El diluvio no puede apagar tanto fuego. La escena en el centro porteño es digna de un fresco peronista de Daniel Santoro coloreado al agua. Persiguiendo alguna de las gordas columnas que peregrinan por las diagonales Sur y Norte, la delgada Defensa, el Bajo y más allá, se desemboca en la Plaza de Mayo. Desde el mediodía, las arterias custodiadas por tórridos bancos de antaño y frígidos rascacielos del presente, son caja de resonancia de la militancia. Se canta, se salta, se baila y el aguacero no puede apagar el clamor del pueblo: “Cristina presidenta, Cristina presidenta…”, dice el mantra que oran miles.
Matriarcado. Teresa vino al Centro con su hija y su nieta desde Villa Las Antenas, una barriada del suburbio del suburbio de La Matanza. Dos horas eternas de viaje en el 126 hasta la ciudad de la furia macrista para escuchar a la jefa: “Puras mujeres que acompañamos a muerte a esa mujer, la que pone todo para sacar al país del tacho. Somos nosotras las que parimos la patria”, dice la morocha.
Agrega que se gana el pan como almacenera y da una mano en un comedor popular. Remera con la cara de Evita, pin con la cara de Evita, gorrito con la cara de Evita, doña Teresa tiene una sonrisa bella plebeya como la de la abanderada de los humildes. Reflexiona, sabia, sobre el presente: “Tengo séptimo grado, pero no es muy difícil saber que si Evita viviera, cagaría a pedos a todos los funcionarios que no funcionan. Se quieren llenar los bolsillos y se olvidan del pueblo, los que damos la vida por la patria. Acá estamos, peleando.”
Los puestitos de choripán viven una tarde keynesiana. Ochocientos mangos pagó el generoso sánguche Adolfo, empleado municipal. “Precio cuidado”, vocean, pícaros, los parrilleros. El hombre cuenta que se arrimó al ágape popular del 25 desde Ituzaingó: “No alcanza el sueldo, amigo, está jodida la mano, pero igual venimos, porque sabemos que del otro lado están los que gobiernan para los ricos.” Hace flamear una bandera azul y oro con el escudo peronista: “Les pido a los compañeros que se dejen de discutir boludeces, que piensen en los de abajo, que dejen de traicionar, de calzarse el gorro frigio, solamente por ser calvos.”
“Luchen, que vienen por los sueños y el futuro de la patria”, dice un cartel de la CTA sobre Defensa. Las columnas se amuchan sobre los históricos adoquines de San Telmo. Cerca de la Plaza no cabe ni un alfiler. Mariano baila con sus compañeres. El joven milita en el corazón de las tinieblas, el gremio de los judiciales: “Se creen reyes los jueces, los supremos de la Corte, y por eso militamos, porque hay que sacarlos. Decile a Milei que esa es la verdadera casta.”
Llaveritos de “Cristina 2023” vende Araceli. Los fabrica con su nieta en La Boca: “Salen y salen, por suerte. Soy jubilada, Cristina me ayuda a llegar a fin de mes.” Memoriosa, la vendedora recuerda las penurias con los radicales, con los liberales y con los peronistas traidores: “Necesitamos corajudos, como Néstor y Cristina, alguien que nos proponga un sueño. Milei y Larreta son la pesadilla del pueblo.”
Miles Davis lo envidiaría. Gonzalo es capaz de tocar la trompeta con el agua al cuello. Musicaliza la columna del gremio de fleteros. Lo secundan bombos, redoblantes y repiques. Flota en el aire un “Néstor, mi buen amigo, el pueblo está contigo”. Dice el trompetista: “Cuando subió al gobierno, el pingüino tenía todo para perder, pero le puso el pecho. Ese ejemplo seguimos, compañero, acá no se rinde nadie”. Y sigue soplando.
“Si hace falta hundir la nariz en el plato / Lo vamos a hacer, por los tipos que huelen a tigre / Tan soberbios y despiadados / Violencia es mentir”. Los versos del Indio salen de los parlantes. La militancia arma el pogo más grande del 25 antes de que Cristina salga a la cancha.
Con sus 70 pirulos sobre el lomo, Jorge dice que es feliz y se deja llevar por la marea humana. Cuenta que es nacido y criado en una unidad básica de Coronel Moldes, un pueblito salteño. Viajó un día en micro para dar presente en la fiesta: “Hoy celebramos a la Argentina, hermano. La de los patriotas. La de Belgrano, San Martín, Güemes, Perón, Evita, Néstor, Cristina. La de los derechos de los humildes, de los laburantes.” Al despedirse, muestra sus manos curtidas, “de mecánico”. Manos llenas de historias de lucha, de sacrifico, de resistencia. Don Jorge dibuja la V con sus dedos frente a la lluvia desalmada. Grita: “¡Viva la patria!”.
palmito encamino
25 May 2023 - 20:20
grande nicolas recoaro nos pinta el continente como nadie , increible cronicas latinoamericanas que nos hacen esperar la proximA JORNADA CON ESPERANZA