Es una forma particular de recular que niega cualquier ilusión de amistad, como la que muchos izquierdistas y demócratas ingenuos animaron con Obama, Carter o Kennedy.
En realidad se trata de un cálculo con riesgos, como todo cálculo en política.
A menos de 24 horas del reconocimiento hecho por Blinken al candidato antichavista, apareció Mathew Miller, vocero presidencial, con un mensaje opuesto: «Todavía no estamos en ese punto», aclaró.
Y el 7 de mayo la jefa del Comando Sur completó la señal: «La solución en Venezuela debe ser política, no militar».
Es suficiente para comprender dos aspectos centrales del asunto venezolano.
Primero, que EE UU, como imperio dominante, no acudirá a una solución de fuerza para poner orden en el Estado nación más descarrilado, con las fuerzas Armadas menos obedientes en el hemisferio.
Simplemente no puede.
Se lo impiden tres factores combinados.
Su geopolítica de guerra con Rusia por Ucrania y el Medio Oriente con Irán, Turquía y China.
A este embrollo, EE UU suma el vaporón financiero por su macro deuda fuera de control, con inflación desatada de dos dígitos, con riesgos sociales serios en aliados como Alemania, Francia, Japón, Gran Bretaña y otros imperios.
No estamos en 1945, cuando podía actuar casi solo para reordenar el mundo.
Menos desestimable es el desafío geo económico y monetario del bloque BRICS.
Para comprender por qué no apostó está vez a Ma. Corina Machado, hay que colocar en el Centro de esa geopolítica vidriosa la amenaza de Maduro de entregar a los BRICS la explotación del crudo y el gas, pactada con EE UU en los ultimos cuatro años.
Maduro firmó con Chevron un pacto hasta el 2050.
En el mismo lapso ingresaron capitales de Texas y Florida. Desde 2023 PDVSA vende crudo a EE UU a precio preferencial mediante subsidiarias locales.
Demasiado para meterse en un conflicto militar con el país bolivariano, donde, además, EE UU fue semi derrotado en 2018, cuando se le frustró una invasión que dejó a Maduro con una media victoria en sus manos.
El otro cálculo de riesgo es político.
Maduro le garantiza a EE UU la «paz social» que exigen las multinacionales yanquis.
Ma. Corina no es garante de esa estabilidad.
Ella no puede demostrar que Edmundo González ganó.
Hasta el amigo de Macri, el experto electoral Durán Barba, se burló: «Para mentir hay que ser inteligente», una alusión sardónica al imposible e insostenible 70% para Edmundo y 30% para Maduro.
Sabemos que Ma. Corina y sus laderos llamaron una docena de veces a coroneles, mayores y generales con mando de tropas.
Nada. Todos disciplinados con Maduro.
Ma. Corina debió consolarse con el coro mundial que exige Actas a Maduro sin exigirle a ella una sola prueba de su 70% artificial.
A este coro global se sumó hasta la izquierda indecisa, timorata o posmoderna, que ama la sinuosa «verdad» de las redes antes que la de los hechos.
Y el 28 de julio la Deutshe Welle mostró al mundo la imagen adelantada de por qué esta Milei con sostenes (Machado) no garantizaría la paz social que requiere EEUU.
Casi a las 8pm, cuando entraba a votar en la escuela asignada, las dos soldadas que la recibieron por protocolo, le negaron la mano y el saludo.
Ma. Corina se quedó con la mano en el aire…
Este desplante militar confirma que los imperios no aman a sus amigos… Prefieren aliados confiables… así estos les parezcan despreciables «comunistas».
En ese contexto se entiende la movida de Lula, Petro y Amlo para ayudar a una salida negociada que evite el incendio del vecindario.