En el primer año de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires, se aprende que el lenguaje prosaico y el lenguaje poético son opuestos, tal como lo concebían los formalistas rusos, escuela de crítica literaria del siglo XX. Es decir, el primero corresponde al lenguaje cotidiano de la vida misma, con fines sólo prácticos y comunicativos, mientras que la poesía, con su ritmo y rima es de otro orden muy diferente: es autosuficiente, tiene un valor en sí misma.
Poesía estructurada, el nuevo libro de la escritora mendocina y licenciada en Letras Cecilia Pavón, editado por Vinilo Editora y parte de la colección de no ficción, rompe un poco con esa dicotomía que su autora tanto conoció en sus estudios en Puan. La poesía, la prosa y la vida comparten el mismo territorio mundano del cuaderno, siempre abierto sobre la mesa de algún café.
Esta “rutina”, que para cualquiera sería solamente un momento de ocio, es la propuesta de este librito un poco más grande que un celular, ideal para la riñonera o el bolsillo, a sus lectores: salir a cazar poemas, fugarse, escaparse un domingo a la mañana, ir con un cuadernito a todas partes, a otro barrio, a un café. “Los poemas están ahí, viviendo en una especie de quinta dimensión y los poetas sólo salen a buscarlos”, nos explica Pavón.

Sobre este andamio de “estructura” y azar se va armando la novedad de Vinilo Editora. Entre sus páginas la prosa alterna con el verso, y los dos parecen contaminarse mutuamente en un lenguaje común. El texto resultante parece coincidir con lo que la poeta y ensayista canadiense Anne Carson dijo alguna vez en una entrevista: “si la prosa es una casa, la poesía es un hombre en llamas corriendo velozmente a través de ella”.
La poesía circular
Mientras narra su proceso de escritura, la autora también se lee a sí misma, toma al azar uno de sus cuadernos desplegados sobre la mesa y entra en contacto con sus propios versos de otros tiempos, lugares e identidades. Entabla un diálogo con ese yo del pasado que los escribió. Las preguntas que a modo de oráculo la poeta le hace a sus propios cuadernos se vuelven el motor de la escritura. Ella pregunta en prosa y ella se contesta en verso.
“Voy a preguntarle a mi pasado qué tengo que hacer sobre un tema del presente. Le hago un pregunta a un cuaderno marca Norte, verde musgo y naranja. La primera vez que lo abro, lo que veo son dos páginas en blanco. Lo vuelvo abrir (aunque las páginas en blanco también son una respuesta posible) y aparece el siguiente poemita”. A través de esta conversación, el lector también puede delinear otras facetas biográficas de esta gran escritora argentina y estudiar diferentes teorías sobre la poesía, que es hermosamente definida una y otra vez en este texto: “el poema es todo lo que existe / UNA PACIENTE FORMA”, es la respuesta del poemita consultado.
Para Pavón, la poesía, entonces, es un lugarcito sin tiempo, algo muy parecido a una eternidad circular, pero también un “destilado de la vida”. “¿Será eso finalmente la poesía estructurada? ¿La forma en la que la poesía se mete en tu vida y te secuestra y te vuelve una tonta enamorada? Porque de eso estoy segura , cuando la poesía te falta, no hace otra cosa más que acercarte la sentimientos”, se pregunta y se contesta en una de las páginas.
La definición es muy similar a sentarse en la mesa de un café a enamorarse de la vida y olvidar los minutos que pasan, las cosas que hay que hacer, lo que salió el café, todo lo que hay que pagar. Un ocio suspendido.
Poesía estructurada milita el “no hacer nada”, el estar en la calle y el movimiento permanente sin motivo. Para su autora, es una realidad que para hacer poemas es necesario tener tiempo libre, algo casi imposible en la sociedad argentina actual.
En ese sentido, el texto es sumamente político. Derriba y denuncia directamente la otra cara de escribir poesía, quizás la menos escrita: la falta de dinero, la dificultad de supervivencia y las malas condiciones de vida desde la llegada al poder de La Libertad Avanza y su falsa “libertad” que apunta más bien a la “multiplicación de la actividad”. “¿Cómo vive una poeta inmersa en la desastrosa economía de un país?”, pregunta nuevamente a sus cuadernos. Y en la respuesta se lee: “Todo el fascismo de la gente blanca / de este suburbio / me paraliza”.
Pero por suerte está la poesía. La que aparece cuando uno está por perderlo todo. Pavón le llama “fuego”, “corazón portátil”, “fuga”, “amiga secreta, bella y monstruosa, amiga vampira” y siempre está para salvarnos.