturales para mejorar la salud y el bienestar de sus animales.
En el complejo agroalimentario, interesado en la producción de granos, harinas, horneados y aceites comestibles elaborados con cáñamo o infusionados con cannabinoides, tales como gomitas, chocolates, bebidas, y otros productos innovadores.
Asimismo, el cannabis viene impulsando el desarrollo de tecnologías y servicios especializados en la industria del conocimiento, como el desarrollo de genéticas, el software de trazabilidad, seguimiento y cumplimiento, sistemas para puntos de venta, plataformas on line especializadas en entrega y logística, equipos de cultivo y procesamiento, así como servicios de consultoría legal y empresarial.
Por último, en la industria del turismo donde también se experimenta su impacto, mediante la oferta de tours en cultivos, ferias, eventos y alojamientos especializados, por mencionar sólo algunos ejemplos.
Indudablemente, el desafío es de suma importancia, y su naturaleza múltiple, dinámica y enfoque innovador requieren de decisiones adecuadas, distanciadas de cualquier mirada restrictiva. La diversidad de temas merece un abordaje multidisciplinario, en el cual distintas áreas del Estado deben confluir para coordinar las decisiones administrativas que sean necesarias para facilitar el proceso de puesta en marcha.
Será importante entonces que los equipos designados para conducir la agencia, sean conformados por profesionales idóneos, con puentes directos con la diversidad de actores que se conjugan en el sector, con conocimiento de sus necesidades y expectativas. Deberán estar alertas del desafiante contexto local e internacional que enfrenta nuestra industria, y sobre todo, de los antecedentes muy cercanos de países que no consiguieron prosperar del modo esperado y han malogrado inversiones -en algunos casos millonarias- debido al sinnúmero de trabas autoimpuestas y desatinos burocráticos que tuvieron que enfrentar.
Desde el sector fueron presentadas oportunamente una serie de iniciativas, en el marco de un plan estratégico para su desarrollo, entre las que se solicitó establecer un cronograma de metas regulatorias precisas para categorías de consumo que generen la necesaria demanda agregada, habilitando la comercialización de productos en el mercado doméstico, así como el otorgamiento de licencias con criterios que promuevan la sustentabilidad de la actividad en un marco de reglas claras, equilibradas, transparentes e inclusivas.
Tenemos una firme visión sobre el prometedor futuro de la industria, el compromiso y la pasión por emprender, sabiendo que el camino hacia el desarrollo sostenible de la industria del cannabis en Argentina está marcado por desafíos y oportunidades. Estamos convencidos que con un enfoque colaborativo y proactivo, y con decisiones políticas y regulatorias acertadas, podremos aprovechar plenamente su potencial para impulsar el crecimiento económico y social de nuestro país. Aguardamos la oportunidad para ponernos a trabajar en hacerlo realidad.