Quienes no toleran “la música del azar” (Paul Auster dixit) se vacunan contra la incertidumbre. La mejor vacuna contra este virus son los horóscopos, las cartas del tarot y las diversas lecturas interpretativas que van desde la lectura de las líneas de la mano hasta la de la borra del café.
“Fría, calculadora y descreída como buena capricorniana”, solía crucificarme una compañera de trabajo de una redacción que dejé atrás para castigar mi escepticismo respecto de las artes predictivas. “Cabeza dura y porfiada como buena cabra”, era otro de los dardos esotéricos que lanzaba contra mi analfabetismo astral y mi ignorancia de los designios celestes. Su discurso me resultaba más inentendible aún que el de los que sostienen que correr la liebre hoy, nos hará prósperos mañana. Pero no viene al caso, la liebre quizá figure en el horóscopo pampeano que alguno considerará excesivamente localista y acusará de poder predecir sólo que bailaremos milonga campera o que tenderemos milonga con la campera, no lo sé bien porque el lenguaje predictivo me resulta difícil; que dejaremos huella, supongo que si bailamos la huella con borcegos sobre el barro, o que tendremos un triunfo, esa pieza musical arqueológica del folklore. Aunque mientras se trate de un triunfo, que venga el que sea.
Es necesario advertir que el horóscopo pampeano es estatal, mientras los otros son privados, por lo que funcionan de una manera más eficiente. Además, el horóscopo al que estamos acostumbrados proviene de Grecia, cuna de la civilización occidental, mientras que el pampeano vaya a saber de qué pueblucho originario viene.
Además, qué horóscopo puede hacerse con animales tan feos como la mulita de la pampa o el ñandú. En el horóscopo chino, pese al comunismo, se puede ser un elegante dragón de madera, aunque los dragones no existan; un ígneo búfalo de fuego o un elegante tigre de metal, pero a quién le gustaría ser un sapo, un zorrino o un tatú carreta. La fauna nacional siempre fue un bochorno.
Además, el país no tiene planetas propios, por eso hay gente que parece vivir en otro planeta. Es fácil comprobar que todos los cuerpos celestes, de Júpiter a Marte, provienen de Grecia donde todos se alineaban bajo una filosofía muy interesante. Aquí, en la Argentina, en cambio, los planetas no se alinean nunca. Producto del populismo, hacen lo que se les da la gana. Sin ir más lejos, el vago de Mercurio, para dormir la siesta en horario laboral se esconde en la casa de los viejos termómetros. Todo aquí está fuera de órbita. Los planetas bajan del cordón de la vereda e interrumpen el tránsito. Alguien tendría que mirar al cielo y aplicarles el protocolo correspondiente.
Mi excompañera de redacción es insistente, quiere ganarme para la causa del esoterismo. El otro día me llamó por teléfono y me convenció de ir a tomar un café a un bar palermitano donde el café tiene creativos nombres que provienen de Italia. El nombre extranjero parece mejorar cualquier producto. Ella me dijo que iba a elegir un café latte. Como no sé italiano, pensé que era un café con corazón que latía fraternalmente en el fondo de la taza. Pero el corazón pasó de moda. Basta con mirar alrededor para ver una realidad descorazonadora.
La invitación tenía trampa. Empeñada en su cruzada esotérica, mi excompañera me sugirió que eligiera café solo, bien negro y concentrado, un ristretto para seguir con la moda cipaya. Me quería leer la borra. Le pregunté si no sabía leer los palos del mate cocido, porque el precio del ristretto era exorbitante. Pero me dijo que ese tipo de lectura no podía hacerse con productos nacionales, y menos aún con productos paraguayos. Le sugerí que si era para leer la borra, mejor buscáramos un café árabe, pero me dijo que eso no estaba bien visto por la cancillería de la cafeomancia, que mejor el café italiano que es el que toma todos los días la mismísima Giorgia Meloni.
Le pregunté si no podíamos tomar un café de Brasil, un país un poco más cercano y quizá, por lo tanto, con un café más barato. ¿Estás loca?, me contestó. Ahí gobierna el comunista de Lula, que acaba de posicionar a Brasil como octava potencia mundial. Está todo el día ocupándose de los pobres. ¿Qué tiempo puede tener para ocuparse de la calidad del café? Tampoco aceptó un café de Colombia. Me dijo que el presidente de ese país hoy estaba en el ranking de los inaceptables, que me dejara de hinchar con la unidad latinoamericana.
Ante mi negativa a pedir un ristretto, sacó un mazo de cartas del Tarot y me pidió que eligiera una a ciegas. Me salió El Emperador. Sonamos, pensé, ahora se pone a cantar Alex Canigia. Pero no se trataba de él. Era todavía peor. Me dispuse a ponerme la campera, sí, la de la milonga del horóscopo pampeano, para irme. Le dije que no me gustaba ningún personaje de las castas reales. Me contestó que la acepción de casta había cambiado, si yo no leía los diarios y me instó a sacar otra carta. Me salió El Loco y ahí sí que me levanté como impulsada por un resorte y salí a la calle.
Nunca me gustaron los métodos predictivos, pero ahora menos que nunca. Por decreto presidencial han intervenido el horóscopo chino. Han incluido un animal de granja, la pato cañada, sí, una pata como dudoso guiño al feminismo, han reemplazado al gato de metal por un gatito mimoso y en un cruce cultural sin precedentes han cambiado el majestuoso león de África del horóscopo de origen griego por un león de…. Imagínense lo que es eso.
Jorge
15 June 2024 - 17:41
Muy bienvenido el artículo con este inusual sesgo humoristico que tanta falta nos hace. Gracias Monica por desacralizar los horoscopos y horoscopistas que me dan un poco de pena comprensiva pero son un castigo.