En 1964 yo tenía 8 años. A esa edad, para mí y para todos los niños, el verano empezaba cuando finalizaba el curso escolar. A mediados de diciembre ya había terminado segundo grado y mis viejos me mandaron a la colonia que el colegio Marianista de Caballito, en el que estudiaba, tenía en Casa Grande, Córdoba. Las mini vacaciones con mis compañeros en el Valle de Punilla duraban unos 15 días y coincidieron con un momento muy importante para el año futbolístico de Platense, que por esa misma fecha se jugaba el regreso a Primera División.
Eran tiempos en los que mi viejo ya me había llevado, y lo repetía con frecuencia, a la vieja cancha de Platense, la tradicional de Manuela Pedraza y Crámer, en Saavedra. El club además tenía el predio en el que en 1979 construiría su actual estadio, pero que entonces era más o menos un descampado, a pesar de que lo había comprado en 1948… Ahí me saqué la foto que acompaña esta nota.
A lo largo de 1964, en nuestro histórico lugar, la campaña había sido muy buena. Platense había descendido por primera vez en 1955 y, después de nueve años en la vieja Primera B, por fin tenía chances de volver a la A.
El primer ascenso de aquel 1964 había sido para Lanús, el campeón de la B, pero además había un segundo ascenso, que quedaría para el subcampeón. Lo curioso es que cinco equipos empataron en el segundo puesto y en el reglamento no había desempate por diferencia de goles.
¿Cuál fue la solución? Jugar un pentagonal entre los cinco segundos: All Boys, Almagro, Deportivo Español (que tenía a Carlos Salvador Bilardo como jugador), Nueva Chicago y, claro, Platense. El torneo sería a una sola rueda y en cancha neutral. El que quedara primero tras esas cuatro fechas, ascendería a Primera.
El problema para mí, que tenía 8 años, fue que ese Pentagonal comenzó a mediados de diciembre, o sea cuando yo estaba en plena colonia de Casa Grande. Platense tuvo libre la jornada inaugural y mi viejo me mandó una carta a Córdoba con los recortes de diarios de nuestro primer partido, ya por la segunda fecha, contra Nueva Chicago, el 15 de diciembre: ahí me enteré que habíamos ganado 1 a 0. Se ve que el correo andaba rápido porque recuerdo perfectamente cuando en la colonia leí el comentario del partido, no sé si de La Razón o de Clarín.
Después, todavía en mi estadía en Córdoba, Platense jugó otros dos partidos: empate 1 a 1 con Español, el 19 de diciembre, y triunfo 2 a 0 a Almagro, el 22.
Cuando volví de mis mini vacaciones a Buenos Aires, a Platense solamente le faltaba jugar la última fecha del Pentagonal, que era una auténtica final: teníamos que enfrentar a All Boys, que venía primero en el torneo y nos llevaba un punto. Si ganábamos, ascendíamos… El empate le alcanzaba a All Boys, que lógicamente también tenía el triunfo a su favor. Hasta entonces, el club de Floresta nunca había jugado en la A en el profesionalismo.
De aquel partido, que se jugó el 29 de diciembre de 1964 por la noche, acaban de cumplirse 60 años. El estadio fue el de San Lorenzo, el viejo Gasómetro de avenida La Plata. Fuimos con mi viejo y mi tío caminando desde casa: vivíamos a unas diez cuadras, en Caballito. Mi papá sacó plateas antes del encuentro, como se hacía en esa época, pero había tanta gente que nos tuvimos que sentar en un pasillo: el estadio estaba repleto, no sólo por hinchas de Platense y All Boys. Había clima de verano: faltaban dos días para Año Nuevo.
Resulta que ganamos 2 a 1 y todavía tengo en la memoria la jugada del segundo gol. El partido iba 1 a 1, un resultado que no nos alcanzaba: primero habían marcado Orlando Garro, para Platense, y después había empatado Hugo Carro para All Boys. Hasta que, ya en el segundo tiempo, Néstor Togneri, que se había formado en Platense y después jugaría en el Estudiantes que fuera campeón del mundo, mandó un centro sobre el arco de lo que solía ser la tribuna visitante, la que daba a la calle Muñiz. Ahí apareció el «Negro» Olindo Guzmán y marcó el que sería el gol del triunfo. Tengo ese flash.
El tema es que iban 15 minutos del segundo tiempo y, desde ahí hasta el final, All Boys nos molió a pelotazos. Con un gol, o sea con el 2 a 2, le alcanzaba para ascender, pero se perdió varios goles y Enrique Topini, la Chancha Voladora, un gran arquero de Platense que es el jugador con más partidos en la historia del club, se sacó todo. Así ganamos 2 a 1 y ascendimos esa noche: terminamos el torneo con 7 puntos, contra 6 de All Boys. El resto quedó muy atrás.
Fue el regreso a Primera División después de nueve años, o sea que yo nunca había visto a Platense en la A.
Con mi viejo y mi tío nos volvimos chochos a casa, caminando, mientras que el resto de la gente de Platense se fue en procesión a Manuela Pedraza y Crámer, en Saavedra, a festejar. Me acuerdo de todo eso y en parte fue también por una pizca de suerte: recién había llegado a Buenos Aires, dos días antes, o no sé si incluso el día previo del partido, de la colonia de verano en Córdoba.
Me esperaba mi primera gran alegría del fútbol. «