En 1992 el ex presidente Raúl Alfonsín definió ante el aluvión neoliberal del menemismo que «si la sociedad se hubiese derechizado, lo que la UCR debe hacer en todo caso es prepararse para perder elecciones, pero nunca para hacerse conservadora». El radicalismo deberá resolver cómo soporta en su conciencia hoy aquella frase de su último gran caudillo cuando mañana Milagro Sala cumpla un año presa en un calabozo del régimen jujeño del gobernador radical/macrista/massista Gerardo Morales.
La definición de Alfonsín ya es un clásico, un espejo en dónde mirarse, sobre todo en tiempos como los actuales cuando gran parte de la sociedad parece adormecida, o se muestra condescendiente o al menos acrítica ante la derechización de la escena cotidiana.
Durante años fuimos testigos de cómo los dispositivos hegemónicos de construcción de sentido común erosionaron la importancia de la Política como herramienta de transformación; y por ende, de escudo de autodefensa para las mayorías populares ante la violencia real de los poderes fácticos en sus diversas formas.
Si el kirchnerismo tuvo entre sus particularidades interpelar al conjunto de la sociedad, la derecha apeló a forzar cierto agotamiento escénico, producto de esa interpelación constante, con el fin de exasperar un fastidio que, incluso, pudo conducir a una persona o a millones a votar en contra de sus propios intereses, intoxicados en su subjetividad. En ese repliegue de la Política interpelante avanzó el neoliberalismo excluyente, que vino, obvio, con su manual represivo recargado.
Por estos días, con presos políticos, represión brutal desatada como lo es toda represión desata, con imágenes de mapuches ensangrentados por las balas policiales. Por estos días, con la policía reprimiendo en el barrio de Once a trabajadores informales (manteros y vendedores ambulantes) en un país con la economía sumida en un 40% en la informalidad, esa misma policía que recibió dividendos sucios de las mafias que explotan a esos mismos trabajadores, incluso en talleres textiles donde se confeccionan finas prendas que lucen aquellos que enardecen su xenofobia contra los débiles. Y encima, sus voceros imponen en la agenda la discusión sobre la baja en la edad de responsabilidad penal para ir contra pibes que si todo sigue así, empeorando, ya están condenados desde la cuna. Por estos días, entonces, no hay margen para hipocresías. El aire se puso espeso.
Si la sociedad se hubiese derechizado, en todo caso habrá que prepararse pero nunca hacerse conservador. «