Siguiendo cualquier columna de las que marchan por las anchas avenidas de Mayo, 9 de Julio y Entre Ríos se desemboca siempre en la colmada Plaza Congreso. Bajo un sol tremendo, cientos de miles cantan, saltan y bailan contra la motosierra anarcocapitalista de Javier Milei. El centro porteño es caja de resonancia de una múltiple gama de consignas que enfrentan al DNU y a la ley ómnibus mileístas. La patria no se vende. El pueblo era la casta. Finalmente, la CGT puso la fecha. Llegó el miércoles 24 de enero: ¡Paro general!
“Siempre colectivo, nunca ómnibus”. El cartel tatuado en prolija caligrafía puede leerse en la esquina de Santiago del Estero y la coqueta arteria de Mayo. A unos pasitos, se hace escuchar Ricardo, curtido militante del PC desde que leyó los diarios del Che Guevara allá lejos en los años sesenta. El hombre llegado desde la conurbana Laferrere está prendido fuego: “No me entra en la cabeza el desamor de este presidente por la Argentina. Admira a Margaret Thatcher, Winston Churchill, todos piratas. Estamos en manos de un loco vendepatria. No hay que moverse de la plaza hasta que se vaya. La salida es colectiva, hasta la victoria, siempre.” Contando monedas se despide el jubilado: “Con la inflación que tenemos, la mínima son migajas. Ahora quieren quedarse con nuestros fondos. Al final, los jubilados éramos la casta.”
Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta… Derretidos, les laburantes transpiran la gota gorda al mediodía. Cuerpo a cuerpo se pelea el metro cuadrado en la plaza. Metalúrgicos, camioneros, panaderos, docentes, médicos, profesionales de la cultura y la ciencia, militantes de la izquierda, centro izquierda y más allá, movimientos sociales, jubilados y mucha gente de pie. Cientos de miles. Un tsunami nacional y popular inunda las fronteras del Parlamento.
Lalo agita la celeste y blanca cerca del escenario. Trabajador del Estado, siente que el futuro puede ser una pesadilla si se vuelve realidad el sueño húmedo ultraliberal de Milei: “La ley es nociva para los trabajadores, para las familias, para todos los argentinos. Le ponen un moñito y les regalan la patria a los empresarios.”
Sinfonía de un sentimiento. “La patria no se vende, la patria no se vende”. La frase explota en miles de gargantas. Es la banda de sonido que flota en el aire. Hay batalla de los bombos y los redoblantes. También candombe: chá, chá, chá, chachá. Folklore peronista rioplatense. Rodolfo le da duro y parejo al tambor a pasitos de la muralla policial. El docente da cátedra: “Estoy de paro porque hay que defender la democracia, el derecho a comer. El plan motosierra nos está matando. Odian al pueblo”. La guardia pretoriana de la ministra de Represión Patricia Bullrich lo mira con cara de pocos amigos: “El plan de Milei sólo cierra con palos. Pero no vamos a dar ni un paso atrás”.
Ataviada de punta en blanco marcha Carolina por la delgada calle Yrigoyen. Cantan los galenos: “Atención, atención, estamos defendiendo la salud de la nación”. La enfermera del Hospital Garrahan no se calla. Dice verdades: “Tenemos que estar en las calles porque esta gente se quiere llevar puesto el derecho a la salud. Nosotros nos jugamos la vida en la pandemia y rápido se olvidaron. El sueldo es una miseria y las familias que se atienden en el hospital pasan hambre. No puedo imaginar lo que van a ser los próximos meses.”
“Sí hay plata”, advierte el stencil sobre Rodríguez Peña. “Para los políticos, para los empresarios, para los terratenientes, para los banqueros, siempre hay platita para ellos”, se queja Eduardo, hercúleo laburante de la carne llegado desde La Matanza. ¿Su opinión sobre el gobierno de Milei? El matarife destripa con su filosa lengua a la cascabel libertaria: “Es un empleado de Macri, de los poderosos, de la derecha. Un dictador que quiere gobernar por decreto, pero el pueblo lo va a frenar.” Poco antes de que la cúpula sindical salga al escenario, el carnicero advierte: “Espero que el mensaje llegue clarito a los diputados, que no traicionen. La próxima marcha será con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes.”